Jonathan Groff y el actor y luchador Dave Bautista en 'Llaman a la puerta'

Jonathan Groff y el actor y luchador Dave Bautista en 'Llaman a la puerta'

Cine

'Llaman a la puerta': el nuevo cuento de terror apocalíptico de Shyamalan funciona como una bala

El director, que domina el cine de género, combina la defensa acérrima de la familia de 'Señales' con la advertencia ecológica de 'El incidente'

3 febrero, 2023 02:03

Entre el blockbuster y un toque indiscutiblemente personal, M. Night Shyamalan (Mahe, India, 1970) ha construido una filmografía atípica. Célebre por El sexto sentido (2000) y por sus sorprendentes giros de guion, el director de Filadelfia de origen indio ha tratado el asunto del fin del mundo pero “con mensaje”. Lo vimos en Señales (2002) con una invasión alienígena o en El incidente (2008), en la que la población comenzaba a suicidarse en masa. En Llaman a la puerta, la película que estrena este viernes, vemos una defensa acérrima de la familia como en la primera y una advertencia ecológica como en la segunda.

A Shyamalan le sienta bien el género, es un cineasta que brilla mucho más con historias modestas que con grandes epopeyas (véase el pequeño desastre de Airbender, el último guerrero). Llaman a la puerta, muy apegada a las convenciones del slasher, funciona como una bala. Narra el secuestro de una familia por parte de unos tipos liderados por el “gigante” Leonard (el luchador de wrestling Dave Bautista).

Encerrados en una cabaña perdida en el bosque, sin cobertura, el matrimonio formado por dos hombres, “papá Andre” (Ben Aldridge) y “papá Eric” (Jonathan Groff), junto a su niña adoptada asiática, deberá enfrentarse a unos villanos muy peculiares. Según los secuestradores, por motivos inexplicables, la familia ha sido elegida para salvar el mundo del Apocalipsis, cosa que solo pueden conseguir sacrificando a uno de ellos.

El clima de paranoia y ansiedad actual, marcado por el miedo nuclear, la reciente pandemia y la catástrofe climática, insufla a la película una ambición mayor que la de “mera” película de terror protagonizada por unos psicópatas que matan uno a uno a unos inocentes (suelen ser jóvenes) en un rincón apartado del mundo. Ahí están clásicos del subgénero como Posesión infernal (Sam Raimi, 1981) o La cabaña en el bosque (Drew Goddard, 2012). Shyamalan se basa ahora en la mitología del Apocalipsis de la Biblia con plagas y rituales ceremoniales, en una película que funciona mejor cuanto más se acerca al género puro.

El director considera que el terror es la mejor manera de refrenar su tendencia a lo sentimental. Su saga sobre un psicópata con personalidades múltiples protagonizada por James McAvoy, Múltiple (2016) y su secuela, Glass (2018), ya funcionaba como un reloj. Cineasta con un dominio certero de los mecanismos del género, este pequeño y sangriento cuento moralizante atrapa y da miedo. Incluso su inverosímil premisa argumental, con esos secuestradores que parecen los Cuatro Jinetes del Apocalipsis en versión clase media estadounidense.

Lo mejor de la película es la cuidada planificación en la que el peso del horror recae sobre los rostros de los sufridos protagonistas, utilizando con frecuencia el fuera de campo para que sea el sonido lo que nos aterre. De susto en susto, al final la estrella acaba siendo ese carismático Dave Bautista interpretando a un villano que nunca quiso serlo.