El reto futuro  está en torno a los robots y la IA. Foto: Tara Winstead/Pexels

El reto futuro está en torno a los robots y la IA. Foto: Tara Winstead/Pexels

Lo mejor de 2023 Entre dos aguas

Ciencia, atlas de un tiempo crucial

El año que termina ha impulsado la inteligencia artificial, el gran reto de nuestro tiempo en el ámbito tecnológico.

24 diciembre, 2023 01:13

“El sueño de la razón produce monstruos”. Esta frase, aventurada a finales del siglo XVIII por un pintor tan genial como visionario, Goya, asomó su carácter premonitorio a mediados del siglo XX con un estallido apocalíptico, germinado en mentes humanas, en tierras japonesas, y parece que ahora toma nueva vida, pero con diferente personalidad, la de la Inteligencia Artificial (IA), el gran tema de nuestro tiempo, y no es improbable que también de los tiempos venideros. El ChatGPT, casi un recién nacido, se ha convertido en la voz de alarma, el aviso de que se avecina un peligro para nuestro legendario poderío en la historia de la Tierra.

Como si fuera el llanto de un bebé que nos despierta de un sueño profundo, esa voz infantil ha comenzado a resonar inquietante, perturbando nuestras mentes. Cuando se escuchan rumores, procedentes de una compañía líder en el campo de la IA como es OpenAI, de que puede haberse producido un avance con el potencial de amenazar a la humanidad, la cosa empieza a ponerse fea.

Y lo peor es que tales avances se encuentran en una “caja negra” a la que únicamente tienen acceso unos cuantos, los Altman de turno. Los sueños de Alan Turing y John von Neumann de máquinas que pudiesen competir en inteligencia con los humanos parecen estar próximos a cumplirse. Máquinas que, además, acaso pronto puedan reproducirse autónomamente. Para mí, este ha sido el gran tema de la ciencia y tecnología de 2023.

Se ha confirmado agua tanto en regiones de la Luna iluminadas por el
Sol como en las sombrías. Un hallazgo muy relevante

Pero si hablamos de IA, de si es o será comparable o superior a la inteligencia humana, tendríamos que conocer bien el cerebro, en qué consiste nuestra inteligencia, cómo es “el pequeño universo que llevamos dentro”. Y precisamente este año que ahora termina se ha anunciado un avance importante en su conocimiento

No se trata de responder a incógnitas fundamentales asociadas al concepto mismo de lo que se puede denominar “nuestra humanidad”, a la cabeza de ella cuestiones del tipo de cómo tiene conciencia de sí mismo esa manifestación emergente del cerebro que es el “pensamiento”, o qué es el “pensamiento simbólico” y cómo han surgido semejantes facultades, sino de sentar las bases para intentar responder a ellas en el futuro. El avance en cuestión es el “Atlas del cerebro” que se ha presentado en una serie de artículos publicados en el número del 13 de octubre de la revista Science.

En el artículo introductorio, Mattia Maroso explica que “nuestro cerebro está compuesto de 86.000 millones de neuronas y un número similar de células no neuronales”, y que un consorcio de centros de Estados Unidos y Europa se habían unido en 2017 para caracterizar, de manera coordinada, los tipos de células, y sus funciones, en el cerebro de los humanos, primates no humanos y roedores y que los datos que se presentaban ahora “permitirán a los investigadores abordar cuestiones científicas fundamentales sobre el cerebro humano y su organización genética. ¡La era de la investigación del cerebro humano celular está llamando a nuestra puerta!” Descifrar la diversidad genética de esos miles de millones de células, efectivamente, es esencial para comprender la base molecular de nuestras capacidades mentales, y subsiguientemente de los desórdenes neuronales que se producen.

Que se haya podido componer un atlas del cerebro, que seguramente se refinará y ampliará en el futuro, ha sido posible gracias al desarrollo de la tecnología que está permitiendo estudiar las características genómicas y funcionales de las células, individualmente, dentro de los tejidos. En un momento en el que la tecnología es vista por muchos como un peligro, no está de más recordar que esta se manifiesta de muy diversas maneras, y aquí tenemos una beneficiosa.

Conocer la estructura celular y genética del cerebro humano puede, asimismo, permitir saber más, con una base realmente sólida, acerca de nuestra singularidad, ya que también se están utilizando estos datos para compararlos con los de primates no humanos y roedores.

No somos la única manifestación de vida animal en la Tierra. Lo sabemos perfectamente aunque nos comportemos con demasiada frecuencia como si no lo supiéramos. Afortunadamente, no todos, como se ha puesto de manifiesto en otro de los hitos de la ciencia de 2023. Me refiero al Proyecto Zoonomia, en el que un consorcio internacional ha determinado el genoma de 240 especies de mamíferos, aproximadamente el 80% de las especies existentes.

Publicados los resultados también en Science, en el número del 27 de abril, estos trabajos servirán para intentar entender cómo se ha producido la variación genética que ha dado lugar a la variedad morfológica y de comportamiento en los mamíferos, clase de animales, obvio es recordarlo, a la que pertenecemos. ¿Qué genes se han conservado? ¿Cuáles comparten algunas especies? Cuando se alteran genes, ¿qué consecuencias tiene? Son algunas preguntas que facilita este otro atlas.

Mi otro grupo de hitos favoritos de 2023 pertenece al ámbito del espacio. Si saber más de nuestra naturaleza “profunda”, y de la de otros animales con los que estamos emparentados nos atrae irresistiblemente, otro tanto sucede con nuestro interés atávico hacia el cosmos.

Y para entenderlo se diseñan y construyen mecanismos diferentes: nuevos tipos de medios de observación, como el Telescopio IceCube, ubicado en la Estación Amundsen-Scott del Polo Sur –un conjunto de 5.000 módulos ópticos digitales–, cuyo propósito es la detección de neutrinos, la elusiva partícula que tantos quebraderos de cabeza ha ocasionado y ocasiona a los físicos de altas energías. Y en 2023 lo ha conseguido al detectar neutrinos procedentes de nuestra galaxia, la Vía Láctea.

Se construyen vehículos espaciales que abandonan la Tierra con misiones diferentes: en 2023 se ha confirmado la existencia de agua tanto en regiones de la Luna iluminadas por el Sol como en las sombrías, un hallazgo muy relevante aunque quedan todavía muchas cuestiones por resolver, como cuál es el origen de esa agua y cómo se comporta. ¿Procede del impacto de cometas, del pasado y, acaso también, del presente? ¿O tal vez de micrometeoritos helados? Son preguntas que es necesario responder si, tarde o temprano, se pretende instalar bases de humanos en nuestro satélite.

[ChatGPT, ¿sustituto o complemento?]

No quiero dejar de mencionar que en marzo se anunció el descubrimiento de moléculas de vida recogidas en 2019 en el asteroide Ryugu por la misión japonesa Hayabusa 2, que regresó a la Tierra con ese valioso material el 5 de diciembre de 2020. No es la primera vez que se hallan estos materiales en meteoritos, lo que favorece a aquellos que defienden que la vida llegó a la Tierra desde el espacio, la denominada “panspermia”.

Y si se trata de buscar vida en el universo, en el pequeño rincón que es la Vía Láctea, no se debe olvidar que en abril despegó la misión JUICE de la Agencia Espacial Europea (ESA) para explorar las lunas heladas de Júpiter: Europa, Ganimedes y Calisto. ¿Existirán formas de vida en los océanos ocultos por las masas de hielo de esas lunas? Este es uno de los grandes misterios que esconde el Sistema Solar, uno que a mí me fascina particularmente: me imagino seres insospechados habitando allí.
El año 2023 termina, demos la bienvenida con esperanza al 2024. Que la ciencia le sea propicia. y

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