El incomodador por Juan Sardá

Argo en Teherán o el hollywoodismo

22 febrero, 2013 01:00

La próxima madrugada del domingo se entregan los Oscar, como coletilla "de Hollywood" porque son la quinta esencia de lo que entendemos por Hollywood, o sea, glamour, actores guapos, derroche de medios y todo lo demás. Antes de las nominaciones, partía como favorita Lincoln y se hablaba mucho de un duelo entre la película de Spielberg y The Master, de Paul Thomas Anderson, o Django encadenado, de Quentin Tarantino. Pero fueron llegando los premios y han sido tozudos: Argo ganó el Globo de Oro y el Bafta y se ha ido imponiendo en muchos de los galardones que dan los críticos de Estados Unidos. O sea, que Argo es la favorita aunque siempre puede pasar cualquier cosa.

Mientras en Hollywood preparan los fastos de su gran noche, hace escasos días en Teherán organizaban su propia conferencia anti-Oscars, o más concretamente, anti-Argo. Nos informa el New York Times en un generoso artículo que del 3 al 6 de febrero se ha celebrado en la capital de Irán un congreso llamado "Hollywoodism" en el que diversos "expertos" han atacado la visión que ofrece del mundo la industria del cine estadounidense con el éxito de Argo, muy particularmente, en la mirilla. De esta manera, un señor llamado Mehdi Tondro, especialista en "películas anti-iraníes y anti-islámicas" afirma que la escena del ataque a la embajada americana que refleja el filme, en las que se ve a los "barbudos" forcejear con las rejas del recinto: "Nos hace parecer a los iraníes estúpidos. Hollywood no es una industria normal, es una conspiración del capitalismo y el sionismo". Y se queda tan ancho.

Está claro que si a la inmensa mayoría de nosotros nos preguntan si preferimos ser iraníes o americanos, está clara la respuesta. No siento la menor simpatía por un régimen dictatorial y opresivo que rebaja a las mujeres y encarcela a los cineastas, pero eso no significa tampoco (como muchos intentan hacer parecer con esa tendencia terrible a la descalificación o ensalzamiento absolutos) que no tengan razón en nada. Dijo en la conferencia un tal Nader Taledzadeh, un popular presentador de la televisión iraní, que al recordar el asalto a la embajada estadounidense de 1979 a las nuevas generaciones "lo único que hace Affleck es poner sobre la mesa la única agresión que ha habido y preparar el camino para que las nuevas generaciones acepten la guerra".

No es nada descabellado. Argo es una película rodada de forma asombrosa, pero eso no quita que sea también propaganda estadounidense pura y dura. De hecho, cuando se lo pregunté al propio Affleck, si estaba sentando las bases para que los americanos respaldasen un ataque a Teherán, su respuesta fue ambigua e insatisfactoria y dijo, textualmente, que él no es "responsable de lo que pueda suceder ni creo que pueda asumir esa responsabilidad". Lo cual es, sencillamente, falso. Cuando uno hace una película en la que los iraníes ejercen, claramente, el papel de malos del asunto quizá no pasa nada si todo funciona de maravilla. Pero mientras el gobierno de Israel, con el apoyo tácito de Estados Unidos, amenaza cada dos por tres con atacar, Affleck no puede ser responsable de los muertos que quizá haya, pero desde luego lo es de haber hecho una película como ésta, y con esto no digo que me parezca mal que dé su opinión, que me parece muy respetable, pero lo que no puedo decir es que no la da. Porque los iraníes de Hollywoodism tienen razón en algo que quizá es obvio, el cine de Hollywood es MUY político incluido el más aparentemente banal.

Es fácil también ridiculizar el punto de vista iraní, esa sociedad integrista donde estan prohibidas las minifaldas y etc, pero hay otro punto de vista en el que no andan tan desencaminados. Dice Hassan Abbasi, un estratega político, que las películas de Hollywood causan "traumas sexuales". Y es un poco ridículo así en seco pero tiene algo de verdad. El poder descomunal del cine de Hollywood, es evidente, ha influido de forma profunda en el subconsciente colectivo y su modelo en el que las parejas están hechas para quererse siempre (aunque nunca las veamos viejas), la vida consiste en ser un "winner" a toda costa y uno debe triunfar a los 25 años so pena de ser un loser, porque tienes lo que te mereces, ha tenido efectos catastróficos sobre la moral colectiva de Occidente.

Por terminar, en España suceden fenómenos muy curiosos. Vivimos al mismo tiempo en un país profundamente antiamericano sobre el tapete pero que consume cine de Hollywood a unos niveles exorbitantes. En el desprecio que manifiestan muchos por el cine español no solo hay desprecio por el cine español en sí, también hay muestras de una población que manifiesta una brutal incapacidad para entender y valorar otros códigos audiovisuales que no sean los de Hollywood. La gente que desprecia al cine español suele, por lo general, despreciar el cine iraní, el chino y el alemán porque literalmente no entienden otro.

Con muchos críticos españoles, no todos, ni siquiera la mayoría, afortunadamente, sucede otro fenómeno curioso y que hay quien sigue empeñado en hablar de exotismo cuando el exotismo, en el mundo globalizado, no existe. Es imposible leer un artículo en cualquier medio serio extranjero que empiece pitorreándose de la nacionalidad de la película, ya sea hablando de la "moda rumana" como de "los insoportables asiáticos". En algunos artículos, se sigue dando por descontado que el cine normal es el americano, el español, europeo y latinoamericano son "medio normales" y el resto es puro exotismo, cosa de "chinos" que ya pueden ser japoneses, taliandeses o coreanos que no importa. Esta especie de paletez mental a la que también son dados muchos blogueros que empiezan el artículo haciendo un chiste sobre el hecho de que la película es indonesia es una muestra más de cómo los iraníes son unos cafres, pero en lo del Hollywoodism tienen algo de razón.

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