El objetivo último del filme es formulado por el propio Preciado desde su narración en off, que toma la forma de misiva dirigida a la autora de Una habitación propia: “¿Cómo filmar, hoy en día, la biografía de una persona trans?”. La respuesta llega de la mano de una obra híbrida y polifónica, en la que catorce ‘Orlandos’ contemporáneos (quince, si incluimos al cineasta) relatan sus experiencias personales al tiempo que escenifican, en clave romántica y trash, diferentes pasajes de la novela de Woolf.

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Demoliendo la frontera entre el documental y la ficción, y abrazando las formas del cine-ensayo godardiano, Preciado elabora una película que cabalga embravecida sobre las aguas del testimonio confesional, el ejercicio de agitación pop –”No dejes que Freud y Lacan se metan en tus sueños y te coman el tarro”, reclama una canción con letra del propio director– y una ambivalente relación con la figura de Woolf.

Al comienzo, Preciado afirma que nunca ha escrito su biografía “porque la capulla de Virginia Woolf la escribió por mí en 1928”. Una provocación que llega acompañada de una disculpa y, más adelante, de un lúcido abordaje al original literario. De hecho, el cineasta novel sale airoso del desafío que supone recrear la inigualable escena de la transformación de Orlando de hombre a mujer. Allí donde Woolf construía una fulgurante e irónica fuga alegórica, protagonizada por Nuestras Señoras de la Pureza, la Castidad y la Modestia, Preciado convoca a unas irreverentes diosas trans.

Cabe apuntar que, en ciertos pasajes, el Orlando de Preciado se distancia de su esencia profana para tantear un registro más afectado: “Estamos cambiando el curso de la historia”, afirma con gravedad el director. Pero la naturaleza lúdica y tentativa de la película no deja de ofrecer hallazgos notables: unos fundidos encadenados refuerzan el carácter fluido de la representación; la superposición de voces afianza la dimensión coral de la obra; y el elegante recitado en off de Preciado condimenta la prosa en español con una pizca de cadencia afrancesada.

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Estamos ante un ejemplar ejercicio de estilo, pero también ante una emocionante defensa no solo de los derechos de la comunidad trans, sino también de la posibilidad de vivir a la manera de Orlando. En el ensayo Manifiesto contrasexual, Preciado demandaba la equivalencia de todos los “cuerpos-sujetos hablantes”. Ahora da voz a sus iguales, ensalza sus bellas sonrisas desafiantes, y celebra sus vidas convertidas en obras de arte “sin ley, sin Dios y sin género”.