Image: Valeria Bruni y todo lo demás

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Cine

Valeria Bruni y todo lo demás

17 marzo, 2017 01:00

Micaela Ramazzotti y Bruni-Tedeschi en Locas de alegría

Un vendaval llamado Valeria Bruni-Tedeschi atraviesa Locas de alegría, el nuevo trabajo de Paolo Virzì cuyas protagonistas podrían ser las herederas italianas de Thelma & Louise. La actriz horada los límites de la pantalla.

Estandarte pletórico de una película con claros y oscuros, la actriz italiana afincada en Francia Valeria Bruni-Tedeschi hace acto de presencia en Locas de alegría como un vendaval que horada los límites de la pantalla. Tocada por una abrasadora belleza veraniega, enfundada en un elegante vestido verde que deja al descubierto las tiras del sostén, Beatrice (la encantadora y al mismo tiempo enervante creación de Bruni-Tedeschi) pasea sus aires señoriales por un largo plano de seguimiento con el que Paolo Virzì entroniza a su musa. Pese a que el trabajo del director italiano ha sido vinculado al de Ettore Scola, este prolongado plano de presentación parece el remake diurno de aquel inolvidable paseo nocturno que Anna Magnani protagonizó, también en plano secuencia, en Mamma Roma de Pier Paolo Pasolini. Embriagada por la expresividad exultante, la tendencia a la incontinencia verbal y el temblor interior de la Magnani, Bruni Tedeschi compone, en la piel de una aristócrata trastornada, un desbordante canto a la libertad del espíritu humano, aquí constreñido por ciertas lacras sociales y por la turbia sombra de la locura.

Puede que los cinéfilos recuerden a Bruni-Tedeschi por la delicadeza de su trabajo en 5x2 (Cinco veces dos) y El tiempo que queda, ambas de François Ozon, o sobre todo en Una pareja perfecta, de Nobuhiro Suwa. Un talento para la sutileza emocional que en Locas de alegría transmuta en pura energía expansiva. Un cambio de registro que parece un experimento de Virzì, que jugó con la contención de la actriz en El capital humano y que ahora la desmelena para volver a encarnar a una víctima inconsciente de la avaricia. Internada en un centro psiquiátrico, Beatrice (Bruni-Tedeschi) presume de conocer a Berlusconi y guarda en su móvil los números de George Clooney y Giorgio Armani, aunque su petulante e incesante cháchara se presta a la incredulidad. Angustiada por el encierro, Beatrice encuentra a una inesperada compañera en Donatella (hermética e intrigante Micaela Ramazzotti), una mujer de origen humilde y cuerpo tatuado que vive aprisionada en el trauma. Hermanadas por las circunstancias, Beatrice y Donatella se convertirán en las herederas italianas de Thelma & Louise, o en la versión adulta de las chicas sin rumbo de La vida secreta de los ángeles de Eric Zonca, protagonistas de una fuga que cabría situar a medio camino entre la comedia costumbrista del absurdo y el drama de raigambre social.

Ganadora de los premios a Mejor Película, Actriz (ex aequo para Bruni-Tedeschi y Ramazzotti) y del público en la Seminci de Valladolid, Locas de alegría adopta una postura crítica frente a la clausura de los hospitales psiquiátricos judiciales en Italia. Un interés social que también resuena en el retrato de una Italia corrupta y huérfana de referentes morales: no parece casual que las madres de ambas protagonistas desistan de sus funciones protectoras y afectivas. Elementos de contexto que, en todo caso, no enturbian el interés central de Virzì: el estudio de dos personajes disímiles que consiguen sobrellevar sus aflicciones gracias al apoyo mutuo.

En la conquista de este objetivo, el trabajo del italiano destaca más en el ámbito narrativo que en el formal. Sostenida sobre un preciso equilibrio tragicómico, la película flaquea en su forzado reparto de culpas y redenciones. Y lo mismo ocurre con los momentos de mayor énfasis dramático, cuando el filme rompe su tono naturalista para afianzar -con el uso de cámaras lentas y clímax musicalizados- su marcada voluntad edificante.