El increíble hombre menguante (1957) contra la araña, épica en miniatura.

El increíble hombre menguante (1957) contra la araña, épica en miniatura.

Cine

Aracnofilia: una compleja red de horrores, miedos, metáforas y fascinación que atrapa a los cinéfilos

El estreno este viernes de 'Vermin: la plaga', una de las triunfadoras de Sitges 2023, nos trae de nuevo uno de los bichos favoritos del cine de horror: las arañas asesinas.

2 febrero, 2024 02:09

La opera prima del francés Sébastian Vanicek, Vermin: La plaga, premio de la crítica en la pasada edición del Festival de Sitges, da una nueva vuelta de tuerca a uno de los miedos más arraigados en el ser humano: el terror a esa cosa con muchas patas que son las arañas en particular y los arácnidos e insectos en general. Un horror que tiene tanto de lógica reacción a unas criaturas alejadas casi por completo de cualquier atisbo de humanidad como, al menos en parte, de construcción cultural.

Si hay una especie sobre la Tierra que se resiste a casi cualquier intento de antropomorfización y, por así decir, de inclusividad positiva, es la araña, por más que le pese a la pobre Carlota del clásico cuento infantil Charlotte´s Web de E. B. White, conocido en España como Wilbur y Carlota.

Para la mayoría de biólogos, el miedo a las arañas, ese mismo que cuando alcanza el nivel de la irracionalidad se convierte en aracnofobia, es una lógica respuesta evolutiva ante la peligrosidad de multitud de arácnidos, incluidos escorpiones, cuya picadura venenosa puede llegar a causar la muerte. Nuestra repugnancia automática ante su aspecto, que nos induce a evitarlos cuando no a atacar primero y destruirlos, es simple defensa propia e instinto de conservación.

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Sin embargo, esta respuesta evolutiva, que el ingenioso filme de Vanicek utiliza e invierte de forma brillante, posee también elementos culturales. En lugares como Papúa-Nueva Guinea, las junglas del Amazonas, Camboya o ciertas partes de África, las arañas forman parte de la dieta comestible y del folclore. Acostumbrados a su presencia, su morfología no despierta en sus habitantes similar o parecida reacción de repugnancia, de la misma manera que nosotros, europeos y occidentales, estamos acostumbrados a degustar langostas, cangrejos o gambas, de las que no huimos precisamente, pese a su aspecto no menos inhumano e insectil.

Respuesta evolutiva, cultural o ambas cosas a la vez, el éxito de Vermin: La plaga demuestra que el miedo, rechazo y asco, todo al tiempo y a la vez, que las arañas suscitan en la mayoría de nosotros, sigue siendo una fórmula infalible para el suspense y el puro terror. En esta ocasión, Vanicek ha acercado el ascua a su araña: el thriller de banlieue, subgénero que Francia ha sabido articular eficazmente como espectáculo al tiempo que como reflexión social, crítica y política.

Las mortíferas arañas de 'Vermin', esa cosa con patas.

Las mortíferas arañas de 'Vermin', esa cosa con patas.

Ahora, las arañas, migrantes involuntarias, se expanden como un virus mortal por el interior casi ruinoso, aislado y desprotegido de un impresionante edificio de apartamentos, situado en uno de los banlieues parisinos, destinados a dar cobijo principalmente a familias de origen africano, magrebíes o subsaharianos, trabajadores asiáticos y blancos empobrecidos. Un escenario popularizado en los años noventa y primeros 2000 por películas entre el polar y el cine social, como la modélica El odio (1995), que se ha ido colando de forma natural en el nuevo thriller de terror fantástico francés.

Después de los zombis de La horda (2009), de la siniestra Kandisha (2020) y de la amenaza apocalíptica de La gravité (2022), son unas mortíferas arañas con capacidad casi sobrenatural para mutar ante la amenaza exterior —que pueden también fácilmente interpretarse como metáfora de la condición misma del migrante (forzoso, en este caso)— las que vienen a llamar la atención sobre las condiciones de exclusión social, prejuicios y abandono en que viven los habitantes de la banlieue o periferia de las grandes ciudades francesas.

La maldición de la viuda negra (1977), una revisión en clave noir del mito de Arachne

La maldición de la viuda negra (1977), una revisión en clave noir del mito de Arachne

Ocasión que aprovecha Vanicek para romper estereotipos negativos, presentando un variopinto grupo de jóvenes protagonistas apartado del tópico de traficantes de droga, yonquis y pandilleros violentos. Eso sí, sin dejar de aprovechar la música rap y la cultura hip hop que se ha convertido en su principal característica identitaria.

Un soplo de aire fresco, políticamente consciente, que alivia y desempolva el género aracnofóbico, habitualmente asociado a pequeños pueblos y ciudades estadounidenses, como ocurre en títulos tan dispares como las dos Tarántula, tanto la de 1955 como la de 1977, la prototípica Aracnofobia (1990), la también popular Arac Attack (2002) o la más reciente Itsy Bitsy (2019).

Vermin: La plaga posee todo el humor, la acción, el terror y espectacularidad de sus precedentes clásicos, sumado a un inteligente toque de realismo y actualidad, que la salva de la tentación de la nostalgia, así como del retro ochentero o cincuentero, situándola en pleno siglo XXI, por encima de títulos como The Giant Spider (2013) o, sin arañas pero con una premisa muy similar, Attack The Block (2011).

Si bien, pese a sus ocasionales pinceladas ecológicas y políticas, lo que vuelve a funcionar a pleno rendimiento es, por supuesto, el escalofrío de asco-miedo que despiertan en nosotros esos seres de ocho patas, con sus extraños y venenosos poderes casi sobrenaturales. Un miedo que viene de muy, pero que de muy lejos.

Arañas infernales 

Desde tiempos inmemoriales, al menos en Occidente, la araña se ha identificado con los poderes del mal, con rasgos netamente demoníacos. Arachne, el personaje de la mitología griega, es un carácter eminentemente trágico, cuya representación como una mujer mitad humana mitad araña sigue muy presente en la iconografía moderna, a través de cierto tipo de femme fatal, que encuentra también un símil especialmente rico en la Naturaleza misma: la viuda negra. Una de las arañas más mortíferas por su veneno, que se caracteriza por devorar al macho de la especie tras la cópula, y a la que Alice Cooper dedicara una de sus mejores canciones, contando con la voz del mismísimo Vincent Price.

Dante y Virgilio encuentran a la trágica Arachne en el Infierno.

Dante y Virgilio encuentran a la trágica Arachne en el Infierno.

Curiosamente, también el folclore japonés recoge este arquetipo sobrenatural de personaje arácnido femenino, devorador de hombres: el jorōgumo o “prostituta araña”, que se transforma en atractiva mujer, seduciendo y llevando a la perdición a los samurái viajeros que se cruzan en su camino.

Nadie ha ilustrado mejor el parentesco entre arañas y mujeres fatales del cine negro que el gran Dan Curtis en su irresistible telefilme La maldición de la viuda negra (1977), que combina la mitología de los nativos americanos con una trama de suspense criminal netamente camp y noir.

Los grimorios de magia y brujería, pero también otros clásicos muy distintos, como la Divina Comedia de Dante, reflejan el parentesco de la araña, como el de otros animales de la noche tan diferentes cual gatos, búhos, ratas, serpientes y murciélagos, con el Mal, los poderes de la oscuridad y el mismo Satanás.

La famosa tarantella del Sur de Italia está asociada tanto a la provincia de Taranto como a la tarántula Lycosa (no confundir con la tarántula vulgar), de la que ambas reciben su nombre, cuya picadura venenosa podía neutralizarse supuestamente por medio de esta frenética danza, relacionada a su vez con antiguos ritos dionisíacos, que devendría después casi diabólica, mirada siempre con desconfianza por la Iglesia.

La cualidad tejedora de la araña la asocia con el Tiempo, la Muerte y la vejez, detalle que encontramos curiosamente reflejado en la película de fantasía y ciencia ficción Krull (1983), mientras sus peculiares características alimentarias, que incluyen en el caso de muchas especies paralizar a sus víctimas con el veneno que segregan sus glándulas, para después absorber sus vísceras y jugos vitales, la semeja también al vampiro en su proceder.

En 1842, Jeremías Gotthelf (seudónimo del escritor suizo Albert Bitzius), publica su obra maestra La araña negra, novela corta entre el relato folclórico romántico, la alegoría moral, el cuento gótico y el costumbrismo realista, donde la protagonista hace un pacto con el diablo que la transforma en araña negra, capaz de extender su pestilente prole por todo el pueblo donde se desarrolla la historia.

Verdadera personificación del Mal y la corrupción humanas, la joven poseída ve en cierto momento cómo una suerte de purulento absceso en su antaño bello rostro se hincha hasta estallar… dejando escapar de su interior una multitud de arañas, que se desparrama maligna por toda la villa. Una escena que mucho tiempo después aparecerá casi literalmente en películas de terror como Los creyentes (1987) o Historias de miedo para contar en la oscuridad (2019).

La cristalina araña de Krull (1983), extraña metáfora del Tiempo y la vejez.

La cristalina araña de Krull (1983), extraña metáfora del Tiempo y la vejez.

Esta encarnación del Mal que asume la morfología de una araña, más imaginaria que real, se apodera de la fantasía de los escritores: Clark Ashton Smith describe con rasgos arácnidos una de las entidades cósmicas de su invención, Attlach-Nacha, que pasará a integrarse en el canon de los Mitos de Cthulhu lovecraftianos. Tolkien incluye arañas gigantes, tan malvadas como peligrosas, tanto en El hobbit como en El Señor de los Anillos, a las que combaten Bilbo y Frodo, quien finalmente deberá hacer frente junto a Sam a la última de su especie, la gigantesca Ella-Laraña.

También Conan, el bárbaro héroe imaginado por Robert E. Howard, se enfrentará en varias ocasiones a criaturas arácnidas de enorme tamaño, tanto en los relatos originales como en las páginas de cómic, lo que harán a su vez el rey de la selva creado por Edgar Rice Burroughs en Tarzán el temerario (1943), los aventureros de infinidad de péplums y fantasías orientales u otros musculosos bárbaros imitadores de Conan, como el italiano Ator el poderoso (1980).

La araña del escritor Hanns Heinz Ewers, el Poe alemán

La araña del escritor Hanns Heinz Ewers, el Poe alemán

Más ambigua, J. K. Rowling introduce en sus novelas de Harry Potter diversas clases de arañas de diferente tamaño, como la gigantesca Aragog o las acromántulas, algunas malvadas y otras no tanto e incluso más o menos amistosas. Para Stephen King, en su monumental e influyente It, la forma final que adopta su expresión cósmica del Mal y la Oscuridad es, al menos en su primera versión televisiva, la de una especie de gigantesca araña que, sin embargo (cosas de King), no será capaz de vencer la red de amor y amistad que une a los protagonistas supervivientes.

En realidad, el arácnido más o menos lovecraftiano de It da mucho menos miedo que la araña humana del relato del mismo nombre: “La araña”, obra del enigmático Hanns Heinz Ewers, padre del cine fantástico mudo alemán. Aquí, es una extraña mujer fatal, de apariencia totalmente normal e indudable belleza, quien desde la ventana de su hogar, donde hila flemáticamente su misteriosa red, es capaz de conducir hipnóticamente a sus víctimas masculinas al suicidio, por medio del simple ejercicio de su fascinadora voluntad.

El tamaño importa

Como hemos visto, uno de los factores con los que juega casi siempre la ficción de horror aracnofóbica o, en realidad, aracnofílica, es el tamaño. Pese a que muchas arañas no son portadoras de veneno mortal alguno (al parecer, de las casi 50.000 especies conocidas, solo unas 175 revisten verdadero peligro para el ser humano), su aspecto y condición bastan para ponernos a la mayoría los pelos como escarpias (o más apropiadamente en este caso “como scorpions”).

Por fortuna, buena parte de los arácnidos en general son de pequeño tamaño, algunos casi invisibles, pero… ¿qué pasaría si adquirieran el de un perro o un gato? ¿Si llegaran a crecer hasta sobrepasar el volumen de un coche o de una casa? El cine siempre los vio a lo grande.

Bilbo contra la araña gigante según Peter Jackson.

Bilbo contra la araña gigante según Peter Jackson.

La era dorada de los monstruos gigantes, los años cincuenta de la Guerra fría y el miedo atómico, nos ofrecieron la deliciosa Tarántula de Jack Arnold (donde en realidad casi asusta más el científico loco acromegálico, afectado por su propio descubrimiento, que la araña del título), clásico pronto imitado por la inferior pero simpática La araña (1958), del experto en gigantismos varios Bert I. Gordon, y mucho después por la tardía Serie B (tirando a Z) La invasión de las arañas gigantes (1975) de Bill Rebane.

El cine directo a vídeo, televisión y plataformas digitales del siglo XXI no ha ido a la zaga, con títulos de irregulares pero siempre repelentes resultados como, entre otras muchas, Arachnid (2001), producción Filmax firmada por Jack Sholder; Arachnia (2003), Arañas devoradoras (2007), Spiders 3D (2013) o la sorprendentemente divertida Megaaraña (2013).

En todas, la radiación, los experimentos genéticos e incluso el origen alienígena “explican” el aumento de tamaño, a menudo ciclópeo, del arácnido antagonista. Quizá por ello destaca más y mejor el enfrentamiento “hombre versus araña” de El increíble hombre menguante (1957), obra maestra de Jack Arnold, basada en la novela de Richard Matheson, donde es un humano el mutante que disminuye imparablemente de tamaño, hasta verse asediado por una hogareña y pequeña araña, convertida en moderno dragón al que deberá vencer tanto con fuerza como con maña.

Tarántula (1955), el clásico de araña gigante de Jack Arnold

Tarántula (1955), el clásico de araña gigante de Jack Arnold

En mayor o menor medida (nunca mejor dicho) todas las películas de terror arácnido juegan con el tamaño. Si bien el número puede ser igualmente espeluznante y de resultados no menos terribles, como vemos en la conseguida Tarántula de John “Bud” Cardos, con sus escalofriantes planos finales de la ciudad cubierta por una espesa capa de telarañas, tanto Aracnofobia, el gran clásico del género, como su muy digna sucesora Arac Attack, no dejan de ofrecernos arañas de buen tamaño, ya sean muchas o una sola reina araña, difícil de matar.

Detalle también presente en Vermin: La plaga, donde una de las consecuencias del mecanismo defensivo darwinista de sus arañas consiste en aumentar rápidamente de tamaño frente a sus rivales humanos.

Únete a ellas

Pese al asco, el miedo y repugnancia que las arañas provocan en buena parte de la humanidad, siguen resultando criaturas fascinantes en su diferencia y distancia absoluta respecto a nosotros. De ahí, el éxito de filmes como algunos de los citados, especialmente la ingeniosa Aracnofobia, que supo calibrar la risa y el humor necesarios para sobrellevar casi dos horas atrapados en compañía de arañas asesinas recorriendo la pantalla de arriba a abajo.

Como Kaleb, el bienintencionado pero desastroso protagonista de Vermin: La plaga, interpretado por el joven Théo Christine, son muchos quienes coleccionan en terrarios arañas a veces de especies venenosas, atraídos por su aspecto y cualidades peligrosas, alienígenas y esencialmente inhumanas, proporcionándoles como alimento otros insectos y hasta pequeños mamíferos o pájaros.

La leyenda, el mito y el folclore otorgan a los arácnidos poderes hipnóticos y vampíricos. Depredadores perfectos, astutos, silenciosos, rápidos y eficaces como máquinas de matar. ¿Por qué no unirnos a ellos, en lugar de combatirlos? Incluso, quizá, fundirnos con ellos.

El increible Spiderman, un héroe arácnido al servicio del bien

El increible Spiderman, un héroe arácnido al servicio del bien

Aunque Spiderman, el personaje Marvel por excelencia, no lo busca de forma premeditada, en su caso, la picadura de una pequeña araña radiactiva dará lugar al nacimiento de un superhéroe dotado de todas las “virtudes” arácnidas citadas y otras muchas, incluyendo su famosa red pegajosa para detener criminales, que el bisoño Peter Parker aprenderá a poner al servicio del bien. Por el contrario, alguien a quien eso de que “un gran poder conlleva una gran responsabilidad” se la trae más floja que la tela de una araña muerta, es al delirante, feo y misterioso Spider británico.

Dotado por su inventiva genial de aparatos que le dan los poderes de un arácnido (o algo así), lo que unido a su peculiar aspecto hace pensar en un posible origen extraterrestre, este Hombre Araña de la editorial inglesa Fleetway comienza su carrera como “rey sin corona del hampa”, utilizando sus habilidades insectiles para el crimen y el mal, igualando o superando las hazañas de Fantomas.

Solo se pondrá al servicio de la ley y el orden cuando, harto de no encontrar competidores dignos de tal nombre entre los villanos al uso, decida combatir su aburrimiento existencial haciendo la vida imposible a sus antiguos socios y cómplices. Una actitud que, no sabría muy bien decir por qué, resulta mucho más arácnida que la de su contrapartida yanqui.

El Spider británico, un héroe arácnido más allá del bien y del mal

El Spider británico, un héroe arácnido más allá del bien y del mal

Sin embargo, pese a este par de exitosos héroes capaces de tejer sus redes contra el mal con instinto y eficacia dignas de Ella-Laraña o de “La mente araña” del relato clásico de ciencia ficción de Fritz Leiber, las fusiones ser humano-arácnido no suelen acabar bien. Desde el mito de Arachne hasta la asesina fatal de La maldición de la viuda negra o “La araña” de Ewers, pasando por el body horror primitivo de la alemana Horrors of Spider Island (1960) o el metafórico y psicológico del Spider (2002) de Cronenberg, según Patrick McGrath, da la impresión de que las características propias de las arañas —o de los escorpiones, pensemos en El rey escorpión (2002)— solo casan bien con las humanas para ejercer el mal o con horribles consecuencias.

Una lección que ofrece con inteligente ironía pulp la simpática Araña mutante (2002), de Scott Ziehl, cuyo híbrido protagonista y freak lector de cómics se convierte en versión monstruosa del propio Spiderman, en un híbrido cinematográfico (o televisivo en este caso) entre la película del personaje Marvel y La mosca (1986) de Cronenberg. Remake esta última, por cierto, de aquella Serie B dirigida por Kurt Neumann en 1958, adaptando el cuento de George Langelaan, cuyo mítico final no deja de ser también una muestra de horror arácnido peculiarmente angustiosa.

Gigantes o pequeñas. Una sola, grande y libre o muchas e innumerables. Peludas y babeantes o mecánicas y chirriantes. De peluche o infográficas. En stop motion o animatrónicas. “Simples” artrópodos, híbridas o incluso con forma humana. Venenosas, caníbales o infecciosas. Mutantes, prehistóricas o alienígenas… Las arañas, como demuestra Vermin: La plaga, siguen tejiendo una compleja, pegajosa y espesa red de horrores, metáforas, miedos y fascinación a través del cine y la ficción fantástica y de horror del siglo XXI.

Y, a lo que parece, seguirán haciéndolo hasta el final de los tiempos, cuando la madeja haya sido destejida por completo y solo quede la Oscuridad.