Oriol Paulo junto a José Coronado durante el rodaje de Contratiempo

El guionista y director estrena Contratiempo, un thriller protagonizado por Mario Casas, Ana Wagener, Bárbara Lennie y José Coronado, que parte de una clara premisa una clara premisa, ¿cómo demuestra alguien su inocencia, si todas las pruebas le apuntan?

Desde su debut como guionista en el campo del largometraje con la exitosa Los ojos de Julia (2010), Oriol Paulo (Barcelona, 1975) se ha convertido en un inspirado constructor de thrillers, que concibe como una suerte de complejos puzles en los que las piezas siempre acaban por encajar y donde se trata de resolver un acertijo tan misterioso como aparentemente irresoluble. En su primer filme como director, la taquillera El cuerpo (2012), se trataba de dilucidar la desaparición un cadáver de una morgue. En aquel filme, protagonizado por Belén Rueda, Hugo Silva y José Coronado, ya veíamos no solo la aparente facilidad de Paulo para resolver sus misterios sin hacerse trampas al solitario, también los ambientes sofisticados en los que le gusta ambientar sus historias. "Parece que se entiende que los thrillers españoles tengan que ser costumbristas y callejeros cuando yo estoy creando realidades más cinematográficas, no es un decálogo del rico", nos cuenta el guionista y cineasta en un hotel madrileño. Porque lo suyo son "castillos de cartas en los que si quitas un naipe se acaba derrumbando".



Después de firmar el guión de Secuestro, estrenada el pasado verano con la dirección de Mar Targarona y Blanca Portillo como protagonista, con la que se muestra en desacuerdo, Paulo da un paso importante en su trayectoria con Contratiempo, en la que parte de un lugar parecido al clásico de Juan Antonio Bardem Muerte de un ciclista (1955), que Paulo reconoce como fuente de inspiración. Una pareja de amantes clandestinos, ambos casados y de clase alta, se escapan unos días al campo mientras dicen a sus respectivas parejas que están en un viaje de trabajo. El, Adrián, es un joven y exitoso empresario (Mario Casas) del mundo de la tecnología y ella, Laura (Bárbara Lennie), una prestigiosa fotógrafa de moda. Todo parece que va bien hasta que un ciervo produce un accidente fortuito en el que colisionan con otro coche con el resultado de un joven muerto. Temerosos de que su romance se descubra, los amantes tiran el coche con el cadáver al pantano y tratan de olvidar el asunto. Pero, como en Muerte de un ciclista, un chantaje complicará las cosas.



"Siempre me ha interesado la forma en que las mentiras se propagan y acaban creando problemas mucho más graves de los que tratan de ocultar. Porque las mentiras son como el cáncer, se expanden. Cuando te acostumbras a sobrevivir a base de mentiras entras en una dinámica en la que pequeñas mentiras necesitan de otras mentiras mayores para justificarlas. Ellos cometen un error, en parte porque son jóvenes y también porque los ricos tienen esa tendencia a protegerse a toda costa, y a partir de ese error la bola se va haciendo mucho más grande hasta que los devora", explica el director.







Ese es el punto de partida, porque el núcleo de la película es un largo careo entre el personaje de Casas y Ana Wagener en la piel de una abogada especializada en ayudar a los imputados a declarar ante el juez. Su misión es salvar el pellejo al empresario, quien ha aparecido golpeado e inconsciente en una habitación de hotel junto al cadáver de su amante, y cómplice en el ocultamiento del cadáver del chico. Acusado de asesinato, Casas se enfrenta a una especialista en descubrir la verdad que irá poco a poco deshilando las mentiras de un relato en el que como es habitual en Paulo, se suceden los giros imprevistos y las sorpresas. "Me interesa mucho la idea del miedo porque yo soy muy miedoso", dice Paulo, "los personajes se equivocan por miedo y ese miedo se convierte en su mayor enemigo. El miedo te paraliza y dejas de ser tú y eso es terrible. Nadie es feliz en el miedo".



Surge así un retrato caleidoscópico de la realidad en el que vemos cómo se nos cuenta la misma historia desde distintas narrativas sin que sepamos hasta el final cuál es la cierta en un juego con la propia dificultad de la vida real para descubrir la verdad de los hechos. "Cuando vi Pulp Fiction, creo que tendría unos dieciocho años, me puse a llorar y eso que no es una película de llorar. Lo mismo me pasa con Reservoir Dogs. Con Tarantino descubrí que no estás obligado a seguir una narrativa convencional. Como guionista, me gustan las estructuras y juego con esa ambigüedad de la realidad, todos tenemos siempre una versión distinta de los hechos, aunque al final creo que tiene que haber una respuesta, me parece necesario ser honesto y contestar al dilema que planteas. El espectador necesita una solución que sea satisfactoria y obedezca a la lógica interna de la película".



En este caso, se trata de dilucidar cómo puede ser que Mario Casas haya sido golpeado y atacado en una habitación de hotel herméticamente cerrada de la que es imposible que haya escapado el asesino: "En esta película son muy importantes los referentes literarios y ese misterio de la 'habitación cerrada' que explora Agatha Christie en alguna de sus novelas. Me gusta mucho también El misterio del cuarto amarillo de Gaston Leroux, donde aparece una mujer golpeada en una habitación completamente hermética. A la hora de construir mis historias suelo partir de lo que yo llamo 'y si', en este caso 'y si' despiertas en un cuarto cerrado con tu amante muerta al lado".



Ana Wagener y Mario Casas en un momento del filme

La idea de la "habitación vacía" se convierte en acertijo pero también metáfora de la propia condición humana: "Se trata de elevar un poco más la propuesta y hablar de unos personajes encerrados en ese cuarto metafóricamente. Adrián está encerrado en un cuarto porque tiene que demostrar su inocencia, Laura porque no puede vivir con la decisión que ha tomado y arrastra la trama, y la abogada está encerrada en el cuarto con el acusado para resolver la enigma".



En lo que él llama una "estructura de pirámide", seguimos con el proceso creativo de esos misteriosos acertijos de Paulo: "Después imaginas los personajes y luego construyes la historia. Una vez ahí, partiendo del cuarto cerrado y de estos personajes, es muy importante el tema, en este caso la justicia. Todos los personajes están relacionados con ella. Para Adrián la justicia es una finalidad porque necesita demostrar que es inocente, la abogada es el medio que tiene para demostrarlo y a partir de aquí ella construye un discurso implacable sobre la justicia y luego tienes a un hombre como Coronado que la justicia la lleva en la sangre. Y luego está el personaje de Laura, que es el que empuja la trama que tiene la justicia como telón de fondo".



En el filme, dramáticamente más complejo que los anteriores, el espectáculo central es el intenso careo entre el mentiroso personaje interpretado por Casas, que cada poco cambia su versión de los hechos, con Wagener. "Soy consciente de que hay gente que tiene prejuicios con Mario Casas, que no comparto por supuesto, pero los dos sabíamos que era un reto enfrentarlo a una gran dama del teatro como Wagener. Mario es un actor que está creciendo y en esta película vemos a otro Mario, para empezar ¡porque no se quita nunca la camiseta! Hablando en serio, no solo es un actor muy metódico, también te daba ese perfil de joven exitoso que representa. Es algo a lo que él te lleva de inmediato de forma natural". Un ambiente de éxito y dinero en el que, como vemos en anteriores filmes de Paulo, los ricos se comportan pensando que el mundo es suyo: "A veces pienso que hago estas películas porque mi vida es muy monótona. Pero sí creo que existe una clase social muy reducida que piensa que puede comprarlo todo y estar por encima de la ley, en España lo vemos constantemente en las noticias con los casos de corrupción".



Además de Christie y Leroux, Paulo añade otra referencia literaria que repite casi como un mantra varias veces a lo largo de la entrevista: "Amnesia in litteris", título de uno de los cuentos del libro de Patrick Suskind Un combate y otros relatos (Seix Barral, 1996). "Trata sobre un hombre desesperado porque no consigue recordar los libros que ha leído pero luego, sin darse cuenta, los reproduce en su vida. A mí me pasa un poco lo mismo y creo que a mis personajes también. Actuamos por impulsos que no podemos controlar por cosas que hemos visto o que hemos vivido y que a veces ni siquiera recordarmos". Amnesia in litteris. Al final, el mayor enigma, claro está, es la propia alma humana.



@juansarda