Tengo una cita por Manuel Hidalgo

La maestra Annuzza, de Elvira Mancuso

8 octubre, 2014 17:40

El Verismo fue un movimiento literario que arraigó en Italia en el último tercio del siglo XIX como variable local del naturalismo francés: historias crudas, lenguaje realista, ambientes rurales y personajes golpeados por la desgracia y el infortunio. Su influencia se prolongó durante buena parte del siglo XX, alcanzando a los cineastas del Neorrealismo y a los novelistas realistas de los años 50.

Periférica publicó hace seis años La vida en el campo, uno de los textos fundamentales de Giovanni Verga (1840-1922), máxima figura del Verismo. Ahora, la misma editorial saca a la luz, con traducción de Francisco de Julio CarroblesLa maestra Annuzza, la única novela de la escritora siciliana Elvira Mancuso (1867-1958), tardíamente adscrita al Verismo.

En dos pequeños pueblos de Sicilia –uno de ellos, Caltanissetta, lugar de nacimiento de Mancuso- transcurre la acción de La maestra Annuzza (1906), escrita, con probabilidad, desde los recuerdos y experiencias personales, pues Mancuso fue maestra. Y permaneció soltera para mejor dedicarse a sus tareas profesionales e intelectuales.

La adolescente Annuzza, una chica pobrísima, hija de una inclusera que apenas se gana la vida como criada, rechaza casarse con Pasquale, un rentero en buena posición, buen mozo y buena persona, que está colado por ella. La muchacha es una estudiante aplicada y aplaza su pactada boda dos años hasta completar sus estudios de Magisterio, con los que quiere adquirir una dignidad, una posición y una independencia que la alejen de su baja cuna y de su destino como esposa campesina al servicio de un marido.

A buen seguro que Mancuso, en principio, ve en su heroína un ideal femenino, exponente de un esfuerzo de superación que propone para las mujeres. Pero el caso es que Annuzza –y ése es un aspecto enormemente perturbador de la novela- no tarda en manifestarse como una muchacha engreída, despótica, despreciativa, desagradecida, desagradable, calculadora y mentirosa, como si la autora quisiera decirnos que la pobreza y la humillación vividas en la infancia no permiten que los objetivos nobles puedan abordarse con virtud ejemplar, heroica y complaciente para el lector.

Si Annuzza, buscando remontar su suerte muestra su bajeza y su fiereza, todos los personajes que la escoltan también ofrecen un lado rudo y oscuro. Es muy desasosegante cómo todos ellos incurren en interpretaciones retorcidas e interesadas de las opiniones, sentimientos y comportamientos de los demás, de manera que Mancuso parece querer culminar un discurso sobre cómo la lucha por la vida, en un ambiente pueblerino castigado e ignorante, no es compatible con la ejemplaridad que la moral burguesa querría contemplar en la batalla por la supervivencia y el anhelo de un futuro mejor.

Así, La maestra Annuzza se va convirtiendo en un atroz retrato colectivo que bascula hacia el melodrama folletinesco y se remonta a dimensiones de tragedia operística en torno a la pasión incontrolable y al “amourfou”, dicho sea esto último no al tuntún, sino con la intención de recordar también que el Verismo (Giacomo Puccini) tuvo sólidas ramificaciones en la ópera italiana.

Mancuso es formidable en las descripciones y, sobre todo, escribe con una sagaz penetración psicológica, hurgando hasta en los últimos recovecos de la mente enfermada de su protagonista y de todos sus personajes.

Aquí va un párrafo que sirve para mostrar algo más que las cualidades descriptivas de Elvira Mancuso. El joven agricultor Pasquale, ardiente pretendiente de Annuzza, cavila sobre sus dificultades en el campo: “¡Te ves obligado a abaratar el grano por unas pocas liras, debido, según dicen los intermediarios, a que se mandan grandes cantidades a América! ¡El vino, si no te avienes a cederlo por dos perras gordas el litro, eres dueño de dejar que se te avinagre en la cantina, total, no viene a pedírtelo nadie!...¡Las habas tienen matalegumbres; las aceitunas es raro que no se hayan podrido. Las almendras, ¡menos mal!, unas veces sí y otras no, alcanzan un cierto precio. Pero en las añadas de escasez como ésta, te ves negro para deshacerte de las cuatro que has logrado acopiar…”

Estas palabras tienen actualidad, contribuyen al dibujo de una crisis, de una economía agrícola en quiebra, de las seculares dificultades del agricultor para obtener un beneficio suficiente del cultivo de la tierra. El Verismo en absoluto descuidaba el trasfondo social sobre el que edificaba sus argumentos.

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