Image: Cómo el cine robó la Navidad

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Cine

Cómo el cine robó la Navidad

20 diciembre, 2018 01:00

El Grinch vestido de Santa Claus

La gran pantalla ha contribuido a crear una imaginería y un concepto de festividad navideña blanca y pura de los que se ha retroalimentado con la realidad contemporánea, un ejemplo de a lo que Oscar Wilde se refería con lo de que la vida imita al arte que, probablemente, le hubiese gustado desmenuzar con ironía. A falta de su afilada pluma, hay películas que han rebatido a este tipo de ficciones desde dentro, utilizando sus propios tópicos en clave de humor y terror.

Navidad, en el séptimo arte, es cuando los simpáticos urbanitas de Love actually (Richard Curtis, 2003) encuentran el amor entre copos de nieve y cuando el entrañable banquero de ¡Qué bello es vivir! (Frank Capra, 1946) recupera las ganas de vivir guiado por un ángel, pero también equivale a que el esqueleto protagonista de Pesadilla antes de Navidad (Henry Selick, 1993) envíe juguetes endiablados a perseguir a los niños y a que el traumatizado Santa Claus de juguetería de Noche de paz, noche de muerte (Charles E. Sellier Jr., 1984) reparta hachazos como regalos. Y es que, en contraposición al cine que presenta unas fiestas dulces y deseables, hay otro que se 'venga' de esa supuesta blancura con historias que tiñen de negro, por el humor, y de rojo, por el terror, esta tradición invernal.

Algunos de estos filmes han instaurado sus propios mitos navideños, es el caso de El Grinch (Ron Howard, 2000), una cinta cómica de culto, sobre todo, por su estética recargada y deliberadamente artificiosa, que hace zoom sobre los aspectos más superficiales de estas fiestas a fin de que el espectador sea consciente de su inseparable comercialidad. Los primeros planos de la película, de la que se estrena un remake animado el próximo día 30, ya apuntan al desacerbo consumista de los habitantes de Whoville, donde se localiza la historia, con una caja registradora que no para de ingresar billetes y largas colas de estresados personajillos de nariz puntiaguda y peinados imposibles que pasan de una tienda a otra a comprar el espíritu navideño. Así, queda representado que en la aldea más navideña posible la principal ocupación de quienes la habitan sería comprar.

La niña protagonista es la única de su especie capaz de reconocer el marcado carácter superficial de esta fiesta, con lo que la película desmota el tópico de que se dirija a los infantes. Por el contario, sus padres están obsesionados por tener las luces más espectaculares, cueste lo que cueste y aunque tengan que utilizar velas en el interior de su hogar, lo que importa es que cieguen las de fuera. Un derroche que el Grinch, firme en su odio a todo lo navideño, conoce de cerca, puesto que vive en el vertedero de las afueras de Whoville, donde van a parar toneladas de objetos rojos, verdes y amarillos año tras año.

Sin duda, el punto culminante de esta crítica a la Navidad se encuentra en el monólogo del duende verde, en el que echa en cara a sus vecinos que "la avaricia nunca termina" y "todo es sobre los regalos". Afirmaciones que, junto al robo de los juguetes, despiertan el genuino sentimiento de amor fraternal que destacan otras películas, pero que acaba diluido por un desenlace "bonito" que lo es porque se recuperan los presentes. Al final, el Grinch tenía razón.

Copos de sarcasmo

Otra cinta de culto que se carcajea de esta celebración es la inmortal Pesadilla antes de Navidad, en la que su protagonista, Jack, un esqueleto de sonrisa aterradora que es la antítesis del bonachón y dulce Santa Claus, tiene dificultades para comprender en qué consiste y cómo funciona esta fiesta. Cuando cruza la puerta desde el "mundo de Halloween" hasta el navideño, muy similar a Whoville, queda fascinado por las luces y colores que adornan las casas de sus habitantes y por los juguetes que estos producen, pero no es capaz de saber por qué. Con esto, la película resalta con sarcasmo lo incomprensible que resulta esta festividad por su falta de racionalidad a quien no se la hayan inculcado. A Jack le gusta la parte superficial, pero no encuentra nada más debajo.

Jack es el protagonista de Pesadilla antes de Navidad, un esqueleto que reparte regalos diabólicos

De regreso a su fría ciudad, en la que sus habitantes buscan causar la primaria reacción del miedo a sus víctimas, Jack se obsesiona con lo que ha visto y trata de comprenderlo y reproducirlo. Vacío de carne y de órganos más allá de un supuesto cerebro recubierto por su redondo cráneo al aire, este personaje sólo tiene como armas la razón y el pensamiento lógico para descifrarla. Resulta especialmente ejemplificador el momento en el que, en pijama y con expresión de obcecación, lee El método científico sin salir de su extrañeza. Ciencia y Navidad, o mejor dicho, razón y Navidad no casan.

Confuso pero contagiado por un espíritu navideño que no comprende, Jack decide sustituir a Papa Noel en su cometido, pero sus regalos, en lugar de repartir alegría, siembran el caos en el mundo humano al tratarse de diabólicos muñecos que atacan y engullen a sus supuestos dueños. Este concepto, recogido años después en la poco destacable Krampus (Michael Dougherty, 2015), plasma los tradicionales obsequios como objetos malvados que se vuelven en contra de quienes los obtienen al convertirlos en consumistas en estas fechas que, se supone, deberían ser, sobre todo, espirituales.

Polvorones ensangrentados

Si bien las películas mencionadas revierten el ideal de Santa Claus, personaje de objetivo puramente comercial, ninguna lo hace de forma tan fulminante como Noche de paz, noche de muerte, una cinta de serie B en la que un cutre asesino vestido con el tradicional traje rojo mata a los padres de un niño llamado Billy que, desde entonces, crece traumatizado y atormentado por la figura del hombre de barba blanca al que el resto del mundo adora. Se trata de un filme que, a diferencia del resto de los abordados, no solo critica el carácter mercantil de la fiesta, sino también su vinculación religiosa, ya que el ambiente represivo del orfanato de monjas en el que se cría el protagonista influye en su visión torcida de la misma.

Las 'hermanas' tratan de forzar a Billy a que le guste la Navidad, e, incluso, ya de adolescente, empieza a trabajar en una juguetería. Sin embargo, esta 'sobredosis' de espíritu navideño acaba por convertirle en un asesino insensible que, en Nochebuena, sale a la calle hacha en mano para castigar a quienes hayan sido 'traviesos'. De esta forma, la fiesta queda retratada como un periodo que, en lugar de sacar lo mejor de las personas, saca lo peor. Una sentencia que se subraya, de nuevo, con humor negro, aunque no queda claro si este es intencionado o los primeros planos de hachazos y peleas poco creíbles, los gritos exagerados, los desnudos gratuitos y las muertes estrambóticas van en serio.

En Noche de paz, noche de muerte un asesino se disfraza de Papá Noel

Menos serie B y más slasher tradicional resulta Navidades negras (Bob Clark, 1974), en la que la que unas chicas adolescentes son acosadas por un asesino a través de cuyos ojos ve el espectador las muertes. Localizar la acción en el periodo navideño puede parecer meramente circunstancial en ausencia de los ya vistos Santa Claus armados y juguetes endemoniados, pero, en realidad, no viene sino a recordar que estas fiestas son como cualquier otro momento del año, con sus desgracias y miserias, no un momento 'mágico' de felicidad instantánea.

Las jóvenes viven en una fraternidad de ambiente libertino y hippy, por cuyos rincones se pueden observar botellas de alcohol medio vacías y posters sonrojantes. El foco se pone así en el carácter festivo y despreocupado de estas fechas, que relaja a las protagonistas y las hace más vulnerables al ataque de un asesino que, a pesar de que convive con ellas, son incapaces de descubrir hasta que es demasiado tarde. Un psicópata que, por cierto, nunca es atrapado para dejar la sensación de miedo de que, en cualquier momento, puede volver a atacar, sea Navidad o no.

Como apunte, cabe mencionar una escena de Cuentos de ultratumba (Freddie Francis, 1972) que se ha hecho viral en los últimos tiempos por estar protagonizada por la popular actriz Joan Collins y que proyecta la misma idea que las cintas que se estrenarían años después. Una mujer asesina a su marido en Nochebuena para robarle su dinero y, a su vez, es atacada por un Santa Claus que se ha fugado esa misma noche, con lo que la codicia y frivolidad propia de estas fechas es castigada por uno de sus máximos exponentes. Al final, va a resultar que no hay tanta diferencia entre el hombre de rojo y el hombre del saco.