Tengo una cita por Manuel Hidalgo

Lluvia, pieza maestra de Somerset Maugham

12 mayo, 2016 13:10

[caption id="attachment_1110" width="250"] William Somerset Maugham[/caption]

Una editorial exigente como Atalanta recupera Lluvia y otros cuentos, confirmando la reubicación de William Somerset Maugham (1874-1965) entre los grandes escritores del siglo XX, posición que se le negó durante décadas al adscribirle a la mera narrativa eficiente y de éxito popular –con las adaptaciones al cine como refrendo-, a los anaqueles de las concurridas librerías de estación. Como ha ocurrido con Stefan Zweig, el escritor inglés, nacido en París, ha sido ascendido, en las últimas décadas, en el escalafón.

Con traducción de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera, el volumen, con doce relatos, va precedido de un esclarecedor prólogo de Vicente Molina Foix, quien, por cierto, hace unas semanas, ha publicado Enemigos de lo real (Galaxia Gutenberg), un contundente y hermoso compendio de “escritos sobre escritores” de todos los tiempos.

En dicho prólogo, Molina Foix acierta al recoger un testimonio del autor de Servidumbre humana (1915) sobre una de las claves esenciales de su técnica narrativa, que consiste en avanzar “en una línea ininterrumpida desde la exposición a la conclusión”, en ir al grano, en poner en pie “sólo un hecho, material o espiritual, al que por la eliminación de todo lo que no es esencial para su elucidación se le puede dar una unidad dramática”.

Así sucede en Lluvia, la novela breve o el cuento largo más célebre y prestigioso de Somerset Maugham, que, coherente con el espíritu cosmopolita, viajero y proclive a lo exótico del escritor, transcurre en la localidad portuaria e isleña de Pago Pago, capital de la Samoa norteamericana, durante la forzosa parada de un barco de pasajeros.

Un médico y su esposa se ven obligados a compartir durante varios días una mal dotada vivienda con un matrimonio de misioneros, cuyo fanatismo e intolerancia se van manifestando como angustiantes y violentos, y más cuando el predicador se siente obligado a redimir y condenar, de la misma tacada, a una joven de vida licenciosa –prostituta, mayormente-, también pasajera del barco, que ocupa un cuarto en el insuficiente alojamiento y no está dispuesta a renunciar –soldados, marineros- a su modo de vida.

En los estrechos límites del hospedaje, el puritanismo exacerbado e invasivo del misionero va crispando el temple liberal y tolerante del médico, que no puede soportar la agresiva y represora actitud del predicador hacia la muchacha, para nada dispuesta, en principio, a plegarse a sus requisitorias.

Somerset Maugham traza con pericia plástica y psicológica los retratos de sus principales personajes, de sus movimientos y de los escenarios que ocupan, pero, en efecto, va al grano y al paso adecuado en el desarrollo de una agobiante tensión dramática que el lector intuye abocada a un desenlace trágico que, eso sí, no tendrá por qué coincidir con sus hipótesis.

Pero Lluvia no oculta desde su título a uno de sus decisivos personajes. Llueve sin cesar en Pago Pago, cae la lluvia con desesperante persistencia, y el calor, la humedad y los mosquitos, lejos de ser ajenos o simplemente coadyuvantes, se erigen como elemento principal de la crispada y crispante atmósfera dramática del relato.

Escribe Somerset Maugham: “No era como la mansa lluvia inglesa que cae suavemente sobre la tierra; era implacable y en cierto modo terrible, porque se percibía en ella la fuerza primitiva y maligna de la naturaleza. Aquello no era un aguacero, era una inundación, un diluvio celestial, que golpeaba el tejado de planchas onduladas con una continuidad y una persistencia que volvían loco a cualquiera. Era como si estuviera furiosa. Y a veces, si no paraba, daban ganas de ponerse a gritar y de pronto se quedaba uno sin fuerzas, hundido y desesperado, como si se le hubieran ablandado los huesos de repente”.

La solvencia de Somerset Maugham no está, precisamente, en estas líneas descriptivas, explicativas y explícitas –párrafo tan necesario como excepcional en su relato-, sino en las breves, frecuentes y más imperceptibles alusiones a la lluvia, que gotean –nunca mejor dicho- sobre la narración y la impregnan.

Image: Arte con garra

Arte con garra

Anterior
Image: Alberto Fuguet: A través del sexo se revela nuestra personalidad

Alberto Fuguet: "A través del sexo se revela nuestra personalidad"

Siguiente