José Luis García-Pérez (Don Juan) y Miguel Hermoso (Luis Mejía), en pleno desafío.

¿Qué hace de Don Juan Tenorio una obra hipnótica pese a sus deficiencias y a la catadura moral del protagonista? Blanca Portillo y Juan Mayorga intentan desentrañar este misterio desafiando, cara a cara, a la creación de Zorrilla para desemascararlo. Y lo harán en el epicentro del teatro clásico.

"Don Juan está situado en el imaginario colectivo como un personaje heroico, cargado de un romanticismo mal entendido. Si sólo analizamos sus palabras es destructor, un ser humano despiadado que no respeta nada ni a nadie, que presume de matar y de violar, que desconoce el significado de la palabra amor... Esto es lo que encuentras cuando descorres la cortina de romanticismo con la que se le ha tapado". Así de contundente se muestra a El Cultural Blanca Portillo con el personaje de José Zorrilla, con el que se mide como directora en el escenario del Teatro Pavón este viernes, 9. Desde el epicentro de nuestro teatro clásico, Portillo, que acaba de encarnar como actriz la María de Tóibín y Villaronga, se ha lanzado a montar esta atrevida puesta en escena con una versión de Juan Mayorga en la que se "releen" las aristas del mito a través de un espacio único, sencillo, que va cambiando con pequeños recursos de luz. "No es una escenografía ilustrativa ni tampoco ‘realista', sino más bien un espacio dedicado a la evocación".



Que nadie espere en este Don Juan cementerios llenos de tumbas, ni balcones ni espadas. Hallaremos una intencionada actualización de las formas y los comportamientos para trasladarlo, casi a la fuerza, a nuestros días y mirarlo (da miedo utilizar el verbo "juzgarlo") con los ojos de hoy. "Lo que Tenorio hace no tiene disculpa ni en la época en la que lo sitúa Zorrilla ni en la época en la que lo escribió. Ni hoy ni nunca", añade Portillo con cierta severidad, que parece haberse encarado con el mito a través de la misma entereza con la que Luis Mejía reta a su antagonista. "Desgraciadamente, nuestro país sigue siendo un país de ‘donjuanes'. Continúa existiendo una visión violenta y machista de la sociedad. Desde esta perspectiva, sí resulta realmente contemporáneo. Como mujer, mi intención es dejar claro que ese tipo de hombre debe desaparecer. Creo que ya va siendo hora de que alguien llame a Tenorio por su nombre".



Mitos por excelencia

Arranca pues 2015 con una apuesta casi militante en torno a uno de nuestros mitos más controvertidos. También lo hizo Boadella a comienzos del pasado año con otra visión muy distinta, que contrasta con la que presenta ahora Portillo. El elenco de Ensayando Don Juan lo encabezaba, con permiso de Arturo Fernández, una directora que pretende arremeter contra el personaje de Zorrilla por considerarlo un ser desfasado, un fósil de la historia. Ambos montajes, que apenas se llevan unos meses, establecerán de forma premonitoria, quizá sin proponérselo, un jugoso diálogo...



La diferencia entre una obra y otra es que mientras Boadella utiliza toda su artillería de ironía y sarcasmo con plena libertad de acción, justificada a través de un hipotético ensayo, Portillo se ciñe al texto original a través de la versión de Mayorga. La actriz y directora llevaba varios años dando vueltas al proyecto hasta que de una conversación con José Luis García-Pérez -Don Juan en la obra- saltó la chispa definitiva. "Llegamos a la conclusión de que habría que hacerlo para poner en evidencia que Tenorio no puede ser para este país un modelo de nada y nos pusimos a ello. Nunca me ha parecido un personaje ‘querible' ni respetable, y siempre que lo he visto he sentido que, de alguna manera, se le defendía. Ojalá sea un mito en decadencia. He intentado despojarle de ese halo de romanticismo que impide ver su verdadera esencia. Creo que ese machismo incrustrado en el ADN español es lo que hace que siga estando ahí".



Uno de los pilares de este nuevo Don Juan es la versión realizada por Mayorga, producto de un intenso trabajo con la directora y de un "nutritivo" intercambio de puntos de vista. El autor de La lengua en pedazos va más allá, si cabe, del enfoque de Portillo al considerarlo un violador en serie y un criminal. "No se trata de un transgresor -explica- sino alguien que, por imponerse en un desafío, viola y mata. No es un aventurero hedonista enfrentado a leyes y costumbres sino un ser humano que no reconoce en ningún otro un límite. Al contrario, su primer objetivo, su placer, es demostrar que no siente compasión por nadie. No es un hombre contra todos, sino contra la humanidad misma porque es la humanidad del otro, de cualquier otro, la que don Juan vence. Cuando por fin encuentra a una mujer a la que dice querer entregarse, la abandona junto al cadáver caliente de su padre".



Según el autor, tan oscuro héroe protagoniza paradójicamente una de las obras más exitosas de la historia del teatro español. Sobre las deficiencias de la pieza ya se extendería Zorrilla en uno de los capítulos de Recuerdos del tiempo viejo: "Tales deficiencias no impiden que Don Juan Tenorio tenga una teatralidad hipnótica que atraviesa el escenario absorbiendo al espectador. Esa intensidad se asienta ante todo en el carácter extraordinariamente conflictivo -y por tanto extraordinariamente teatral- del protagonista, un hombre sin amigos que pone en peligro a cualquiera que se cruce con él".



Sobre la innata teatralidad del personaje coincide Blanca Portillo. Piensa que gracias a esta característica hace que el mensaje llegue con enorme facilidad: "Nuestro montaje ahonda en esa teatralidad para que la historia se entienda bien y se pueda leer con los ojos de un espectador de nuestros días".



Desentrañar el mensaje quizá sea la fase final de esta nueva visión de una obra, de un personaje, de un mito, que ha llenado páginas y páginas de nuestra literatura (y aun de la foránea) y que parece no alcanzar fondo. "Sobrevaloramos a quienes destruyen, a quienes roban, matan o violan las leyes -sentencia la directora-. En nuestro país seguimos pensando, aunque en ocasiones lo ocultemos, que esas personas son admirables, son ‘los listos', y los demás, unos tontos que vivimos sujetos y amordazados en el redil". En todo caso, puede decirse que don Juan sigue conquistando escenarios y voluntades tanto de los que le odian como de los que le aman, tanto de los que le desafían como de los que se convierten en sus prosélitos incondicionales.