Image: Daniel Calparsoro: Muestro una sociedad que ha aceptado el saqueo

Image: Daniel Calparsoro: "Muestro una sociedad que ha aceptado el saqueo"

Cine

Daniel Calparsoro: "Muestro una sociedad que ha aceptado el saqueo"

4 marzo, 2016 01:00

Raúl Arévaloy Daniel Calparsoro durante el rodaje

Un atraco a un banco, un secreto bien guardado, conspiraciones políticas... En Cien años de perdón, Daniel Calparsoro emplea el thriller bancario como metáfora de una sociedad "sumisa" a los intereses económicos y políticos de unos pocos. El Cultural ha hablado con el director sobre la que posiblemente sea su mejor y más conseguida película.

Desde su debut con Salto al vacío (1995), Daniel Calparsoro (Barcelona, 1968) ha labrado su reputación partiendo del cine y la testosterona. Fue una de las puntas de lanza de esa renovación generacional del cine español de los 90 que desafiaba los códigos tradicionales al atreverse con géneros como el thriller o la acción, y triunfar. Calparsoro, criado en el País Vasco, con su pose de tipo duro, representaba una mirada urbana de estética moderna que no desdeñaba la violencia que despuntaba en el norte de España, en sintonía con otros nombres como Enrique Urbizu o Álex de la Iglesia. Con una Najwa Nimri rapada, Salto al vacío, ambientada en un Bilbao sórdido e industrial, arrancaría una trayectoria de grandes momentos con Asfalto (1999), un drama ambientado en las duras calles de Madrid, o incursiones en el cine bélico como Guerreros (2002). En los últimos años regresó con Combustión (2012), una suerte de Fast & Furious a la española, e Invasor (2013), un thriller político con conspiraciones en las altas esferas, que es el precedente más claro de Cien años de perdón, película con guión de Jorge Guerricaechevarría con la que firma uno de sus mejores trabajos.

El escenario, una Valencia inundada por la lluvia y el lugar del crimen, un banco inmenso en el centro de la ciudad que es asaltado por una banda de argentinos y uruguayos liderados por un pletórico Rodrigo de la Serna al más puro estilo de Malcolm McDowell en La naranja mecánica: "Serna encierra la película entera. Tiene la peligrosidad del thriller y la ironía de la comedia", nos cuenta Calparsoro. Al actor argentino lo acompaña un reparto de campanillas en el que Luis Tosar interpreta al otro cerebro de la trama, Raúl Arévalo al jefe del Gabinete de Presidencia, mientras que José Coronado y Luis Callejo son unos policías muy peculiares.

Un filme deliberadamente grande y fastuoso, con mil y un giros de trama en el que casi nada acaba siendo lo que parece y que muy pronto deja de ser una película de atracos al uso para convertirse en una cosa completamente distinta: "Utilizo la convención del género porque está inspirada, aunque sea de forma lejana, por Sidney Lumet y su Tarde de perros -explica Calparsoro-. Con una diferencia sustancial: no todo se queda estancado cuando los atracadores se encierran con los rehenes. Hay muchos giros de trama que hace que no sea una película claustrofóbica. Es un trabajo muy coral. Estos personajes tienen algo especial y es que todos ocultan algo. Todos tienen una agenda propia y están engañando al de en frente. Al mismo tiempo es una película de amistad. Y también retrata la España actual porque queríamos que encerrara un mensaje más ambicioso y más amplio que está en un segundo término y que puedes percibirlo o no".

Luis Tosar y Rodrigo de la Serna

Territorio thriller

Pregunta.- Lo que más llama la atención es el sentido del humor, algo nuevo en su carrera. ¿Cómo lo ha trabajado?
Respuesta.- La película nace de la colaboración con Jorge Guerricaechevarría, que es un maestro de la comedia, y viene de un territorio, del thriller, más oscuro que el mío. Hemos querido hacer una película para pasarlo bien pero que tenga la ironía suficiente para que te des cuenta de que te estás riendo de cosas importantes. Encierra un punto popular en el mejor sentido de la palabra. Cuando abordas tangencialmente un tema tan específico como la corrupción en España, es tan terrorífico y echa tanto para atrás que hacerlo a través del humor permite reírte de ello en vez de llorar. Lo que pretende decir la película es que igual el mundo es una mierda pero de vez en cuando hay quien sale ganando. La intención es que sea el espectador el que lo haga.

P.- ¿Se puede hablar de España sin hablar de corrupción?
R.- Eso está ahí y cobra más importancia por el momento que vivimos. Cuando Marián Alvárez (la directora del banco) dice que "a veces es mejor mirar para otro lado", esa frase ahora tiene un gran valor. Pero queremos que esté en segundo plano, te puedes fijar o no. Lo vemos con los rehenes, por ejemplo. Se comportan de manera sumisa. Con eso estoy retratando a una sociedad que ha aceptado sin protestar ni revolverse ante el saqueo por parte de los políticos. He oído decir a algunos que la gente sabe que España es corrupta y que no es tan grave. Esa sociedad que acepta estos comportamientos de manera sistemática es la misma sociedad que ha quedado encerrada en el banco.

P.- Hay un retrato de las altas esferas, ¿por qué en España siempre nos ha costado mucho hacer eso?
R.- La clase política española es como es. Los americanos controlan muy bien la imagen. Aquí no tenemos nivel comunicativo por parte de los políticos. No le podemos añadir glamour a quien no lo tiene.

Abordar el tema de la corrupción en España a través del humor resulta tan terrorífico que te permite reírte de ello en lugar de llorar"

P.- El filme va de lo macro a lo micro. Esa situación del atraco espectacular se va reduciendo, como el propio botín, a algo cada vez más concreto.
R.- El guión está construido como un artefacto de relojería. Empezando por una situación muy grande: gran ciudad, gran banco y un gran escándalo, y vamos yendo a los detalles. Es también una película que habla de los secretos y ahí vemos cómo uno pequeño es capaz de movilizar a las grandes estructuras. Todos tenemos cosas que ocultar que no queremos que se sepan. Esas cosas pequeñas que nosotros queremos ocultar en nuestra cabeza se convierten en gigantescas por el miedo que nos producen. El inicio de la película fue ese. Estamos hablando del miedo y de cómo engrandece las cosas hasta convertirlas en pesadillas.

P.- La dinámica de los personajes es clave. ¿El mensaje final es que la colaboración funciona y el egoísmo, no?
R.- A medida que va avanzando la trama, los personajes son como cebollas y las distintas capas les van cambiando. Son personajes que están bastante desesperados. Están al límite. Incluso los que están fuera están así porque tienen miedo de lo que pueda pasar dentro. Todo lo que hacen o dejan de hacer es para sobrevivir. Ahí tienes el cóctel de doce personas en el que cada uno quiere salirse con la suya por sí mismo ocultando cosas a los demás. El corazón de la película acaba siendo la relación entre el personaje de Rodrigo de la Serna y Luis Tosar, porque esta es una película de relaciones personales íntimas y pequeñas en el tiempo. Tosar es el gallego, un personaje más contenido, ingeniero, frío... Existe un choque de culturas con de la Serna pero hay un momento en el que ven que la única manera de salir del atolladero es colaborar como un auténtico equipo.Entonces puedes intuir que quizá algo les puede salir bien.

@juansarda