Image: Ridley Scott

Image: Ridley Scott

Cine

Ridley Scott

Inaugura Cannes reinventando a Robin Hood

7 mayo, 2010 02:00

El director británico Ridley Scott.

El próximo 12 de mayo arranca la 63 edición del certamen cinematográfico más importante del mundo: Cannes. Sobre el insigne Ridley Scott recae el honor de inaugurar fastos con la proyección de su revisión del mito de Robin Hood en el filme homónimo que protagoniza Russell Crowe. Si bien, el director se ha visto obligado a cancelar su asistencia en el último momento debido a una complicación en una rodilla: "Muy a pesar mío, debo perderme la noche inaugural del Festival de Cannes y la proyección de Robin Hood. Hace poco me han operado de la rodilla y la recuperación ha sido más lenta de lo que esperaba", se disculpa en un comunicado.

Analizamos este filme, repasamos una Sección Oficial dominada por Francia, el cine oriental y la ausencia de cine español, las secciones paralelas donde brillarán Godard y Oliveira y entrevistamos al pujante director tailandés Apichatong Weerasethakul, quien presenta a concurso la atípica producción española Uncle Boonme Who Can Reccal His Past Lives.

Ahora que anda todo el mundo a la greña por los derechos de autor, Ridley Scott debería darle gracias al cielo de que Hume o Locke hace años que estén muertos y que, además, sus herederos (si es que los hay) ya no pueden decir ni mu porque los royalties caducan a los 100 años. Robin Hood, la monumental película que inaugura el próximo 12 de mayo el Festival de Cannes y se estrena en España al día siguiente, viene a ser un cursillo intensivo, y muy literal, sobre la Ilustración británica: separación de poderes, legitimidad democrática de los líderes y, algo fundamental, la idea de que el pueblo es el único origen legítimo de todo poder y, ahí está la diferencia con la Ilustración de la Europa continental, donde el individuo está por encima del colectivo. En tiempos de zozobra, parecen haberse dicho el director de Blade Runner y Thelma y Louise, acompañado por su actor fetiche, Russell Crowe (en su quinta colaboración conjunta) y el guionista Brian Helgeland (L. A. Confidential, Mystic River) más vale volver a la madre del cordero: o sea, a las raíces de la cultura anglosajona.

Pero que nadie se asuste demasiado, Robin Hood tiene tanto de panfleto político como de escapismo. El propio Ridley Scott, con la rodilla recién operada, lo ha dejado claro en una de sus escasas declaraciones antes de Cannes: "El mito ha perdurado y jamás morirá porque cada época ha sabido darle un enfoque distinto en función de la actualidad. Hay un evidente elemento político aplicable a cada momento histórico: las clases nobles son el enemigo, y el hombre del pueblo que se alza contra ellas es Robin Hood. Pero dentro de este concepto, no hemos olvidado las facetas románticas de la leyenda. ¿Es una película con humor? Sí. ¿Es una película de acción? Sí". Así nace una película híbrida, repleta de aventuras y dotada de brillo y color en la que no faltan las escenas épicas ni las persecuciones y batallas, pero en la que también puede escucharse un grito angustiado por un retorno a los principios que han convertido a la esfera de lengua inglesa en la más influyente y poderosa. Por lo menos hasta ahora.

Hood liberal
Aunque nadie va a sentirse decepcionado con esta nueva interpretación del mito, los más veteranos sí se llevarán una cierta sorpresa ya que la película presenta a un Robin Hood atípico. Para empezar, la trama termina en los bosques de Sherwood, cuando Robin se convierte en el el proscrito que conocemos. De hecho, el director ya ha insinuado que podría haber una secuela. Y el personaje ya no es ese bandido saltarín de aquel Robin de los bosques (Michael Curtiz, 1938) que interpretó Errol Flynn, ni ese héroe crepuscular de Robin y Marian (Richard Lester, 1976) ni mucho menos ese Kevin Costner "metrosexual" y atormentado de Robin Hood, príncipe de los ladrones (Kevin Reynolds, 1991). De hecho, el mito encarnado en la piel de Crowe, que sigue siendo un actor insuperable, parece más una idea que un personaje, la quintaesencia del working class hero de toda la vida en pie de guerra contra el poder.

La metáfora es obvia en tiempos de fraudes financieros y colas del paro. El propio Crowe lo dejó claro a su paso por Madrid: "El mito de Robin Hood está hoy más vivo que nunca. Hoy, como entonces, los líderes se gastan todo el dinero en guerras. Y si entonces era la Iglesia y la Corona las que saqueaban al pueblo, ahora lo hacen los capitostes que han esquilmado a las clases medias y desfavorecidas". De esta manera, más que un Robin Hood "izquierdoso" la película presenta a un ferviente liberal un tanto ácrata convencido de que todo impuesto es un agravio por sí mismo del que el poder tiene que rendir cuentas.

La película de Scott presenta otras novedades, la mayor parte guiños evidentes sobre la actualidad. Por ejemplo, se reparten las culpas entre Little John (el tradicional rey malvado de la historia) y Ricardo Corazón de León, que en muchas versiones anteriores aparecía como figura idílica del pasado. En este caso, el filme reprocha al rey Ricardo haber malgastado las vidas y el dinero de los británicos en las Cruzadas. Hood incluso acusa al monarca de crímenes de guerra, un concepto moderno que difícilmente hubiera utilizado un simple arquero de la Edad Media.

Scott, sin embargo, asegura haber sido lo más verosímil posible: "Hay miles de historias sobre Robin Hood, algunos dicen que no existió pero yo siempre he creído que sí. Hemos intentado presentar una historia verosímil y mostrarlo como un verdadero personaje histórico. Los espectadores verán al mito como un hombre de carne y hueso". Con "prehistórica" tecnología 2D en este filme también brillan, además de Crowe, grandes actores como Cate Blanchett, William Hurt y Max Von Sydow. Si cada generación tiene su propio Robin Hood, Scott ha hecho su trabajo: el mito demuestra absoluta vigencia en pleno siglo XXI.