Image: Bigas Luna, personal e intransferible

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Cine

Bigas Luna, personal e intransferible

El director, uno de los cineastas españoles más transgresores, fallece en Tarragona a los 67 años

6 abril, 2013 02:00

Bigas Luna. Foto: Begoña Rivas


Cineasta de mirada personal e intransferible, creador de un mundo propio en el que lo hispano y lo mediterráneo colisionaban, Bigas Luna (Barcelona, 1946) se marcha a la temprana edad de 67 años cerrando de manera abrupta uno de los capítulos más significativos de la historia del cine español de las últimas décadas. Autor de películas tan icónicas como Bilbao (1978), seleccionada en Cannes y que supuso su consagración internacional, Las edades de Lulú (1990), el mega éxito de Jamón, jamón (1992), La camarera del Titanic (1997) o Yo soy la Juani (2006), Luna fue un hombre "bigger than life", un apasionado defensor de los placeres terrenales y de la carne cuyo universo engrandeció el mito de nuestro país logrando imponerse como uno de los directores más aclamados y reconocidos de nuestra cinematografía a nivel mundial.

Bigas fue un barcelonés universal surgido del rico y fecundo mundo del diseño catalán, no en vano dio sus primeros pasos en Elisava, la Escuela Superior de Diseño e Ingeniería de Barcelona. Fotógrafo profesional, la publicidad fue su puerta de entrada en el mundo del cine, donde destacó desde su primera película, Tatuaje (1978), adaptación de una novela de Manuel Vázquez Montalbán basada en Carvalho, en la que ya daba rienda suelta a su rico universo imaginativo donde las altas dosis de erotismo se conjugaban con un sentido de lo perverso y retorcido que cristalizaría en Bilbao, aún hoy una de sus mejores películas. En ésta cuenta la historia de un psicópata enamorado de una prostituta y el cineasta habla con pasión de una de sus obsesiones más recurrentes, si no la más, el cuerpo femenino como metáfora del placer, el dolor, el amor, el deseo, la fecundidad y la inmortalidad.

El cine de Bigas Luna estuvo siempre muy influido por conceptos telúricos o abstractos pero también por la acuciante realidad española. En Caniche (1979), la odisea de dos hermanos que tratan de aparentar una prosperidad fingida mientras esperan la muerte de una tía para heredar es una ácida crítica contra la burguesía de una época de profundos cambios en la sociedad española. Huevos de oro (1993), con un pletórico Javier Bardem, es una brutal radiografía de esa España del pelotazo y el boom urbanístico que cobra en nuestros días un especial significado. Yo soy la Juani (2006) es una sarcástica aproximación a esa España que todavía seguía viviendo en la prosperidad económica y se entregaba con devoción a los placeres del famoseo y de la cultura de la imagen. La Juani, una mujer carnal, basta y "echada p'alante" fue su último gran homenaje a esa mujer española y mediterránea que adoró toda su vida.

Sin duda, Jamón, jamón (1992), uno de los mayores éxitos internacionales del cine español de todos los tiempos, permanecerá como la película más emblemática del director. Supuso, para empezar, el lanzamiento definitivo de dos superestrellas mayúsculas como Javier Bardem y Penélope Cruz, así como la quintaesencia del universo del creador, ese mundo de sensualidad y pasiones más o menos altas o bajas en el que se confundían los huevos con chorizo con el aceite de oliva y los toros de Osborne. Indagador incansable en los misterios y secretos de la "hispanidad", Bigas realizo desde películas de época como Volavérunt, basada en la duquesa de Alba de los tiempos de Goya, o la fallida DiDi Holllywood, en la que trataba de reflejar la experiencia de las actrices españolas en Estados Unidos.

Fue también un hombre expansivo y muy presente en la vida pública española, casi siempre en su papel de portador de las esencias de ese Mediterráneo que comprendió como muy pocos artistas han sabido hacer en nuestro país. Comprometido en sus últimos tiempos en la lucha contra la piratería, que consideraba una estafa de las empresas de telecomunicación a los artistas, o descubridor de jóvenes estrellas, sumen a Bardem y Cruz la bomba de Verónica Echegui o el carisma de Jordi Mollá, Bigas Luna se marcha dejando tras de sí la reputación de ser un artista extremo y gozoso en el que se confundían los placeres con la investigación en las pulsiones más íntimas del ser humano. Fue también, o sobre todo, una buena persona y hoy el cine español y todos los aficionados lloran su muerte. Ojalá podamos ver pronto Mecanuscrito del segundo origen, la película "apocalíptica" que deja inacabada.