Fotograma de Un día perfecto para volar, de Marc Recha.

Autor inclasificable desde que irrumpió en el panorama cinematográfico con El árbol de las cerezas (1998), el catalán Marc Recha nos sigue seduciendo con su cine poético y moroso, siempre muy atento a las relaciones que se establecen entre los personajes y una naturaleza que su cámara filma como un organismo vivo y mutante. En su última película, Un día perfecto para volar, Recha pone a su propio hijo de unos siete años como protagonista para contarnos la relación entre éste y su padre, interpretado por Sergi López. Hay ecos de El globo rojo (Albert Lamorisse, 1956) en este filme en el que ambos izan una cometa mientras el padre le cuenta al niño historias de ogros y arañas venenosas en la Costa Brava.



Un día perfecto para volar es una película pequeña (apenas sucede gran cosa) y bella que nos conmueve con esa mezcla de fantasía y realidad en la que el paisaje agreste adquiere vida propia mediante los cuentos que el padre relata al fascinado pero también suspicaz niño. La imagen de la cometa cobra verdadero aliento poético en esta película que sigue confirmando el raro talento de Recha para captar con su cámara los matices y sutilezas de realidades aparentemente poco sobresalientes y donde logra plasmar cinematográficamente ese universo de la infancia en el que la imaginación marca de forma determinante la manera de observar el mundo.



Marc Recha ha cerrado la competición española en la sección oficial, más nutrida que nunca y menos inspirada que en la anterior edición. Sin duda, lo mejor ha sido El rey de la Habana, de Agustí Villaronga, aunque después de la Concha de Oro del año pasado a Magical Girl será difícil que vuelva a recaer en otra película española. A falta de un par de títulos en la sección oficial, las apuestas se dirigen a películas como la barroca High-Rise, de Ben Wheatley, el drama épico de Terrence Davies Sunset Song o incluso la brillantez audiovisual del primer anime que compite en el Festival, El niño y la bestia, aunque cualquier cosa es posible ya que la competición está más abierta que nunca y no hay un título que haya destacado de forma especial por encima de los demás.



Fotograma de Los caballeros blancos, de Joachim Lafosse.

En la sección oficial, Los caballeros blancos, de Joachim Lafosse, da buena cuenta de algunas de las virtudes y carencias de un cine de autor europeo demasiado ensimismado. Con un carismático Vincent Lindon como protagonista, la película cuenta las desventuras de una ONG en un país africano en guerra para adentrarnos en las complejidades morales del trabajo humanitario. Si Fernando León opta por el humor negro para dejarnos helados y conmovidos en Un día perfecto, Lafosse tira de un tono qualité y sugerente para contarnos algo parecido, aunque a la postre peor, en una película con momentos interesantes en la que el buen gusto de su autor para engarzar los planos no oculta cierta vacuidad de fondo.



En Perlas, sección dedicada a películas de otros festivales, el reciente Festival de Venecia ha tenido un protagonismo decisivo con la proyección de El clan, ganadora del León de Plata a la mejor dirección para Pablo Trapero. El filme está basado en la espantosa historia real de los Puccio, una familia aparentemente modélica y bien situada socialmente que utilizaba precisamente sus conexiones con la élite argentina para secuestrar a gente y pedir su rescate aun a sabiendas de que acabarían muertos para que no les delataran.



Cuenta Trapero su historia a ritmo de rock and roll, sumergiéndonos en una trepidante montaña rusa en la que la maldad de este clan se va convirtiendo en una tragedia griega que nos deja sin habla ante la brutalidad de lo que vemos en pantalla. Sin duda una de las mejores películas del año, su garra narrativa, sus excelentes interpretaciones (es impresionante como Trapero logra que ese clan se convierta en protagonista y la forma en que la dinámica de sus relaciones nos afecta y nos resulta creíble) la hacen también un filme muy apto para el público como demuestra su inmenso éxito en Argentina. Después de Relatos salvajes, no hay duda de que los cines españoles vibrarán con esta historia sobre la demencia en una sociedad golpeada por la violencia y la locura.



En Nuevos directores pesco una pequeña joya, One of us, película austríaca de Enzo Brandner que reconstruye un caso real, el asesinato a manos de la policía de un adolescente que se mete a robar en un supermercado de noche para hacer una gamberrada y acaba cosido a tiros de la manera más absurda. Con un tono parecido al de Elephant, de Gus Van Sant, el filme acierta al explicarnos un clima de desconfianza y conservadurismo a ultranza en una sociedad que observa a los jóvenes con recelo cuando no pavor y que no sabe qué hacer con ellos salvo aplicar la mano dura.



Y también en Perlas, Son of Saul, del húngaro László Nemes, presentada en Cannes, ha triunfado en San Sebastián como la que posiblemente es la película más importante del año. Nemes nos introduce en el infierno de Auschwitz a partir de la figura de un judío, obligado a colaborar con los nazis en el exterminio, obsesionado con enterrar el cuerpo de un niño. Utilizando de manera majestuosa el fuera de campo y el sonido, Nemes crea la que quizá es la mejor película sobre el Holocausto de la historia del cine, introduciéndonos en el centro mismo del horror. Creo que jamás había visto una película en la que en la sala no se oía ni el zumbido de una mosca.



@juansarda