Image: Espacio P, a las puertas de Madrid

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Exposiciones

Espacio P, a las puertas de Madrid

Espacio P. 1981-1997

21 julio, 2017 02:00

Presencias de Grupo Corps (1982). Foto: AEP

Centro de Arte Dos de Mayo - CA2M. Avenida de la Constitución, 23. Madrid (Móstoles). Comisaria: Karin Ohlenschläger. Hasta el 8 de octubre

El CA2M abre sus puertas a una revisión de lo que durante casi veinte años ocurrió dentro y fuera de Espacio P, un lugar de encuentro de prácticas performativas que dio cabida a proyectos de muy diferente naturaleza y que acogió a una interminable lista de artistas que por aquellos días trabajaban a la sombra de un sistema dentro del que la mayoría jamás ha tenido cabida. Surgido en octubre de 1981 en un local situado en el número 11 de la calle Núñez de Arce, en pleno centro de Madrid, Espacio P se erigió como lugar de encuentro de prácticas artísticas ligadas al cuerpo y, hasta su cierre en 1997, contempló todo tipo de diálogos interdisciplinares que abarcaron campos como el mail art en los inicios hasta el interés por la entrada en el mundo digital en los últimos años de actividad de esta experiencia. Fundado por el polifacético Pedro Garhel (Tenerife, 1952-2005), el proyecto nació como espacio de ensayo y formación ligado estrechamente a las producciones del Grupo Corps, constituido por Garhel y Rosa Galindo en 1980 y cuya actividad se desarrolló hasta 1984. La muestra que presenta ahora el CA2M llega de la mano de la comisaria Karin Ohlenschläger, actual directora artística de LABoral (Gijón), que estuvo estrechamente ligada a Espacio P entre los años 1985 y 1990.

La exposición parte con las primeras performances realizadas en el espacio y su relación con otros formatos como la fotografía o el arte postal. Acciones como la recogida de cortes de pelo enviados por carta o el registro por medio de polaroids firmadas por el propio Garhel conviven en ese primer espacio con la exposición Anti-OTAN y las publicaciones de Atelier Bonanova, una experiencia a medio camino entre la actividad Fluxus y la actitud punk que durante esos años plagaba un Madrid repleto de juventud llegada de los más diversos puntos geográficos. Un instante que entronca, creo que no por casualidad, con las dos primeras exposiciones que el fotógrafo Miguel Trillo realizó en 1982 y 1983 en la Galería Ovidio y la Sala Amadís, respectivamente, y que el centro recrea ahora una planta más abajo como corpus central de la exposición Miguel Trillo. Doble exposición.

Vionta de Carmen Marchán (1991) en el I Festival de Performance. Foto: Fernando Suárez Cabeza

Ese tímido acceso abre paso a una sala en la que la documentación se dispone de todas las formas imaginables y confirma lo amplio del archivo que se presenta. Las secciones en las que se divide dejan constancia en primer lugar de esa relación entre Fluxus y punk para adentrarse en el arte de acción y la evolución de su relación con los medios audiovisuales; la cuestión de género que ya ocupaba un amplio espacio en la programación; las intervenciones que rebasaban los muros del propio Espacio P para insertarse en el espacio público o el paso de lo analógico a lo digital, plagado de ejercicios que aunque parezcan asumidos, no dejan duda de la profunda carga experimental que albergaban en aquellos momentos. La lista de nombres se hace interminable: Agustín Parejo School, Xoan Anleo, Eulàlia Grau, Paz Muro, Çao Pestana, Isidoro Valcárcel Medina, Concha Jerez, Paloma Unzeta, Juan Eduardo Cirlot, Juan Antonio Lleó o Eberhard Bosslet, del que cabe citar unas sutiles acciones en el paisaje de las Islas Canarias. De muchos quedan piezas ya históricas vinculadas a esta experiencia.

Quizás el modelo de exposición no pretenda ir más allá de la ordenación del archivo que el propio Pedro Garhel conservó y que ahora custodia el Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife. Quizás exposiciones como esta reabran el debate de lo que en la actualidad debiera ser la revisión y el formato que ha de darse a este tipo de relatos. Podríamos replanteárnoslo, sin duda, y hay que hacerlo, aunque a veces aspiremos a que toda esa información nos llegue, como diría José María Parreño, evitándonos "el ardiente alimento, la impredecible y penosa digestión". Tengo bastante claro que excepto en raras ocasiones, estas exposiciones se convierten en discos duros repletos de datos que aunque estuviéramos días metidos en las salas, no seríamos capaces de visualizar. Es algo que ni encuentro reprochable ni creo que deba limitar la cantidad de documentación expuesta. En cualquier caso, es importante comenzar a reivindicar un pasado menos pasado para ser conscientes de que antes de ayer, concretamente en Madrid, también se operaba al margen de las instituciones y sin fijar permanentemente el objetivo en ellas. Hay que aclarar que en el caso de Espacio P, las incursiones en ese espacio institucional se dieron en varias ocasiones, especialmente concentradas entre los años 1986 y 1990, pero siempre desde el interés de estas por lo que ocurría en esos márgenes de independencia. Se echa de menos una actitud que recuerde, de vez en cuando, a todo esto y se echa aún más de menos tener acceso y conocer experiencias de este tipo.

Es importante entender, junto con esta muestra y la citada de Miguel Trillo, la conexión que establecen ambas con Confort Zones, de Allan Kaprow, un proyecto realizado por el norteamericano para la galería Vandrés de Madrid en 1975 y que ocupa parte de la primera planta del centro. En las tres se dan cita la exploración de los márgenes de lo permitido, el rigor de las experiencias independientes y la frescura de estas prácticas no encorsetadas. Es para ir y leer con atención.

@angelcalvoulloa