Image: Deseo el camino de Gerardo Vera

Image: Deseo el camino de Gerardo Vera

Cine

Deseo el camino de Gerardo Vera

24 octubre, 2002 02:00

Cecilia Roth y Leonardo Sbaraglia en Deseo, de Gerardo Vera

Con Deseo, Gerardo Vera (La celestina, Segunda piel) apuesta de nuevo por el dramatismo latente en toda obsesión. Entretejiendo una historia de amor con una trama de espionaje nazi, ambienta el filme en el Madrid de la posguerra.

Madrid, 1945. Durante el auge del fascismo en España y la Segunda Guerra Mundial dando sus últimos coletazos, se pone en marcha la “Operación Araña”. Con la connivencia del Gobierno de Franco, la Iglesia y el General Perón, importantes criminales de guerra nazis escapan a Argentina huyendo de la justicia aliada. En la ficción que reconstruye Deseo, sus intermediarios en la capital española son Pablo (Leonardo Sbaraglia) y Alina (Cecilia Roth), argentinos de origen alemán. Pero es en el torbellino de las tramas de espionaje donde nace el conflicto que realmente interesa al director de esta historia, el cineasta y autor teatral Gerardo Vera: “Deseo es por encima de todo la historia de una obsesión, del amor vivido como una enfermedad por dos personas que pertenecen a mundos en conflicto, de un arrebato desesperado de dos seres humanos para encontrar una identidad al margen de los acontecimientos”.

La aparición de Elvira (Leonor Watling), hija de un republicano fusilado durante la contienda civil, como sirvienta en la casa de Pablo, es el punto de partida de una historia condenada al fracaso y a la imposibilidad. Como en Segunda piel (1999), la película de momento más exitosa del director madrileño, el deseo es el camino a la perdición de sus personajes, “una pasión devastadora que en el punto del desarrollo dramático de la historia, ya no pueden controlar”.

Las cartas sobre la mesa
Ese punto de no retorno es el momento en que todas las cartas están encima de la mesa. Elvira descubre que Pablo es un colaborador nazi, y éste a su vez descubre que Elvira esconde un pasado republicano... y a un marido en la cárcel, interpretado por Ernesto Alterio, actor cuya elección para el papel no parece gratuita, debido a su parecido físico con Sbaraglia.

A modo de subtramas político-sentimentales, hay más relaciones sostenidas por el deseo insinuadas en el relato, escrito para la pantalla por la novelista ángeles Caso, que con esta película debuta como guionista. Disfrazada de una perturbadora ambigöedad, la relación entre los personajes de Sbaraglia y Cecilia Roth (en quien Vera ha visto, y explotado, las huellas faciales de la Dietrich) también discurre sobre los instintos que despierta la pasión carnal: “Alina hace gala de una sexualidad muy amplia para la época. Juega con el sexo. Me gusta mucho este personaje, porque es una vencedora y somos testigos de cómo se desmorona”.

El director de La celestina, película de la que prefiere no acordarse -“Hubo una enorme falta de entendimiento con el actor, Juan Diego Botto”, asegura-, ha contado una vez más con el generoso respaldo financiero de la productora Lolafilms. Como tiene acostumbrado, Andrés Vicente Gómez no ha reparado en gastos para ambientar una película de época que en ciertos momentos recuerda, por su suntuosidad y dirección artística, a La niña de tus ojos, de Fernando Trueba. En la misma senda, el filme cuenta con un plantel de actores en roles secundarios de sobra conocidos por los espectadores: Emilio Gutiérrez Caba -aterido de miedo durante todo el metraje-, Rosa María Sardá -que al dar vida a una anciana en estado catatónico, queda desprovista de su mejor virtud, el habla-, y la argentina Norma Aleandro en una breve intervención como madre de Pablo.

Luz tenebrista
Con una luz predominantemente tenebrista, incluso en las alegorías de corte marítimo (un oceáno embravecido como inicio y colofón de la película), el trabajo fotográfico ha recaído en el cotizado Javier Aguirresarobe (Los otros, Hable con ella). “Es un hombre que sabe iluminar a los personajes por dentro -comenta el director-. Un artista y un profesional con una gran capacidad de riesgo”. Para la música original, Vera buscaba un compositor especial, “que fuera capaz de contar la historia de amor desde un punto de vista que no fuera melodramático sino turbio”, y lo encontró en Stephen Warbeck, autor de los scores de Shakespeare in Love y Billy Elliot.