Pocos directores pueden hablar de cine con tanta autoridad como Mario Camus (Santander, 1935). Le avala una trayectoria de seis décadas, con 27 películas a sus espaldas, además de varias series de televisión y numerosos guiones escritos, tanto para sí mismo como para otros directores. Ha repasado su trayectoria y ha compartido su visión del cine en una conversación con el escritor y periodista Manuel Hidalgo con motivo de la tercera jornada del curso Mario Camus, la escritura de las imágenes, que organiza en El Escorial la Universidad Complutense con el patrocinio de Santander Universidades y la colaboración de El Cultural.

El director de La colmena (1982) ha comenzado recordando sus orígenes en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC), donde convivió con una generación privilegiada, la denominada como Nuevo Cine Español, un grupo formado por figuras como Basilio Martín Patino, Carlos Saura o Miguel Picazo. "En ningún momento esperamos que nuestras carreras fueran a durar tanto -ha confesado-. El cine era nuestra obsesión y queríamos dedicarnos a ello, pero nunca tuvimos grandes pretensiones".

Aunque desde el principio destacó también por su talento para escribir, hasta el punto de que Saura llegó a creer que él jamás sería director y se dedicaría a la literatura "lo que pasaba -bromea Camus-, es que los escritores no ganaban nada, así que decidí centrarme en la dirección de cine". Además, el hecho de que todos le vieran así constituyó una ventaja para él, porque nadie se daba cuenta de lo que hacía. "Así que irrumpí en Madrid de incógnito".

Confiesa que en su etapa de juventud admiraba a todos los grandes directores del Hollywood clásico, como David Lean, John Ford o William Wyler, pero también a la generación de españoles inmediatamente anteriores a él, con Luis García Berlanga y Juan Antonio Bardem a la cabeza, así como a alguno de los grandes de los 50, como Sáenz de Heredia o Antonio del Amo.

El estilo del cine de Mario Camus se caracteriza por su sobriedad, elegancia, funcionalidad y discreción, con todas las herramientas puestas al servicio de la historia y la verdad. "Pero no es algo sólo propio de mi cine, todos nosotros -se refiere al Nuevo Cine Español- éramos así. No pretendíamos llamar la atención". Lo que primaban eran las historias, lo importante era tener algo que contar. "Es que el cine es un oficio de gente humilde. Es demasiado complicado para presumir. Hay que tener demasiadas cosas en la cabeza, no podemos tener tiempo para ser vanidosos".

En este sentido, reconoce que en sus créditos evita la etiqueta "una película de" y prefiere "dirigida por", ya que "en una película trabaja tanta gente que decir que es solo tuya me resulta muy arriesgado". Cuando se desarrolla un film, hay muchos departamentos involucrados, muchas artesanías diferentes y todas son, en su opinión, indispensables. Camus recuerda entonces que, cuando entraba en el estudio para rodar, se daba cuenta de que dependía de muchísimas personas para hacer su trabajo, especialmente de los actores, "porque sin ellos, los directores no seríamos nada".

En una charla llena de anécdotas de su pasado, afirma que, a pesar de haber dejado el cine hace más de diez años (su última película, El prado de las estrellas, se estrenó en 2007), no echa de menos nada de aquellos años, vive ocupado en pasar los días y no piensa en absoluto en el cine. De hecho, "a veces, cuando oigo mi nombre y hablar de mis películas, me parece que están hablando de otra persona".

Mario Camus durante el rodaje de La casa de Bernarda Alba (1987)

Consultado por Manuel Hidalgo, director del curso, por la relación entre su cine y la literatura, que es uno de los objetos centrales sobre los que trata Mario Camus, la escritura de las imágenes, explica que es algo natural. El director es un ávido lector y ha compartido amistad con varios de los más ilustres escritores del siglo XX español, como Rafael Sánchez Ferlosio o Carmen Martín Gaite. Asiduo de las tertulias del madrileño Café Comercial, donde escuchó a estos y otros escritores, ha recordado con especial cariño a su amigo de juventud Ignacio Aldecoa, "un hombre fantástico", que falleció prematuramente a la edad de 44 años en 1969.

También ha hablado con particular afecto de Los santos inocentes. Recuerda perfectamente el momento en que, en enero de 1981, compró y leyó la novela de Delibes, y que, "a medida que leía, iba viendo la película entera en mi mente". Así que, tras el reciente éxito obtenido por su versión de La colmena, decidió adaptarla. Después de un tiempo de lucha y negociación por que le produjeran la película, comenzó el rodaje. Todo lo demás fue sobre ruedas. "Lo más grato de hacer Los santos inocentes fue mi amistad con Miguel". A raíz de aquello, se cartearon a menudo, el autor se mostró sorprendido y agradecido por el éxito de la película y mantuvieron su relación hasta la muerte del novelista en 2010.

Camus y el teatro

Además de la conversación entre Camus y Manuel Hidalgo, a lo largo de la tercera jornada del día han tenido lugar otras dos conferencias. La primera de ellas, Palabras mayores, era continuación de la que tuvo lugar el día anterior con el mismo nombre, fue impartida por José Manuel González Herrán, catedrático emérito de la Universidad de Santiago de Compostela, y se ha centrado en las adaptaciones que Camus realizó a partir de obras teatrales, particularmente en La leyenda del alcalde de Zalamea, realizada en 1972 a partir de la obra de Calderón de la Barca, y en La casa de Bernarda Alba, adaptación de 1987 de la obra de Lorca.

González Herrán ha asegurado que "la valentía de Camus queda patente al atreverse a adaptar dos de las obras cumbres del teatro español". No dudó en lanzarse a pasar al cine obras tan conocidas por todos los españoles, sin renunciar en ninguno de los casos a su condición fuertemente escénica. Las películas que elabora Camus a partir de estos textos son, como todas sus adaptaciones literarias, muy fieles al original, y reflejan el espíritu del original.

La tercera y última conferencia del día ha tratado sobre El oficio de guionista, impartida por Juan Tébar, uno de los principales guionistas de nuestro país, y ha consistido en un recorrido por la larga y fructífera carrera como autor de guiones de Mario Camus, tanto para sí mismo como para otros.

Para terminar, se ha proyectado la película La casa de Bernarda Alba, sobre la que se habló en la primera de las conferencias del día.