Anna Bofarull. Foto: Perfil de Twitter de la autora

Anna Bofarull. Foto: Perfil de Twitter de la autora

Cine

Anna Bofarull: “Quiero que el dolor de las mujeres de Oriente Medio se sienta igual de próximo”

La tragedia de la guerra en Siria y el ominoso Estado Islámico salta a la pantalla en una película española, 'Sinjar',  en la que tres mujeres muy distintas nos ofrecen diferentes perspectivas del horror

1 julio, 2022 02:55

Lo peor de la guerra siria no solo es que en realidad no ha terminado, sino que de haberlo hecho, habría ganado el malo, Basher Al Assad. Más de cinco millones de personas han abandonado el país desde que estalló un conflicto que ha tenido repercusiones sísmicas como la ola de refugiados en Europa o la breve, pero trágica, aparición del Estado Islámico en el Kurdistán. Sinjar es el nombre de una ciudad de ese convulso norte de Irak, casi en la frontera siria, donde los radicales instalaron su reino del terror.

Conocemos la tragedia de la mano de tres mujeres muy distintas. Por una parte, Carlota (Nora Navas), una enfermera de Barcelona que descubre con lógico terror que su hijo se ha convertido en un radical cuando emigra al Estado Islámico. Por la otra, la yazidí Hadia (Halima Ilter), queda atrapada en territorio yihadista y es esclavizada por una familia con la que vive junto a sus tres hijos. Finalmente, Arjin (Eman Eido), consigue escapar y se une a las milicias kurdas formadas por mujeres.

Tres mujeres en lucha contra un horror que la película retrata en toda su crudeza. Y eso que la directora, Anna Bofarull (Tarragona, 1973) cuenta que en su investigación escuchó relatos aún peores. Dice la cineasta: “Se plantea un reto al espectador para que pueda empatizar con estas mujeres y sentirlas como iguales sin la excusa de la diferencia cultural”.

Pregunta. ¿Cómo surge su interés por la tragedia siria y el Estado Islámico?

Respuesta. En 2014, cuando seguía las noticias, me enteré de la existencia del Estado Islámico y de las mujeres que fueron secuestradas para ser utilizadas como esclavas sexuales. Me conmovió mucho que coetáneas mías pudieran estar pasando por un horror semejante. A partir de allí quise saber más y descubrí la existencia del ejército kurdo formado por mujeres. Fue así como nació la película. En esa investigación también me enteré de la tragedia de madres como Carlota que de repente un día se enteran de que sus hijos son fundamentalistas cuando ya se han marchado a hacer la yihad.

"La amenaza del radicalismo, de los que quieren imponer una única visión del mundo, no ha desaparecido"

P. ¿Con el final del Estado Islámico se acabó la tragedia?

R. No existe como tal ahora mismo, pero los que formaban parte de él siguen allí. La amenaza del radicalismo, de los que quieren imponer una única visión del mundo, no ha desaparecido.

P. ¿Quería destacar el valor y la resiliencia de estas mujeres que pasan por situaciones espantosas?

R. Desde la distancia nos podemos preguntar cómo podemos soportar eso. Después descubres en ese horror normalizado que las personas podemos aguantar mucho. Hay algo que nos impele a no rendirnos y a encontrar siempre una pequeña esperanza. Es algo que también he querido que esté en las tres historias.

P. ¿Es también una víctima ese joven barcelonés de clase media que acaba enrolado en el Estado Islámico?

R. Marc es uno de los personajes más oscuros de esta historia. Vemos en la película cómo se ha ido a lo más oscuro y tenebroso. Carlota (Navas) se pregunta si habrá sido capaz de matar o de violar a alguien y se dice que ella no le ha enseñado eso. Podemos ser víctimas de nuestras circunstancias pero también verdugos.

P. ¿Tenia algún contacto previo con el mundo islámico?

R. No tengo ningún vinculo previo. Cuando decidí hacer la película me fui para allá en 2016. Estuve en Mosul (antigua capital del Estado Islámico) y en los campamentos de desplazados del Kurdistán iraquí. Estuve hablando con muchas mujeres y escuchando su relatos, allí establecí un compromiso emocional importante de dejarme la piel.

P. El cine español raramente trata asuntos que no son directamente españoles. ¿Quería dar su punto de vista?

R. Hay una dificultad obvia de financiar una película así desde España, estamos hablando de un país extranjero y extra comunitario. Se plantea un reto al espectador para que pueda empatizar con estas mujeres y sentirlas como iguales sin la excusa de la diferencia cultural. Vemos a esa mujer de Barcelona que baila en discotecas y también a dos mujeres orientales y quiero que su dolor se sienta igual de próximo. A veces cuando vemos las noticias de Oriente Medio parece que ya están condenados y nadie está preparado para vivir algo así.

P. No entra en el análisis político de la situación. ¿Quería poner esa empatía en primer plano?

R. No quería que la película fuera un análisis histórico. Lo que quiero es compartir un viaje emocional con el espectador en el que vemos las consecuencias de una guerra internacional. Es una película en la que hablan kurdo y catalán, quería que fuera muy local y muy real y al mismo tiempo hay algo muy universal como ese dolor compartido con el que podemos conectar. Estamos abrumados por datos que muchas veces no acaban significando nada. Se trata de llegar donde no llega la noticia y eso se trabaja desde la emoción.

"En ese horror normalizado, las personas podemos aguantar mucho"

P. ¿Qué nos puede contar sobre esas Unidades Femeninas de Protección formadas por mujeres kurdas?

R. Han sido un pilar básico en la lucha contra el Estado Islámico y de los kurdos. Juegan un papel muy importante y vemos cómo las mujeres kurdas quieren ganar su espacio en una sociedad más conservadora que la nuestra. Su idea es “nos defendemos nosotras, no nos defiende nadie” y están dispuestas a acabar con el patriarcado. Muchas de ellas, como el personaje de Arjin, pasaron de un extremo a otro. Primero fueron utilizadas como esclavas sexuales y luego empuñaron las armas. Quería retratar ese viaje que hace tan radical.

P. Retrata con toda su crudeza la maldad del fundamentalismo islámico, ¿no quería ofrecerle ninguna justificación en los males de Occidente, por ejemplo.

R. No es un ataque a la religión en sí. En la película vemos el contraste entre el respeto al ser humano y el amor que predican en un contexto de destrucción total. El problema no es tanto la convicción personal de cada uno, sino esa idea de que hay que exterminar a todo aquel que no piensa como tú.

P. ¿Comenzamos a ser conscientes de cómo la violencia sexual contra las mujeres es una parte fundamental del horror de la guerra?

R. El género bélico casi siempre se centra en los hombres, son sus historias. Es hora de comenzar a explicar la historia de las mujeres.