Image: Playground: ¿Quién puede matar a un niño?

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Cine

Playground: ¿Quién puede matar a un niño?

25 mayo, 2018 02:00

Imagen de la película Playground

Construida al principio como un filme social ejecutado con talento y rigor, Playground de Bartosz M. Kowalski deriva hacia la demencia evitando la catarsis y mostrando el horror como algo banal

En un clásico de 1976 quizá olvidado el maestro Narciso Ibáñez Serrador se preguntaba: ¿Quién puede matar a un niño? Acto seguido, y antes de empezar con la historia, un largo prólogo nos cuenta todo tipo de atrocidades cometidas contra menores en conflictos bélicos de los últimos años. Después arranca lo que parece la historia contraria, la venganza de esos jovencitos contra los adultos, que comienzan a matarlos en una isla encantada poseídos por una extraña maldición aprovechando que éstos no son capaces de defenderse porque "¿Quién puede matar a un niño?". La idea del niño asesino se convierte así en doblemente aterradora porque quien mata no es un tipo de dos metros con pinta de sádico sino una angelical criatura de Dios. Si en filme de Ibáñez Serrador los niños matan a sus mayores de forma inexplicable y fantástica, en la película polaca Playground el fenómeno es igualmente inexplicable aunque no menos aterrador.

¿Quién puede matar a un niño? sucedió un 12 de febrero de 1993, cuando James Bulger, de dos años, se perdió en un centro comercial de Liverpool y luego fue secuestrado, torturado y finalmente asesinado por dos chavales de 10 años. El homicidio conmocionó a la sociedad de la época y es la base de Playground, película polaca que acaba narrando el mismo suceso pero se toma todas las libertades a la hora de construir los personajes y las circunstancias.

Dirigida por el debutante Bartosz M. Kowalski, la película fue presentada en el último Festival de San Sebastián causando un cierto escándalo porque las imágenes de la tortura y asesinato de un menor de dos años no pueden sino causar consternación. Todo ello lo rueda Kowalski con una prudente distancia y huyendo de cualquier tentativa de amarillismo en una película bien rodada en la que casi lo menos interesante es el acto criminal y lo más es la vibrante descripción de un entorno obrero, industrial y deprimido en el que sucede la historia. Con aires naturalistas, la presentación de los dos jóvenes futuros asesinos y su mundo resulta convincente y rezuma verdad y nervio.

Dice Kowalski siguiendo el cuaderno del buen director que "no da respuestas" sobre la monstruosidad que cometen los protagonistas y está claro que cualquier intento de ofrecer una explicación racional a semejante barbarie resulta inútil. La crueldad propia de algunos adolescentes, el vacío moral de la sociedad poscomunista polaca o la falta de horizonte vital y poesía de unas existencias precarias no pueden explicarlo. Construida al principio como un filme social ejecutado con talento y rigor, Playground deriva hacia la demencia evitando la catarsis y mostrando el horror como algo banal, siguiendo el modelo Hannah Arendt.

@juansarda