Image: Cannes revela el enigma de Wong Kar-wai

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Cine

Cannes revela el enigma de Wong Kar-wai

Cuatro años después de lo anunciado se estrena "2046"

13 mayo, 2004 02:00

Escena de 2046

Cuatro años después de lo anunciado, Cannes estrenará 2046, la esperada fantasía romántico-futurista de Wong Kar-wai. El cineasta de Hong Kong (In the Mood for Love) probablemente revolucione el género de la ciencia-ficción con este filme, sin duda uno de los favoritos aspirantes a la Palma de Oro. Carlos F. Heredero, autor del libro La herida del tiempo. El cine de Wong Kar-wai, desmenuza los misteriosos caminos que ha recorrido la película desde su génesis. Además, El Cultural repasa los filmes no competitivos más destacables del certamen, mientras que Sergi Sánchez rinde tributo a Buster Keaton, protagonista de la retrospectiva.

"El gran acontecimiento asiático del año y posiblemente del cine globalmente hablando será 2046", aventura ángel Sala, director del Festival de Sitges, a propósito de la esperada fantasía romántico-futurista de Wong Kar-wai que verá la luz estos días en el festival de Cannes. Y así es: el certamen francés, inaugurado ayer con la película de Pedro Almodóvar, está a punto de desvelar "el enigma 2046", el misterio más cotizado y mejor guardado desde que, hace ya más de cuatro años, el director de In the Mood for Love empezó a preparar su rodaje.

Porque debe saberse que la prensa de Hong-Kong anunciaba ya, cuando en abril de 1999 empezaba a gestarse el casting de la película, que ésta sería presentada en el festival de Cannes del año 2000. Y no ha pasado ningún año, desde entonces, en que la comunidad cinéfila del mundo entero no diera por hecho que 2046 estaría lista para estrenarse en la gran cita anual de Cannes, pero la realidad de los hechos ha sido muy diferente...

Para empezar, Wong Kar-wai aparecía en la edición del año 2000 con una película sin terminar (a falta de las mezclas definitivas) y que se presentaba "sin título" en el catálogo del certamen, pero que resultó ser In the Mood for Love, con la que -a pesar de todo- ganaba el premio al mejor actor (para Tony Leung) y el Gran Premio Técnico, por sus cualidades plásticas. Una película en la que sus protagonistas se citan a escondidas en una habitación de hotel, con el número 2046, donde la mujer ayuda al hombre, periodista de profesión, a escribir novelas de artes marciales. ¿Qué había sido, mientras tanto, del film de ciencia-ficción titulado 2046...?

La historia es larga, apasionante y misteriosa. En mayo de 1999, el casting de 2046 estaba atestado ya de grandes estrellas asiáticas: Takuya Kimura (popular estrella del cine y la televisión japonesa), Faye Wong (la anhelada y deliciosa protagonista de Chungking Express, figura cumbre de la canción pop en Hong-Kong), Carina Lau y el recurrente Tony Leung. Pero durante los meses siguientes se barajan también los nombres de ¡Brad Pitt! y de ¡Bjürk!, quien -según la prensa de Hong-Kong- debía interpretar el papel de una camarera androide capaz de ver el pasado y el futuro...

Poco después, los rodajes de In the Mood for Love y de 2046 discurren casi en paralelo: "Trabajar en ambas películas a la vez fue como enamorarse de dos personas al mismo tiempo. 2046 comprende tres historias, cada una inspirada en una ópera occidental: Madame Butterfly, Carmen y Tannahauser. Fuimos a Bangkok para rodar una de ellas y, cada vez que salía a buscar localizaciones, empezaba a pensar que debíamos haber rodado In the Mood for Love allí. Así que trasladé la producción de esta última a Bangkok cuando tuvimos que suspender nuestro rodaje de 2046. Casi me volví esquizofrénico. A final dejé de pensar en In the Mood for Love y en 2046 como dos películas distintas: ahora las considero una sola", decía el cineasta en agosto del 2000. "Puedes encontrar algunas cosas en In the Mood for Love procedentes de 2046, igual que habrá rasgos de la primera en la segunda cuando 2046 se haya terminado".

Pistas sobre la historia
Sólo los rumores difundidos por ciertos colaboradores han dado algunas pistas sobre la historia, pero como las películas de Wong Kar-wai se modifican una y otra vez a lo largo de sus interminable rodajes, nada se puede dar por seguro. Algunos han hablado de "humanos y androides que llevan un microchip instalado en el cuerpo, y que sufren lapsus de memoria que les impiden saber quiénes son en realidad" (Jacky Pang, director de producción). Otros hablan de "misteriosos trenes que parten hacia 2046 cargados de pasajeros cuya intención es reencontrar los recuerdos perdidos", como se lee en la sinopsis que ofrece el distribuidor francés (Ocean Films).

La inspiración del director tiene raíces en la devolución de Hong-Kong a China continental en el año 1997: "El gobierno de China prometió entonces cincuenta años sin cambios. Y pensé: debería hacer una película sobre las promesas, sobre cómo las cosas pueden permanecer sin cambios durante toda una vida. Así que la historia se ambienta en el año 2046. Es una película futurista, pero no un film de ciencia-ficción. No es como El quinto elemento. No esperen algo como Matrix. Será más como una ópera", advertía Wong Kar-wai: "Empezamos con tres historias y tengo curiosidad por ver cómo quedarán al final dentro del film...".

Y si el cineasta no sabía cómo acabaría siendo su propia película, ninguno de los actores implicados en el proyecto sabía tampoco, a ciencia cierta, ni qué personaje debía interpretar, ni qué diálogos tendría que recitar delante de la cámara. Siguiendo la práctica habitual de este singular creador, no se trabaja con un guión previo (nunca existe tal cosa en sus producciones), pero los actores -rutilantes estrellas del firmamento asiático- aceptan trabajar con él por un salario muy inferior a su caché y en condiciones que no le aceptarían a ningún otro director. Todo por el prestigio que les reporta y porque es un cineasta de culto con enorme proyección internacional.

Confusa secuela
A cambio, aceptarán vivir embarcados en sus rodajes (casi cuatro años para 2046) a lo largo de temporadas intermitentes y siempre que Wong Kar-wai los reclame para rodar escenas adicionales o, incluso, para filmar nuevas secuencias en las que deben interpretar un personaje diferente al que han estado componiendo el año o los años anteriores ("no sé de qué va la historia. Wong viene con nuevas ideas todos los días", contaba Tony Leung) y sin saber nunca a qué situación concreta de la historia pertenece el plano que están rodando. "No he leído ni una sola línea de guión, pero, basándome en mis conversaciones con Wong Kar-wai, creo que 2046 será una secuela de In the Mood for Love", decía Zhang Ziyi.

La tiranía del cineasta sólo es comparable a la de Stanley Kubrick, pero ni siquiera el director de 2001 pudo permitirse nunca rodar por tiempo indefinido, modificando el curso de sus historias -a partir de lo que le sugieren las imágenes filmadas previamente- hasta que por fin, un buen día, decide dar por acabado el trabajo.

De ahí, por ejemplo, la incomprensión de Takuya Kimura, que abandonó la producción en septiembre del 2001 ("¿acaso pretende que estemos rodando hasta el año 2046?", le increpó entonces a Wong Kar-wai), para volver dócilmente poco después, o la incorporación paulatina de nuevos actores a medida que avanza el trabajo: en mayo de 2001, el director fichó a Zhang Ziyi (de inolvidable presencia en Hero), y después, por si no había suficiente glamour, se incorporan las dos máximas estrellas femeninas del cine asiático: la habitual Maggie Cheung (protagonista de In the Mood for Love) y la mismísima Gong Li.

La filmación comienza en Bangkok, pero la historia del rodaje es tan intermitente como itinerante: las montañas de Corea del Sur (junio del 2000), Hong-Kong (septiembre del 2001 y enero del 2003), Macao (marzo del 2002), Shanghai (septiembre, 2002) y de nuevo Hong-Kong en marzo del 2004. Entre medias, Wong Kar-wai encuentra tiempo para rodar su episodio de media hora, interpretado por Chan Cheng y Gong Li, para el film colectivo titulado Eros, en el que las otras dos partes han sido dirigidas por Michelangelo Antonioni y Steven Soderbergh.

Efectos especiales
Los efectos especiales necesarios para la creación de una ciudad futurista han consumido dos millones y medio de dólares, y han estado a cargo de la empresa francesa BUF, responsable de las incrustaciones digitales de La inglesa y el duque (Rohmer), y de los famosos ballets aéreos de Matrix Revolutions (Hnos. Wachowkski). El coste total del film alcanza ya los 25 millones de dólares, pero el pasado 13 de abril (ocho días antes de que Cannes anunciara que había seleccionado el film) todavía se seguía trabajando en la posproducción. Ahora bien, ¿de qué va, qué cuenta en realidad, la historia de 2046...?

Según las últimas informaciones, la historia trata de un escritor (Tony Leung) que escribe sobre el futuro, pero en realidad lo hace sobre el pasado. Durante su encuentro en un hotel con una prostituta (Zhang Ziyi), escribe una novela que transcurre en el año 2046, donde otras dos parejas de androides y humanos (Faye Wong, Carina Lau, Takuya Kimura, Chang Chen) viven historias de amor. Pero tratándse de Wong Kar-wai, nada ni nadie garantiza que éste sea, finalmente, el verdadero argumento que nos encontremos en la pantalla.

Todo apunta, sin embargo, a que podemos estar, de nuevo, frente a un fascinante tapiz de imágenes contagiadas por el ardor romántico y por los amores siempre fallidos que confieren su hipnótica personalidad a las fantasías emocionales de este cronista lírico, pero no sentimental, del desamor y de la soledad en el marasmo urbano contemporáneo.


Ciencia-ficción de culto
Alphaville: La extraña aventura de Lemmy Caution (1965), de Jean Luc-Godard. A partir de la novela de Paul Eluárd, Godard filtró su bizarra visión futurista del mundo y de la vida a través del cine negro, la iconografía pop y el melodrama romántico. De tal síntesis resulta un filme ambivalente y original, que sumerge al espectador en una atmósfera ambigua, reforzada por actores inexpresivos, dosis de violencia inesperada y una fuerte sensación de incongruencia. La abstracción, concepto ineludible en la ciencia-ficción moderna, invadía sin timidez el género.

Fahrenheit 451 (1966), de François Truffaut. El mensaje de este filme -basado en la novela homónima de Ray Bradbury- cobra mayor trascendencia a medida que envejece su estilo. El mundo puesto en escena por Truffaut, con un gobierno autoritario que no permite leer ni pensar (los bomberos sólo se dedican a quemar libros), no se aleja demasiado de nuestra sociedad moderna, en la que la lectura y el pensamiento son placeres en extinción. Desprendida de espectacularidad, con una estética retro, la historia es esencialmente una fábula de sociedades alienadas que proyecta muchas (y preocupantes) actitudes del hombre contemporáneo.

2001: una odisea del espacio (1968), de Stanley Kubrick. El mayor perfeccionista del cine moderno redefinió la ciencia-ficción llevándola a alturas filosóficas, metafísicas y hasta teológicas. Nunca el espacio exterior había sido retratado con tanto misterio y belleza, con tanto silencio. La explicación científica de la existencia de Dios en formato celuloide conmocionó a toda una generación de espectadores y cineastas que atisbaron la posibilidad de un cine prácticamente liberado de las convenciones narrativas y visuales.

Solaris (1972), de Andrei Tarkovski. Un psiquiatra y una misión: averiguar las extrañas causas de muerte en una estación espacial en torno al planeta oceánico Solaris. Con estos mimbres, y en oposición a la ópera magna de Kubrick, el cineasta ruso dota al género de un humanismo insólito hasta ese momento. Con total ausencia de efectos especiales, que no le impide crear una hipnótica atmósfera futurista, Tarkovski centra su obra en una reflexión sobre los orígenes, desdoblamientos y ocasos de la vida. La impactante secuencia final da la medida de un filme sin restricciones.

Blade Runner (1982), de Ridley Scott. último gran clásico del género, denostada por crítica y público en su momento, Blade Runner es ya pieza inmortal del cine y obra de referencia de la ciencia-ficción posterior. En la sombría y superpoblada ciudad de Los ángeles de 2017, varios "replicantes" (androides de aspecto humano) se esconden del agente Rick Deckard, encargado de eliminarles. A partir de una variación futurista del film noir, Ridley Scott capturó con maestría el concepto y la estética cyber-punk, basadas en la dicotomía máquina-hombre.