Mati Diop con el Oso de Oro recibido por 'Dahomey'. Foto: EFE/EPA/CLEMENS BILAN

Mati Diop con el Oso de Oro recibido por 'Dahomey'. Foto: EFE/EPA/CLEMENS BILAN

Cine

El Oso de Oro para 'Dahomey' corona el impecable palmarés de la Berlinale

El jurado ha premiado la concisión de la película de Mati Diop, una obra frontal, abiertamente política, que no está reñida con la complejidad.

24 febrero, 2024 22:20

La última edición del Festival de Berlín bajo la dirección artística de Carlo Chatrian será recordada por un palmarés difícilmente mejorable en el que el jurado presidido por la actriz Lupita Nyong’o supo repartir los premios entre los títulos de mayor relevancia dentro de la que quizá fue la selección menos afortunada de cuantas orquestó el programador italiano.

El Oso de Oro para Mati Diop por Dahomey –segundo documental consecutivo en ganar el certamen tras En el Adamant de Nicolas Philibert- premia la concisión de una obra frontal, abiertamente política, que no está reñida con la complejidad.

La clarividencia de su lenguaje para relatar la devolución, por parte del gobierno francés, de 26 piezas pertenecientes al tesoro del Reino de Dahomey (en la actual Benín), a partir de la superposición de tres capas narrativas – la restitución del material, las elucubraciones de una de las figuras devueltas sobre su valor simbólico y el debate que inician los alumnos de la universidad de la zona a propósito de las implicaciones del tan gran acontecimiento- que, más que invitarnos, nos lanzan hacia una reflexión sobre la (des)colonización de la mirada.

Una meditación similar, pero marcada por el abigarramiento de texturas e ideas visuales, propone Nelson Carlos de los Santos Arias, laureado con el premio a la mejor dirección, en su largometraje Pepe, la extravagante historia del hipopótamo importado desde África por el narcotraficante Pablo Escobar para completar su zoológico privado.

['Pepe', el hipopótamo de Pablo Escobar, revive en el Festival de Berlín]

Esta historia sirve de pretexto para enmarañar recursos propios de la no-ficción con los del cine experimental e incluso con códigos pertenecientes al terror que le sirven, además, para ofrecernos un repaso impresionista de las vidas de los involucrados en la odisea de Pepe y así describir el tejido social en el que acaeció tan bizarro episodio.

El jurado, completado por los directores Albert Serra, Cristian Petzold, Ann Hui y Brady Corbett, la actriz Jasmine Trinca y la novelista Oksana Zabuzhko, evitó colar entre los galardones importantes cualquiera de las nimiedades que atestaron la tibia competición oficial y, básicamente, se plegó a una máxima que casi nunca acaba de cumplirse: elegir lo mejor.

Aunque uno pueda echar de menos la presencia de The Devil’s Bath (Veronika Franz & Severin Fiala, 2024), cuya opresiva dirección de fotografía a cargo de Martin Gschlacht recibió el premio a la mejor contribución artística, se antojó un acto de justicia que Hong Sang-soo y Bruno Dumont se alzasen con el Premio Especial del Jurado y el Premio del Jurado respectivamente.

El cineasta coreano, que con este suma cuatro ‘osos plateados’ en la Berlinale, entregó un nuevo ejercicio de depuración formal con su esencial A Traveller’s Needs, tratado sobre la (in)comunicación y la dificultad de transmitir los verdaderos sentimientos, encabezado por una peculiar profesora de francés, encarnada por Isabelle Huppert, que deambula sin rumbo y sin preocupaciones por las calles de una ciudad coreana.

Por su parte, Dumont regresa con L’empire al universo de P’tit Quiquin (2014) y presenta una suerte de antiblockbuster en la que la lucha entre dos razas alienígenas por el control de la Tierra que termina en una suma cero, como si los universos de Marvel y DC se aniquilasen mutuamente para constatar que el imperio del algoritmo solo conduce al exterminio creativo.

Si al equipo de programación comandado por Carlo Chatrian se le ha acusado en repetidas ocasiones de desatender a la industria alemana -algo que queda desmentido a poco que uno repase los catálogos de estos últimos cinco años- y de apostar por un cine más arriesgado en detrimento de las grandes producciones estadounidenses, los reconocimientos para el director Mathias Glasner por el guion de Sterben/Dying y los premios de interpretación para Sebastian Stan por A Different Man (Aaron Schimberg, 2024) y Emily Watson por Small Things Like These (Tim Mielants, 2024), casi parecen recordar que el aperturismo hacia propuestas más rompedoras y la aproximación al cine de autor más radical no están reñidas con la presencia de estrellas que cumplan con los deseos de patrocinadores, medios de comunicación y autoridades.

Cierto es que esta última no fue la mejor edición de la era Chatrian, pero su intento por armar un festival de clase A que se aparte, en la medida de lo posible, de las ultraliberales y totalitarias tendencias impuestas por Cannes (más películas, más secciones, más estrellas) deberían promover una reflexión sobre el modelo imperante de festival que, seguramente, no se produzca.

La cosecha española

La representación española, repartida en varias secciones paralelas, no se fue de vacío. Si The Human Hibernation, el brillante ejercicio de ciencia-ficción especulativa firmado por Anna Cornudella se llevó el premio de la crítica internacional (FIPRESCI) dentro de la sección Forum, la historia fraternal que narra el cortometraje Cura sana de Lucía G. Bermejo recibió el Cristal Bear otorgado por el jurado joven a los títulos dentro del apartado Generation 14plus.

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Por su parte, Reinas, coproducción peruano-hispano-suiza dirigida por Klaudia Reynicke se alzó con el Gran Premio del Jurado Internacional dentro de la sección Generation Kplus, mientras que Memorias de un cuerpo que arde, la película costarricense con participación española liderada por Antonella Sudassi ganó el premio del público al mejor largometraje de ficción dentro de la sección Panorama.

Fue, en líneas generales, un buen año para las películas latinoamericanas (de vacío se fueron, por ejemplo, Tú me abrasas, el magnético poema filmado por Matías Piñeyro. y uno de los debuts más interesantes del año, Los tonos mayores de Ingrid Prokopek).

Además del ya mencionado premio a la dirección para el dominicano Nelson Carlos de los Santos, el argentino Francisco Lezama se impuso en la categoría de cortometrajes con Movimiento extraño y la brasileña Juliana Rojas fue reconocida como la mejor directora en la sección Encounters por su trabajo en Cidade, campo.

Una gala política

Si Dahomey exhibe un claro posicionamiento político frente a un sistema y una mirada dominantes, la gala de clausura no fue terreno neutral a la hora de clamar contra determinadas injusticias. Hubo recordatorios para el segundo aniversario de la invasión rusa en Ucrania y se pidió, en repetidas ocasiones, el cese de la violencia en Gaza.

Si el conflicto entre Israel y Palestina ha sobrevolado esta 74ª edición de la Berlinale desde su inauguración, el premio al mejor documental para No Other Land de Basel Adra, Hamdan Ballal, Yuval Abraham y Rachel Szo, culminó una escalada reivindicativa en la que se pidió el fin de los ataques israelíes y la búsqueda de una solución política a una ocupación que se ha traducido en 29.000 palestinos asesinados. En la última Berlinale de Carlo Chatrian no sólo habló el palmarés.