'Duelo a garrotazos', una de las pinturas negras de Goya

'Duelo a garrotazos', una de las pinturas negras de Goya

A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

La impertinencia del poeta

Los lobos de la izquierda y la derecha unidos jamás serán vencidos, sobre todo si hay una sociedad que dormita, sonríe y se va de fiesta todos los días de la semana

30 septiembre, 2020 09:42

Los poetas de verdad son impertinentes. Con todas sus consecuencias. Ovidio Nasón vivió años en el exilio después de reírse "líricamente" de Augusto, que lo desterró al Ponto Euxino, en la actual Rumanía, a la ciudad que hoy se llama Constanza. Allí está su escultura para recordarlo, y recordar al mundo que los poetas impertinentes pueden acabar en un pozo sin fondo. Al poder no le gustan las bromas ni las ocurrencias del poeta, en cualquier tiempo que vivan. Nicanor Parra, en momentos complicados de su país, Chile, publicó un anti poema (más bien una ocurrencia poética) que consiguió molestar a todo el mundo político chileno. "La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas", dijo y escribió el poeta. Las piedras volaron sobre él y la memoria, que a veces es larga, lo recuerda de cuando en vez. Valente, un poeta que algunos llaman "malhumorado", simplemente tenía una ocurrencia constante y muy humana: despreciaba todo aquello que era despreciable. Y la mies es poca, hoy también. En España decimos que lo peor de cada familia se mete en política. Y conseguimos que esa impertinencia nos lave la mala conciencia de no tener compromiso con nuestra propia sociedad, de no mojarnos casi nunca y de señalar con el dedo y amenazar ruina a todo aquel que, incluso con buena voluntad, entra en el servicio público.

En la España de hoy, la sociedad vive en la queja, en la impertinencia y en la incultura. En la incuria pertinaz y en la tendencia constante al error. Esto no es una impertinencia poética, sino un hecho constatado día a día. De las clases dirigentes políticas se dice hoy de todo y con bastante razón. Demuestran con una inclemencia vergonzosa de qué desmanes son capaces y que incapacidad los acucia en cada momento. Sólo se sabe lo que se sabe decir y los políticos actuales en España no dicen nada porque no saben nada, ni resolver los problemas de los ciudadanos (sino todo lo contrario) ni ser honrados. Incapacidad y latrocinio están a la orden del día, pero no se puede generalizar porque eso sería una impertinencia demasiado poética. Y eso no: al poeta crítico, látigo y lapidación. Al político, micrófonos y propaganda, televisión y radio, información y complicidad.

Ahora los políticos, y sólo los políticos (incluso en las redes sociales) han conseguido lo que la sociedad debiera evitar en todo momento: la separación en dos bloques de toda la sociedad española. Están los buenos y los malos, los fachas y los comunistas, las derechas y las izquierdas, los independentistas y los unionistas, los constitucionalistas y los que no lo son, los monárquicos (aunque no lo sean) y los republicanos (aunque tampoco lo sean); están los que creen que la memoria histórica es la democracia y los que quieren a toda costa que se olvide de una u otra manera la historia; están los viejos y los jóvenes. Hay dos bloques inconsistentes a un lado y a otro de los resistentes que, de haber ahora una todavía imposible nueva Guerra Civil Española, nos iríamos a París, como Ortega y Gasset en su momento histórico (y esta vez sin cobrar la paga de catedrático). España y nosotros, señora, somos así. Ya lo escribió (lo dibujó y lo pintó) Goya, "el afrancesado" que creyó en su país y tuvo que irse exiliado y a morir en Burdeos, Francia.

Conviene a la sociedad española hacerse responsable de sus políticos. De ella salen los votos que eligen a esta clase política. A imagen y semejanza de ella, de la sociedad española, salen los políticos. La sociedad los pare y el diablo los junta en este laberinto español que ya viera Gerald Brenan hace tantos años. Brenan, Larra, Galdós y tantos otros poetas impertinentes que se declararon al margen porque no podían situarse en otro lugar con un poco de seriedad. Porque la impertinencia de cuánto escribieron estos poetas es algo más que una impertinencia, es una llamada de atención, un grito en el desierto, un brindis al sol que no sirve para nada porque nadie en esta sociedad disparatada desde siempre hace caso del lobo. No se olviden, señores, los lobos de la izquierda y la derecha unidos jamás serán vencidos, sobre todo si hay una sociedad que dormita, sonríe y se va de fiesta todos los días de la semana sin ser capaz de construir una crítica que llegue a todos los confines de este país.

La impertinencia del poeta, entonces: no dejemos la impertinencia que a los comentaristas del establishment les disgusta tanto que incluso llegan a decir que es un insulto. Porque hay quienes escriben muy ofuscados por su sinrazón, creen que son notarios de la realidad que les gusta, siempre la del poder y sus parientes ladrones. No olviden nunca la impertinencia del poeta, lo que quiso decir Nicanor Parra la vez que se volvió Goya chileno con sus palabras y lo lapidaron hasta la muerte: los lobos de las izquierdas y las derechas unidos jamás serán vencidos. Es decir, el desastre de ahora mismo.

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