Fotograma de 'Norco'.

Fotograma de 'Norco'.

Homo ludens

'Norco', sueño febril en el bayou

Geography of Robots recoge la tradición del Gótico Sureño para reflexionar sobre la necesidad de la religión en un mundo que se debate entre el apocalipsis climático y la saturación tecnológica

29 abril, 2022 09:19

Norco es uno más de los suburbios de Nueva Orleans, adscrito a St. Charles Parish, Luisiana. Con sus 2.984 habitantes según el censo de 2020, no tendría mayor importancia si no fuera porque aloja una gigantesca refinería de Shell. No hay detalle más significativo para ilustrar el alcance de la planta que ahondar en la propia onomástica de la localidad, ya que a principios del siglo XX su nombre era otro: Sellers, en honor a una familia acaudalada del lugar. En 1911, la tierra fue adquirida por un ejecutivo de Shell y se estableció la New Orleans Refining Company (Norco).

Es precisamente aquí donde Geography of Robots sitúa su historia. En algún momento del futuro cercano, las llamaradas de las chimeneas flamean los atardeceres cáusticos de Luisiana mientras las entrañas de la refinería rugen sin cesar, extendiendo un manto plúmbeo sobre la comunidad a la que envenena y da trabajo –y, por lo tanto, vida– al mismo tiempo. Usando el tenebrismo de la primera temporada de True Detective y el realismo mágico de Kentucky Route Zero como base, ¿llegan las elucubraciones de Norco a buen puerto o se queda todo en una miasma amorfa de aforismos pseudo-profundos?

Kay vuelve a casa después de varios años vagabundeando por Estados Unidos. Su madre, Catherine, ha muerto de cáncer y su hermano, que debería haberla recibido para arreglar los asuntos pendientes, ha desaparecido. En el jardín de atrás, encuentra a Million, un androide desfasado que su madre había acogido años atrás y que le informa de que, antes de sucumbir al cáncer, había estado investigando los tejemanejes de la empresa que explota la refinería. Kay recorre las calles semidesiertas de Norco, entablando conversaciones con los dependientes de las pocas tiendas que siguen abiertas para encajar las piezas del puzle.

De manera paralela, en varios flashbacks, Catherine, debilitada por el agresivo tratamiento de quimioterapia, trata de ganar dinero con una aplicación de móvil que le pone sobre la pista de una misteriosa secta que ha hecho de un antiguo centro comercial abandonado su centro de operaciones. Un viaje a la nocturnidad sureña entre lo místico y lo apócrifo, entre la tradición cristiana y las maldiciones africanas, lo cajún y lo indígena, lo primordial y lo tecnológico.

Norco nos invita a sumergirnos en un sueño febril de una tierra asolada, encrucijada de civilizaciones, atrapada en un bucle atemporal donde el pasado y el futuro se entremezclan sin prudencia alguna. Es una aventura con pocos puzles y mucho texto, una novela volcada en la creación de atmósferas y en presentarnos una galería de personajes fascinantes en su desdicha, perdedores en la marcha inexorable del progreso.

Un viejo repulsivo que se arrastra por las zanjas cenagosas pregonando su evangelio particular, un sucedáneo del Código Da Vinci que pone a Catherine en el centro de su teosofía. Un detective alcohólico de temperamento arisco y con pocas razones para aferrarse a la vida y que sin embargo consigue salir de su apatía destructiva para ayudar a Kay. La directora general de la refinería que confiesa, en medio de una fiesta de poco gusto en su mansión esclavista, la podredumbre moral que la ha llevado hasta allí y el profundo rencor que guarda hacia su padre.

Los seguidores de una secta que promete la salvación en el espacio exterior a través de una vida ascética cuyos principios nadie cumple cuando su superior se ausenta. Son personajes estrambóticos, que han terminado aceptando los fenómenos inexplicables que les rodean como parte de una cotidianeidad soporífera, un torpor melancólico tan pegajoso como la superficie alquitranada de los pantanos y el calor incesante de las chimeneas. Una fiebre permanente, un viaje de ácido plagado de monstruos de mitologías nativas y simbología gnóstica.

Fotograma de 'Norco'.

Fotograma de 'Norco'.

Norco adopta un formato retro para remarcar la atemporalidad de las coordenadas que encuadran su historia, pero luce un pixel art cargado de expresividad. Sus numerosos diálogos podrían haber estado acompañados de interpretaciones que mantuvieran el misterio y aunque esa ausencia probablemente se deba a carencias presupuestarias, también se puede defender como una decisión creativa en pos de mantener el hechizo. Tanto la música como los efectos sonoros complementan a la perfección la luz crepuscular de muchas de sus escenas, ahondando en el aspecto meditativo.

Es una odisea urbana donde lo literal y lo metafórico se confunden, donde lo extraño aguarda en la descontextualización de los espacios liminales. Es una reflexión sobre el papel de la religión en nuestras vidas y en nuestras muertes, en la imperiosa necesidad de algo que nos trascienda, aunque sea un hatajo de pamplinas o un viaje a ninguna parte en una nave espacial de construcción improvisada. En el clímax, Norco reconduce cada subtrama hacia una conclusión totalmente surrealista, más interesada en amplificar el alcance de sus preguntas que en presentar respuestas concretas que, quizá, empiezan a formarse en nuestra mente conforme desfilan los títulos de crédito.

Un indiscutible triunfo para el colectivo artístico de Geography of Robots, un título que se une a Kentucky Route Zero en lo que ya podemos empezar a llamar tradición videolúdica del realismo mágico norteamericano. Un triunfo también para la editora sueca Raw Fury, que ya se ha hecho un nombre en la escena independiente a pesar de su juventud con su buen ojo para financiar proyectos con mucho que decir.

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