Cine
"Hay que destruirlo todo e inventar algo nuevo"
Saura
31 octubre, 1999 02:00La melena plateada que se dispara en varias direcciones, el "polard" gris abrigándole en exceso, "no sabes el frío que hacía esta mañana en la sierra". Carlos Saura simultanea el comentario con su enorme abrazo de costumbre. Deprisa, deprisa, Saura siempre a la carrera. La gentileza, intacta. El maletín, lleno de folios con su último guión, por primera vez en inglés, cuya escritura ha abandonado hace media hora para acudir a esta cita, "aunque ya sabes lo que me cuesta hablar de mis películas".
La película de la que hoy le cuesta hablar es "Goya en Burdeos", la última obra maestra que el cine español produce en el siglo XX. Visión profundamente subjetiva y formalmente experimental del enigma humano, Carlos Saura (Huesca, 1932) inventa un hombre guiado por tres obsesiones: la creación artística, España y la pasión amorosa por la duquesa de Alba. En el Goya de Saura hay mucho de sí mismo, de su hermano Antonio, del Goya de la Corte madrileña y de Fuendetodos, y también de Paco Rabal y Luis Buñuel.-Ha dedicado la película a su hermano, el pintor Antonio Saura.
-Aunque como fotógrafo fui un tardío apasionado de la pintura, Antonio no me "iluminó" para entender a Goya, al que yo ya conocí de niño por mis visitas al Museo del Prado. Fue más tarde, cuando ya éramos mayores. Como pintó varios cuadros basándose en Goya y estaba obsesionado por él, me condujo un poquito más hacia él. Pero, lo que sobre todo era una maravilla, era ir con Antonio a visitar el Museo del Prado, ir con alguien que sabía pintar y de la mecánica de la pintura. él me iba explicando las pinceladas y me habló de la frescura natural de las de Goya, como emergidas de su propia personalidad.
Goya, cineasta
-¿Qué quiere decir?
-Que Goya pintaba a arrebatos. Hubiera sido un cineasta fantástico. Y buenísimo, mejor que yo (Risas). Bueno, él en su época y yo en la mía. Podríamos decir lo que me decía Buñuel: "Yo soy uno de los mejores directores aragoneses de cine del mundo". Goya hubiera sido el segundo.
Fanático de la fotografía, cuando Carlos Saura tenía dieciocho años adquirió su primera cámara de cine. Lo primero que rodó, inspirándose en un tapiz goyesco, fueron imágenes de la zona urbana madrileña que ocupó dos siglos antes la pradera de San Isidro, un documento que dejó incompleto. Hasta dos años más tarde no ingresó en la Escuela Oficial de Cine. Goya ha sido pues, a lo largo de casi medio siglo, una obsesión latente, "aunque intermitente". Si Goya fue una obsesión llevadera, Luis Buñuel fue el paisano, maestro, amigo y actor -en el rol de verdugo- en uno de sus primeros filmes, "Llanto por un bandido" (1963), protagonizado por Paco Rabal. Es momento de recordarle.
-¿Cuánto hay de Luis Buñuel en el Goya de Carlos Saura?
-Hay mucho de Luis Buñuel, frases enteras suyas, y de Baltasar Gracián, que siempre le influyó mucho. Y la idea suya que tomó de Gracián de que cada hombre puede ser lo que su imaginación e ideas le permitan. Buñuel me solía decir algo tan bonito y surrealista como "la imaginación es inocente". Aunque añadía que, por su peligro, la religión católica la castiga. Decía que llamaron "malos pensamientos" a la "imaginación" y te hacían confesarte por ellos, y que la Iglesia sabía tanto de los peligros de la imaginación que la convirtió en pecado.
-¿Podría decir, a la manera de Flaubert, "Goya en Burdeos c’est moi"?
-Hhmmm, podría... pero quedaría muy pedante. Pero es que, ¡Flaubert era un pedante! (Risas). He leído tanto, he visto tanto de Goya... y me sigue siendo difícil hablar de él. Hay tantas opiniones y totalmente contradictorias. Yo he rellenado la vida de Goya a mi manera, tratando de entenderle. Lo que dice, no lo dijo, lo digo yo, desde la más absoluta libertad.
-La película se abre y cierra con dos preguntas de Goya, ¿dónde estoy? y ¿quién soy yo? También, con dos espirales que traza con el dedo sobre el vaho de una ventana y en el aire, antes de morir... y de nacer. ¿Es una película de forma espiral que torna en sí misma?
-Bueno, para empezar, no creo que Goya pintara nunca una espiral. A mí la espiral siempre me ha inspirado muchísimo e imaginé a Goya dibujándola. La espiral supone el nacimiento y la vida, no terminando nunca. La película termina con su nacimiento y tiene, sí, una forma espiral, pero muy libre. Porque he terminado donde debía haber empezado: Goya naciendo en Fuendetodos. Y luego va para atrás, pero a veces, va para delante. Yo, al principio, tuve la idea de hacer una película en retroceso, no como un "flashback" formal, pero empezando me di cuenta de que era demasiado rígido. Entonces, me permití el lujo de alterar ese programa.
-Goya comparece como un hombre tierno y muy divertido en sus diálogos con su hija pequeña.
-Yo quería destruir esa imagen de ese viejo un poco cascarrabias, porque con 83 años tiene derecho a serlo, pero muy tierno con su familia, como se desprende de su epistolario familiar. Tengo para mí la idea de que esa mezcla es muy española... esto suena fatal. Vamos a decir que es muy aragonesa, esa mezcla de violencia y ternura que estuvo en Goya y Buñuel, capaces de lo más brutal y lo más tierno.
Una historia fácil de contar
-Ha erigido "su" Goya sobre tres obsesiones: la creación de una pintura más allá de las realidad palpable, España y la duquesa de Alba.
-Sí, porque España vivía en un momento en que existía la ilusión de poder transformarla, porque se veía a Francia e Inglaterra evolucionar rápidamente. España era un país despoblado, inculto, con una monarquía muy cerril y elemental, con una clase terrateniente que lo dominaba todo y unos cuantos intelectuales que trataban de modificar algo que parecía posible. Goya creyó en esa posibilidad y trató de colaborar en la modificación de la España de su tiempo.
Carlos Saura publicará en unas semanas la novelización de un guión de posguerra que tiene pendiente por rodar, "¡Esa luz!". "La caza", su película de 1965, comparece como la alegoría, hermética y atrevida, sobre el recuerdo de la Guerra Civil. Está también la memoria: en la sofisticada "El jardín de las delicias" (1970), en la posterior "Dulces horas" (1981) y en la intimista "El sur" (1990), erigida sobre el texto de Jorge Luis Borges. Y claro, sus películas de oposición a la dictadura franquista, "La prima Angélica" (1973), "Cría cuervos" (1975) y "Ana y los lobos" (1972) que le convirtió -junto a su musa y actriz Geraldine Chaplin- en el realizador español de mayor fama mundial en los setenta.
-"Goya en Burdeos" conecta con sus anteriores películas de la guerra civil y la posguerra.
-Sí, para mí era relativamente fácil contar esta historia porque había muchos elementos similares a lo que había ocurrido en este país durante la guerra. Inevitablemente, he llevado a Goya y su tiempo a mi terreno y tiempo... Cuando estudiaba, encontraba cosas semejantes a las que estaban en mi propia memoria. La misma dictadura, la censura, un tipo de Inquisición que te impedía contar lo que querías... el franquismo fue un tiempo parecido al que le tocó a Goya vivir. Y un Goya exiliado en Burdeos se parecía a un Buñuel exiliado en México.
-La película sugiere dos muertes de Goya: la sordera y la muerte final, a la que sigue su nacimiento.
-¡Y vence a la muerte! Lucha contra la muerte y la vence. La hace retroceder, pero le cuesta la sordera. Vence a la muerte, se queda sordo y comienza una nueva vida interior, más creativa e imaginativa, a partir de "Los Caprichos" y de su pasión por Cayetana. Me lo he sacado de la manga pero es un razonamiento muy de la época y quizá de antes, desde el Barroco y Gracián.
-La película se erige sobre una concepción visual pictórica, entre la realidad y lo teatral y el montaje es similar al de una ópera.
-En una nueva aventura siempre hay nuevos experimentos. Creo que en "Goya" avanzo sobre cosas que ya había intentado en "Tango" y "Flamenco". Está lo pictórico, la realidad, lo teatral, lo operístico, porque son las cosas que me gustan dentro del cine. Hay una gran libertad en cuanto a la estructuración de la película, precisamente en el uso de los tiempos, que es algo que yo siempre ando buscando. En "Goya", a partir de las técnicas que empecé a usar en "Flamenco" y con Vittorio Storaro después, me ha permitido ese ensamblaje de tres tiempos en una misma imagen.
-Hay "otras" dos películas dentro de "Goya en Burdeos"; la escenificación del milagro de San Antonio de Padua y los Desastres de la Guerra.
-Sí... sin ser cuadros vivientes, que es lo que más me horroriza. Ha sido estupendo tener el pretexto de un pintor para utilizar la luz de determinadas maneras. El milagro de San Antonio está rodada con mucho humor, como si fuera el resultado de una comedia negra de los Estudios Ealing mezclada con una de terror de Roger Corman, con rayos y muertos vivientes. En Los Desastres de la Guerra hay recuerdos míos de nuestra guerra, gente huyendo con sus enseres, que se han reproducido ahora en Kosovo. Hay tres momentos: la huída, las matanzas y los cadáveres sobre la nieve y bajo la cal.
Un año después de graduarse en la Escuela Oficial de Cine, en 1958, Carlos Saura rueda su primer documental, "Cuenca", en colaboración son su hermano Antonio. Le pidieron a Paco Rabal que pusiera la voz al comentario. Rabal lo hizo gratis. Los hermanos Saura le regalaron un reloj. A lo largo de 41 años Saura y Rabal han colaborado en "Llanto por un bandido" y "Los zancos" (1984). Por un "quítame allá unos dineros" del representante de Rabal, su hermano Damián, Paco no protagonizó "La caza".
Francisco Rabal y Lucientes
-¿Hasta qué punto este Goya agonizante en Burdeos fue escrito a la medida de Paco Rabal?
-Al cien por cien. Tanto que yo le llamo Francisco Rabal y Lucientes. Paco se parece cada vez más a Goya... o Goya a Paco. Yo creo que Goya en realidad es Paco Rabal.
-¿Cuál es la aportación personal y artística de Rabal a este Goya?
-Como era el actor ideal, lo trajo todo. Sólo me hizo una pregunta: "Oye Carlos, ¿cómo hago yo este papel?" Le dije: "Mira Paco, has hecho Goya ochenta veces. Cada vez que alguien quiere hacer una película sobre Goya, te llama a ti, así que lo que tienes que hacer es imitar a Buñuel, pero con mesura".
-Esta película clausura una década creativa en la que con obras como "¡Ay, Carmela!", "El sur", "¡Dispara!", "Marathon", "Sevillanas", "Flamenco", "Pajarico" y "Tango" ha consolidado un vigoroso discurso personal.
-No tengo ni idea, no me preocupa ni me interesa lo que hago. Las voy dejando hechas. No siempre hago lo que puedo. En realidad, me quedan pocas cosas pendientes. Si me queda salud, quiero hacer "¡Esa luz!". Tengo la sensación de que todo lo que quería hacer está casi acabado.
-¿Hacia qué nuevas aventuras irá Carlos Saura en el siglo XXI?
-Este ha sido un siglo fantástico de hallazgos; pero, al mismo tiempo, se han experimentado tantas cosas que cada vez quedan menos cosas y posibilidades para la experimentación. Para el siglo que viene propongo destruir todo lo que se ha hecho. O tratar de inventar algo nuevo... que es dificilísimo. (Risas) Porque, destruyéndolo, quizá las nuevas generaciones podrán pensar que se inventan cosas nuevas. En todos los terrenos, literatura, música... En el cine es donde creo que hay todavía campos.
La calidez, bonhomía y generosidad del carácter de Carlos Saura son la marca de su casa. Su exquisita generosidad le ha impedido siempre manifestar opiniones acerca de sus colegas contemporáneos. Tras una conversación que transcurre en un tono cercano a la socarronería aragonesa, se aviene a contestar dentro de los estrictos cauces de la cortesía.
-¿Qué cineasta joven español le interesa?
-¡Depende de la edad, yo también me considero joven cuando me interesa! (Risas) Me resulta difícil, porque no me gusta dar nombres. Me han interesado "operas primas" estupendas e interesantes, como "Tesis" y "Solas". Son chavales estupendos y con talento.
-¿Hacía donde pueden ir?
-Veo que hay mucha confusión. Sigo muy de cerca el caso de Pedro Almodóvar, interesantísimo. Ha tenido la audacia de poder salir de su propio mundo. Se ha regenerado y hace un cine interesantísimo, por nuevos caminos pero manteniendo su personalidad. Se ha enriquecido. Y lo que ha conseguido Pedro Almodóvar no lo veo en los nuevos directores.
-¿Su opinión sobre "el estado del Arte"?
-Hay gente muy interesante, pero -y es el problema de la época-, muy superficial. Cualquiera puede hacer cine e imitar, y no hay nada malo en imitar al cine americano. Pero hacer un cine bueno y tener una personalidad, lo veo complicado.
-Está escribiendo una nueva película, adaptando una novela de Melvyn Bragg, "The Maiden of the Battermeade", a rodar en Inglaterra ¿Cómo es eso?
-Un empeño del productor Andrés Vicente Gómez. Yo quería hacer un guión mío, "Querida, ¿me alcanzas el cuchillo?", pero él no lo consideró oportuno y me lanzó esta propuesta. Y como soy un aventurero y no he hecho nada así... lo hago
- ¿Y cómo va su inglés?
- It’s getting better and better. (Risas)