Vittorio Gassman, entre Renato Salvatori y Marcello Mastroianni, en 'Rufufú' (1958), de Mario Monicelli

Vittorio Gassman, entre Renato Salvatori y Marcello Mastroianni, en 'Rufufú' (1958), de Mario Monicelli

Cine

Vittorio Gassman, vuelve ‘Il Mattatore’

Seductor, charlatán, camaleónico, pícaro... superviviente. Vittorio Gassman lo fue casi todo. También provocador e icono de la “italianidad”. A los cien años de su nacimiento recordamos al gran actor de teatro y al protagonista de películas como 'Rufufú', 'La gran guerra' o 'El estafador'

5 septiembre, 2022 00:55

En los años noventa, precediendo a la depresión de sus últimos años en vida, ‘Il Mattatore’ Vittorio Gassman (Génova, 1922 - Roma, 2000) volcó toda la ironía de su talento en recitar instrucciones de uso, prospectos de medicamentos y recibos del agua, entre otras banalidades.

Su apasionada forma de declamar frente a la cámara no variaba un ápice respecto al sentido dramático de una de las tantas piezas de Shakespeare que había llevado a escena durante décadas. Esa era la gracia de la sección que protagonizó en el programa televisivo de máxima audiencia El túnel en la cadena pública italiana, desde la que siguió conquistando a sus compatriotas aun a costa de burlase de su propia imagen de actor cómico y creador intelectual.

El reciclaje de su estatuto cultural en la Italia de Berlusconi adoptaba para la televisión, en cierto modo, la vulgaridad ilustrada que le hizo popular y le convirtió en icono de la idiosincrática “italianidad” durante la posguerra: el charlatán, el buscavidas, el seductor… el superviviente.

Aunque después de conquistar las tablas debutó en la pantalla con Preludio d’amore (1946, Giovanni Paolucci) y destacó con su participación en la memorable Arroz amargo (1948, Giuseppe de Santis), fue con la dupla de Mario Monicelli Rufufú (1958) y La gran guerra (1959), verdadero patrimonio de las artes en toda su extensión, donde Gassman inscribió su ADN cinematográfico, su modo de encontrar en la pantalla el reconocimiento del que ya disfrutaba en el teatro.

Ductilidad física

En la compañía teatral de Luchino Visconti, donde coincidió por primera vez con Marcello Mastroianni, su ductilidad física le permitió interpretar tanto al vigoroso Kowalski de Un tranvía llamado deseo como al transformista Gamínedes de la shakesperiana Como gustéis.

Ya internacionalizado, en pleno auge de coproducciones históricas contratado por la MGM, su popularidad sedujo a Elizabeth Taylor en Rapsodia (1954, Charles Vidor) y compartió reparto con Henry Fonda, Mel Ferrer y Audrey Hepburn en Guerra y paz (1956, King Vidor), pero a pesar de la enorme celebridad y el éxito profesional que le reportó su actividad en el cine de los cincuenta, nunca abandonó la escena.

Acaso en el momento justo, fue sin duda el genio de Dino Risi quien dio con la horma de su zapato cinematográfico, expandiendo el alcance de sus múltiples talentos como intérprete. En El estafador (1959), primera de sus fructíferas colaboraciones juntos y origen del sobrenombre ‘Il Mattatore’, Gassman interpreta con 36 años a un actor de segunda que practica el arte del timo adoptando todo tipo de roles y personalidades en un guion prácticamente concebido en sketches para su lucimiento.

Así, el papel de Gerardo Lattini le permitió exhibir su aura teatral, su amplio catálogo de acentos, dialectos y lenguas (hablaba inglés y francés con absoluta fluidez), así como su naturaleza camaleónica y transformista, en ningún caso manifiesta detrás de un cuerpo alto y robusto, de un rostro y un verbo absolutamente seductores. Un galán que podía serlo casi todo.

Tan necesario fue Risi para Gassman como Gassman para Risi en el crecimiento de sus respectivas carreras. El estafador fue raíz de un tándem esencial para el cine italiano, que nos llevó por La escapada (1963) a lomos del Lancia Aurelia donde la vieja y la nueva Italia se disputaban un lugar en el infierno del ferragosto, y poco después también por los latifundios argentinos en la sofisticada Il Gaucho (1966), donde en la piel del representante de una diva del cine Gassman radiografiaba con humor y amargura los sueños rotos de la emigración italiana al otro lado del mundo.

Vittorio Gassman y Jean-Louis Trintignant en 'La escapada'

Vittorio Gassman y Jean-Louis Trintignant en 'La escapada'

Devorado por sus propias máscaras

Para ver crecer y envejecer a ‘Il Mattatore’, y el modo en que fue destilando su propia esencia como intérprete, hasta ser él mismo devorado por sus propias máscaras, bastaría con seguir la progresión de los títulos que protagonizó para el gran Risi en sus mutaciones por las corrientes humanistas y políticas de la comedia all’italiana.

La sátira inmortal Il monstri (1963) recae toda ella sobre las espaldas mutantes de Gassman y Ugo Tognazzi, pareja eterna de cómicos, encarnando una fabulosa galería de imbéciles machistas que practican el cinismo perverso con convicción. En Perfume de mujer (1974), la seductora madurez con barba, el corazón enterrado bajo el buscavidas que vendería a su mamma por su supervivencia; en En nombre del pueblo italiano (1971) y Caro Papa (1979), el cine de Risi / Gassman transforma la risa por la reflexión política tras el boom económico de los sesenta, y pierde la relevancia de Il tigri (1967) o el oportunismo socio-cultural de Il profeta (1968).

Con todo, sería injusto ignorar las mascaradas de Gassman más allá de Risi, Monicelli y Ettore Scola, que fueron también tres de sus amigos más cercanos. Apenas son notorios sus contados trabajos tras la cámara, más allá de los duelos interpretativos de La coartada (1969) y de la curiosa película que hizo con su hijo Alessandro –del tercero de sus cuatro matrimonios, con la actriz Juliette Maynel– en torno a la relación de ambos a lo largo de una década, en De padre a hijo (1982).

Los grandes personajes de su filmografía fueron todos ellos en cierto grado construidos sobre el imaginario del simpático embaucador sin escrúpulos, pero con un fondo de ternura, como el asistente de un director de teatro en México que protagoniza la alocada ¿Qué nos importa la revolución? (1971, Sergio Corbucci).

Luigi Zampa, Luigi Magni, Franco Rossi… con todos ellos amplió catálogos y registros de la comedia italiana, si bien no tuvo la suerte perseguida con su participación en títulos menores de grandes autores como Roberto Rossellini, Vittorio de Sica, Alberto Lattuada o Marco Ferreri. El colofón de sus apariciones cinematográficas, con La cena (1998) de Scola, le permitió despedirse a la altura de su leyenda en ese tránsito en que el cine se convirtió ya en otra cosa.