Alfred Hitchcock en el rodaje de Los pájaros

En Historias de cine. Relatos que inspiraron grandes películas (Siruela), Juan Antonio Molina Foix reúne los relatos que dieron lugar a películas tan brillantes como Rashomon, Testigo de cargo, El hombre que mató a Liberty Valance, Los pájaros o Dublineses.

Howard Hawks y Ernest Hemingway eran buenos amigos y siempre que se veían el director de cine intentaba convencer al escritor para que desarrollara un guión, pero éste se negaba en rotundo. El autor de El viejo y el mar sabía que era capaz de crear buenas novelas, pero no tenía ninguna confianza en su capacidad para escribir en imágenes. Sin embargo Hawks no cejaba en su empeño y una tarde que salieron a cazar juntos utilizó una pequeña artimaña para lograrlo: le dijo que podría hacer una gran película partiendo del que consideraba su peor libro, Tener o no tener.



Aunque a Hemingway no pareció sentarle del todo bien el hecho de que Hawks menospreciara una de sus novelas, que había escrito de una sentada en una época de su vida en la que se vio falto de dinero, picó el anzuelo y entre ambos empezaron a desarrollar ideas en los siguientes días para un guión que finalmente escribirían William Faulkner, otro de los grandes novelistas estadounidenses, y Jules Furthman. De la asociación Hawks/Hemingway saldrían algunos de las mejores hallazgos de la versión cinematográfica final: desestimaron la historia del héroe haciéndose mayor para centrarse en cómo conocía a la chica y los pormenores de todo lo que ocurre antes del inicio de la novela. El resultado fue una de las mejores películas de Hawks. El viejo zorro plateado se había salido con la suya.



Aunque esta anécdota no aparece en Historias de cine. Relatos que inspiraron grandes películas (Siruela), Juan Antonio Molina Foix, editor del libro, hace referencia a ella cuando le preguntamos por qué normalmente funcionan mejor las adaptaciones cinematográficas de libros mediocres, o simplemente aceptables, que las adaptaciones de grandes obras de la literatura. "Con una novela que no es demasiado buena ni conocida un director puede hacer lo que quiera, pero si la obra es famosa la cosa se complica", explica el traductor, escritor y crítico de cine. "Por ejemplo Guerra y Paz es una novela increíble pero es dificilísimo adaptarla, aunque se ha intentado varias veces y alguna casi lo logra con éxito. La cuestión es que hay que trascender la trama para alcanzar el espíritu de la novela".



Libertad desde el relato

Para Juan Antonio Molina Foix, salvo contadas excepciones, las grandes novelas pueden llegar a dar buenas películas pero difícilmente grandes películas. "Ni Robinson Crusoe de Buñuel, ni Moby Dick de John Houston, ni El proceso de Orson Welles, ni la Lolita de Kubrick, ni las diferentes versiones de El Quijote o de Madame Bovary están, a mi juicio, a la altura de las novelas originales. […] Sin embargo, suele dar mejores resultado la adaptación de un relato o una nouvelle, que al obligar a expandirlo y completarlo permite una mayor libertad para la auténtica creación cinematográfica", escribe Molina Foix en el libro.



Siguiendo esta idea, el objetivo de Historias de cine. Relatos que inspiraron grandes películas es recoger algunos relatos notables que han dado lugar a indiscutibles obras maestras del cine. De esta manera se incluyen en el libro, precedidos de una introducción en la que se comenta la adaptación, los textos de Rashomon (1915) y En la espesura del bosque (1922) de Ryunosuke Akutagawa, que dio lugar a Rashomon de Akira Kurosawa; La casa Tellier (1881) de Guy de Maupassant, que adaptaría Max Ophüls en Le plaisir (1951); La cabaña entre las cañas esparcidas (1776) de Ueda Akinari, que Kenji Mizoguchi convertiría en Cuentos de la luna pálida (1953), y Miedo (1910) de Stefan Zweig, adaptada por Roberto Rossellini en La paura (1954). "Por ejemplo, la adaptación del libro de Stefan Zweig se toma muchas libertades", explica el editor. "La novela trascurre en Austria y Rossellini la sitúa sin embargo en Alemania después de la guerra como si fuera una prolongación de su Alemania, Año Cero. Todos los directores utilizan los cuentos que aparecen en el libro para llevarlos a su terreno y firmar películas muy personales".



La antología también incluye El idilio de Miss Sarah Brown (1933) de Danon Runyon, que Joseph L. Mankiewicz convertiría en el musical Ellos y ellas; Testigo de cargo, de Agatha Christie, adaptada por Billy Wilder en una película homónima en 1957 o El hombre que mató a Liberty Valance (1949) de Dorothy M. Jonhson, que daría lugar a la obra cumbre de John Ford, estenada con el mismo nombre en 1962. "Desde mi punto de vista el caso de El hombre que mató a Liberty Valance es el único en el que veo muy claro que la película es mucho mejor que el relato. John Ford lo alarga e incluye más personajes y acaba siendo una película muy suya", explica Molina Foix. "Por ejemplo Ellos y ellas es un cuento magnífico, el más original de todos los incluidos, pero muy difícil de adaptar al castellano por lo que al final me parece mejor la película, y en Testigo de cargo Billy Wilder introduce una vuelta de tuerca aún más tremenda que en el original".



Completan la selección de Molina Foix Los pájaros (1952) de Daphine de Maurier, que dirigiría Alfred Hitchcock en 1963; Una historia inmortal (1953) de Isak Dinesen, adaptada por Orson Welles en 1968; La sumisa (1876) de Fiódor Dostoievski, que Robert Bresson llevaría a la gran pantalla en Una femme douce (1969), y Los muertos de James Joyce, la última película dirigida por John Huston, Dublineses (1987). "El trabajo de Orson Wells da lugar a una película increíble basada en un cuento también maravilloso y Los pájaros, sin embargo, es una adaptación brillante de un cuento limitado que apenas mantiene la idea central del ataque de los pájaros. Por su parte Robert Bresson actualiza la historia de Dostoievski llevándola a la Francia de 1960, haciéndola completamente suya con ese estilo tan peculiar que tenía", puntualiza Molina Foix. "Y la de John Huston es una película maravillosa, muy fiel al texto de Joyce pero muy fiel a sí mismo al mismo tiempo. En definitiva son todos trabajos impecables sobre grandes textos".



Y es que la dificultad radica en que hablamos de distintos lenguajes. La capacidad de ambigüedad y de sugerencia de la literatura es algo de lo que el cine, por su concreción visual, no puede servirse. "La ficción se ha de metamorfosear mediante un lenguaje diferente, el texto debe transformarse en otra cosa. Para que haya una equivalencia en cuanto al resultado estético, en una adaptación genuina las imágenes deben producir en el espectador un efecto análogo al que la novela produce en el lector mediante las palabras. En lugar de tratar de reproducir o mimetizar recursos literarios, la película debe encontrar sus propios recursos fílmicos para que el espectador pueda mirar con ojos nuevos el texto ya conocido", finaliza Molina Foix.



@JavierYusteTosi