Una imagen de El autor

Notable Handia, vistosa Nos vemos allá arriba y dos retratos de impacto: Saura y García Alix

No deja de ser curioso cómo Manuel Martín Cuenca ha realizado su mejor película, El autor, siguiendo los consejos que da en el propio filme un tiránico profesor de escritura creativa (Antonio de la Torre), o sea, "hablar de lo que conoce". Basada en una novela de juventud de Javier Cercas, El móvil, vemos a Javier Gutiérrez interpretando a un personaje quintaesencialmente español: el envidioso. Es decir, si hay un "malvado" que pertenece por derecho propio al paisaje patrio es precisamente ese mezquino rabiosillo al que da vida Gutiérrez con gracia y fuerza.



La envidia como pecado patrio y sus nefastas consecuencias: la ruindad. Ese personaje que se mueve en las sombras de la virtud y odia todo aquello que desprenda cierta belleza. Cuenta la debacle de un mediocre pasante de notaría casado con una exitosa escritora de best sellers que no puede soportar el éxito de su esposa. Al borde de la explosión de celos, se encierra en un apartamento a escribir una novela. Siguiendo ese consejo de "captar la realidad", comienza a manipular la realidad a su alrededor con tal de hacerla más atractiva para la ficción. Comienza un apasionante juego entre ficción y no ficción en la que el desdichado autor se cree rey y acaba como paria.



Una imagen de Handia

La otra película española del fin de semana en Sección Oficial ha sido Handia, el nuevo filme de uno de los directores de la espléndida Loreak, Jon Garaño, que en esta ocasión dirige a cuatro manos, pero no con José María Goenaga -con quién rodó la anterior- sino con Aitor Arregui. Parece inevitable que después de un filme pequeño como Loreak, que tuvo un gran éxito, el nuevo título sea una producción más grande y ambiciosa. La película está inspirada en la historia real del "gigante de Eltzo", un joven vasco que en el siglo pasado sufría un acusado gigantismo que le hacía crecer y crecer sin fin. Convertido en atracción de feria, la película es una especie de versión patria de El hombre elefante de David Lynch. Es un filme entretenido y vistoso, bien construido y con personajes interesantes, al que quizá le falta soltarse un poco el pelo y liberarse de la obligación de ser cine "grande". Con una foto a lo Bayona, tiene un fastidioso aire a cine qualité, innecesario porque basta y sobra con un buen guión y una buena historia para brillar y eso lo tiene.



Nos vemos allá arriba

También en Sección Oficial, aunque fuera de concurso, Nos vemos allá arriba, de Albert Dupontel, nos propone una vistosa y chispeante versión de la novela de Pierre Lemaître que ganó el premio Goncourt y ha sido un éxito de ventas en nuestro país. Entre el humor y la épica, hay claros ecos de los clásicos del cine francés anterior a la Segunda Guerra Mundial, hablo de Marcel Carné o Marcel Pagnol, con ese espíritu guiñolesco y excesivo que nos lleva al París más arrabalesco y clown. Es la historia de dos hombres y un destino, uno rico pero desfigurado y el otro pobre pero ileso, que después de la I Guerra Mundial tratan de sobrevivir en un París devastado. Nos propone Dupont cine libre y gozoso, una reivindicación de la alegría y la vitalidad de ese cine "antiguo" que acaba convirtiéndose en una suerte de tragedia freudiana que también puede helarnos el corazón. Tras el éxito de la novela, a buen seguro nos encontramos ante un gran éxito en las salas.



Saura (s)

Dos retratos de artistas españoles se han asomado a San Sebastián con notables resultados. El cineasta Félix Viscarret retrata en Saura (s) a Carlos Saura a través de sus siete hijos. El reto de Viscarret parece ser realizar una película sobre alguien que no quiere que le hagan una pues el cineasta oscense dice en varias ocasiones que nada detesta más que mirar al pasado y reverdecer laureles, ya no digamos extenderse sobre detalles de su vida íntima. Es el retrato de una contradicción. Saura no quiere que le rueden pero le ruedan y asegura detestar la nostalgia y sentir poco o ningún apego por sus películas, sus recuerdos y sus cosas, pero vive sepultado en su casa de la sierra madrileña por un alud de objetos y memorabilia. Un buen trabajo que es fiel a la propia personalidad seductora, socarrona, inteligente y brillante de ese padre, última contradicción, sin aparente vocación de padre pero que sin embargo ha tenido siete hijos.



La línea de la sombra

Más oscuro es el Alberto García-Alix que emerge en La línea de sombra, de Nicolás Combarro, una larga entrevista salpicada de las impactantes imágenes del fotógrafo leonés en la que redescubrimos a uno de los personajes más singulares de nuestro panorama artístico. Con una voz de ultratumba que asusta, vemos a un hombre con una vida profundamente marcada por la adicción a las drogas en un trabajo en el que revive en todo su esplendor esos años 80 de los yonquis y la heroína que devastaron tantas vidas, empezando por la propia del hermano del fotógrafo. Por momentos excesivamente solemne, al documental le falta algo del humor y la retranca que sí tiene el propio Alix pero nos ofrece un apasionante viaje por la memoria visual y estética de un hombre con una mirada que marca nuestra iconografía.



@juansarda