Image: La lunática declaración de amor a Van Gogh

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Cine

La lunática declaración de amor a Van Gogh

12 enero, 2018 01:00

Fotograma pintado a mano de Loving Vincent

Loving Vincent, Premio del Público del Festival de Annecy y Mejor Película de Animación en los Premios del Cine Europeo, es la primera película pintada al óleo de la historia del cine. Cada uno de los 65.000 fotogramas que la componen es en realidad un lienzo pintado a mano por artistas profesionales.

Vincent Van Gogh escribió poco antes de fallecer, el 29 de julio de 1890 a los 37 años, una triste premonición: "Seguramente reconocerán mi trabajo después, y escribirán sobre mí cuando esté muerto".

El pintor holandés sin duda se quedó corto en su pronóstico porque su obra ha pasado de ser considerada la de un artista fracasado y loco, que vivió sus últimos días de manera intermitente en instituciones psiquiátricas antes de suicidarse, a la de un genio incomparable. Su trayectoria fue tan atípica que comenzó a pintar a los 27 y en una década realizó casi 900 obras, abriendo la puerta del expresionismo gracias al uso que hizo del color y a sus perspectivas afiladas. En los últimos cuatro años de su vida dio a luz a tantas obras maestras como quizá ningún otro artista antes ni después ha sido capaz de crear en tan corto período de tiempo.

Hoy sus cuadros, desplegados por las pinacotecas más prestigiosas de todo el mundo, hablan directamente a la gente y muchas de sus obras, como Los girasoles, han pasado a integrarse por propio derecho en la cultura popular, como demuestra su proliferación como motivo en camisetas, tazas, imanes de nevera... No es de extrañar, por tanto, que su arte y su biografía hayan inspirado hoy uno de los proyectos más lunáticos de la historia reciente del cine, Loving Vincent, que llega a las salas españolas este viernes con la vitola del Premio del Público del prestigioso Festival de Annecy -dedicado al cine de animación- y del galardón a la Mejor Película de Animación de los Premios del Cine Europeo.

Loving Vincent es la primera película pintada al óleo que se produce a nivel mundial. Esto significa que cada uno de los 65.000 fotogramas que la componen es en realidad un lienzo de 103 cm por 60 cm pintado a mano por un pintor profesional, dando lugar al método cinematográfico más lento jamás ideado y a un acabado visual tan original como apabullante. "Este proyecto se ha hecho por puro amor", explica la realizadora polaca Dorota Kobiela, que codirige el filme junto al británico Hugh Welchman -autor del oscarizado corto de animación Pedro y el lobo (2006)-. "He trabajado en él 7 años a tiempo completo. Mi amor al trabajo de Van Gogh, a sus cartas y mi respeto a su lucha en la vida me han sacado adelante estos 7 años. Pero no era solo yo la que tenía que amar a Vincent Van Gogh. Nuestro equipo de artista tenía que pintar los más de 65.000 fotogramas al óleo, tardando hasta 10 días en elaborar un segundo de la película. Esto requería por parte de todos mucho compromiso y mucho respeto por su trabajo".

La película fue rodada en un principio con actores reales, entre los que se encuentran Saoirse Ronan (Brooklyn) o el televisivo Jerome Flynn (que interpreta al carismático Bronn en Juego de Tronos). Estos trabajaron en sets construidos en estudios de Londres y Polonia con la apariencia real de los cuadros de Van Gogh o en cromas que recreaban tras el rodaje los cuadros del pintor mediante técnicas de animación por ordenador. Después los artistas trabajaban encima de este material. "La razón creativa para rodar con actores era que Van Gogh pintaba en sus retratos a personas reales porque quería trasmitir sus emociones", asegura Hugh Welchman. "Por ese motivo queríamos tener personas de carne y hueso delante de nosotros también. Pero trabajar con personas reales siempre ha sido un gran reto para el mundo de la animación, por eso la mayoría de los grandes filmes del género están protagonizados por personajes no humanos o muy simplificados o infantiles. La razón práctica es que al rodar acción real con actores podíamos crear en pocos días un material que en animación nos llevaría meses obtener".

Los últimos días

Loving Vincent

La película arranca en Francia en el verano de 1891, un año después de la muerte del pintor, cuando el joven Armand (Douglas Booth) recibe una carta de su padre, el cartero Joseph Roulin (Chris O'Dowd), para entregarla en mano en París al hermano de Van Gogh. Sin embargo, en París no hay rastro de Theo, del que se cuenta que murió poco después de que Vincent se quitara la vida. "Escribí muchas historias: algunas basadas en su vida, otras partiendo de cuadros concretos, también de su época en Holanda y de cuando vivió en los barrios bohemios de París", relata Dorota Kobiela. "Pero el primer guion real que surgió se centraba en los últimos días de su vida. Además, los cuadros de aquella época me gustaban especialmente y el hecho de que pintara a gente con la que tenía un contacto regular al final de su vida también me atraía: el doctor Gachet, su misteriosa hija Marguerite Gachet, a la que pintó tres veces, y la hija del dueño de la posada en la que Van Gogh murió, Adeline Ravoux".

Graduada en la Academia Artística de Varsovia, Kobiela descubrió la animación y el cine a través de amistades e inmediatamente se lanzó a aprender estas disciplinas en la Escuela de Cine de Varsovia. Tras un cortometraje de acción real y varios animados, la directora se propuso combinar su pasión por la pintura y por el cine. Así nació la idea de Loving Vincent, que en principio iba a ser otro cortometraje que debería haber pintado ella sola. Sin embargo, Welchman, tras pasar más de tres horas haciendo cola para entrar en una exposición de Van Gohg, convenció a Kobiela de que, al menos, deberían valorar la idea de que la película podría funcionar como largometraje. Finalmente Kobiela aceptó y tuvo que contentarse con ponerse al frente de un equipo de 125 pintores llegados desde cualquier rincón del mundo.

En la película aparecen 31 cuadros representados parcialmente y otros 94 con un aspecto muy cercano al original, pero en las múltiples escenas de flashbacks se opta por un estilo diferente en blanco y negro.

"Pensábamos que sería demasiado para el espectador tener en pantalla el color intenso característico de las pinturas de Van Gogh a lo largo de 90 minutos", explica la directora. "El hecho de estructurar la película en muchos flashbacks significaba que podíamos introducir estilos muy diferentes en cada una de las secciones. Pero no queríamos introducir cuadros de Van Gogh que realmente no existían. La mayor parte de los flashbacks se refieren a momentos de su propia vida que no pintó y no queríamos hacer un ejercicio de imaginación de cómo serían si él hubiese pintado esas escenas, lo que creíamos que era alejarnos mucho de su trabajo. Y si elegimos el blanco y negro fue porque muchas de nuestras investigaciones nos llevaron precisamente a fuentes en blanco y negro, como las fotografías de la época".

@JavierYusteTosi