Image: Barry Seal, el traficante: gozoso espectáculo

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Cine

Barry Seal, el traficante: gozoso espectáculo

1 septiembre, 2017 02:00

Una imagen de Barry Seal, el traficante

Se estrena en España Barry Seal, el traficante, el biopic sobre el piloto que traficaba para Pablo Escobar y le delató, protagonizada por Tom Cruise y dirigida por Doug Liman, con quien ya trabajó en Al filo del mañana. "Es todo un antihéroe. No justificamos lo que hizo, pero nos gustaría", asegura el actor.

Vivimos en un mundo curioso en el que los villanos parecen ejercer dos papeles a la vez. Por una parte, son repudiados y odiados, escoria de una sociedad que se legitima en su propio odio a los malvados. Por la otra, desprenden una fascinación inmensa en la cultura popular. Ahí está ese Pablo Escobar, como ahora sí es archisabido, rey del narcotráfico en los años 80, protagonista de una popular serie de Netflix y de la próxima película de Fernando León de Aranoa, Loving Pablo, en la que Javier Bardem interpreta al capo del crimen y Penélope Cruz a una periodista que mantuvo un romance con él. Sobredosis de Escobar, por tanto, que se prolonga en esta Barry Seal, el traficante, donde Tom Cruise da vida a un aviador de la época que trabajó como agente doble (y triple) porque al mismo tiempo que cobraba un sueldo de la CIA se dedicaba a introducir cocaína en Estados Unidos.

La película está dirigida por Doug Liman, un inspirado cineasta que ha logrado moverse en el terreno del blockbuster puro y duro y al mismo tiempo imprimir cierta personalidad e inteligencia a sus producciones, lo cual es menos obvio de lo que debería. Director de títulos como El caso Bourne (2002) o Sr. y Sra. Smith (2005), Liman ya colaboró con Cruise en aquella espléndida Al filo del mañana (2014), una refinada odisea de ciencia ficción, y en esta Barry Seal, el traficante, ambos cambian totalmente de tercio para contarnos las peripecias de ese Seal que comienza haciendo fotos de los grupos insurgentes comunistas en Centroamérica para la CIA para, poco después, convertirse en el más audaz y talentoso de los pilotos aéreos del cartel de Medellín.

El resultado es una película fantástica, contada con ritmo y gracia, en la que un Tom Cruise en plenitud de facultades lidera un show tan delirante y divertido que uno no puede dejar de maravillarse y sorprenderse por lo que ve en pantalla. Sin el moralismo de esa Narcos de Netflix que parece escrita por el FBI, la película es una parodia de las pifias de los servicios secretos de Estados Unidos y podría haber sido escrita por Noam Chomsky con una sobredosis de LSD. Ambientada en esos años 80 en los que Reagan financiaba a la Contra para luchar contra los sandinistas de Daniel Ortega, que sigue siendo presidente, Seal comienza haciendo fotos aéreas de los campos de entrenamiento de los comunistas para en seguida comenzar a trabajar para Pablo Escobar y ganar mucho, muchísimo, dinero.

Barry Seal tiene algo en el tono y el ritmo que recuerda a un filme como El lobo de Wall Street (2014), en el que Martin Scorsese retrataba esos años de esplendor y euforia capitalista desde el corazón de las finanzas con un tono de sátira. Liman, cineasta refinado que convierte los usos y rutinas de Hollywood en algo más grande y mejor, nos fascina con un retrato de la incompetencia de los servicios secretos de Estados Unidos que viene a ser también el necesario contrapunto a la retórica patriotera e hipócrita de un país acostumbrado a hacer y deshacer en el mundo según le venga en gana. Porque Barry Seal tiene una virtud extraordinaria, ser a la vez una de las mejores comedias de los últimos años y proporcionarnos una lección de política internacional imprescindible.



@juansarda