Exposiciones

Contra la inercia

Oriol Vilapuig/María Sánchez/Pep Vidal

19 diciembre, 2014 01:00

Oriol Vilapuig. Tan funesto deseo

Casa sin fin. Dr. Fourquet, 11. Madrid. Hasta el 17 de enero. De 2.500 a 12.000 euros.

Una de las obras de Oriol Vilapuig

Hay exposiciones que invitan a desaparecer. Entras en un laberinto lleno de encrucijadas literarias, carreteras secundarias por las que vislumbras a los artistas caminando de puntillas camuflados en otros. Llámalo cita, remake, apropiación, mascarada, parodia, metáfora. O, tal vez, cartas de amor. Son exposiciones complejas, aunque en esa pérdida que te propinan, consiguen algo máximo en el arte: desequilibrar para reequilibrar. Perderse para encontrarse.

A Pierre Klossowski, el hermano mayor de Balthus, se encomienda Oriol Vilapuig (Sabadell, 1964) en Tan funesto deseo, su exposición en Casa sin fin. Llevábamos desde 2008 sin ver sus obras por Madrid, desde que las expusiera en La Caja Negra. Eran obras en las que hablaba de la fragilidad de las apariencias, del deseo y la incertidumbre. Y no están lejos de lo que encontramos aquí. También se funde en la cita de la cita. Bataille le sirve para titular sus nuevos trabajos, Estudios sobre erotismo, homenajes múltiples entre los que encontramos a Duchamp y su étant donné. Vilapuig dice tener una fe icónica que le lleva a querer visualizarlo todo, incluso sus lecturas, obligando al espectador a ver y a leer. ¿Puede la escritura constituirse como una imagen?, se pregunta. Uno se acuerda entonces de otros homenajes encadenados, como el de Pierre Menard al Quijote y o el de Borges a Menard. Derivas lingüísticas, como las obras de Vilapuig. Parece decir que nada es permanente, y mucho menos el deseo, foco central de sus nuevos trabajos. Lo suyo es un elogio a la provisionalidad.


María Sánchez. ¿Qué impide atravesarnos?

Galería Cero. Fuenterrabía, 4. Madrid. Hasta el 22 de enero.

Intrahistorias de María Sánchez

Lo accidental y efímero está también en la base del trabajo de María Sánchez (Ávila, 1977), que ahora presenta en la Galería Cero, bajo el comisariado de Vector cultural. También se hace una pregunta: ¿Qué impide atravesarnos? El deseo también es aquí la palabra clave. Buscando respuestas están sus acciones mínimas, que graba mayormente en el metro desde el juego del camuflaje y a modo de performances. Son intrahistorias, que trastocan el espacio interpersonal bajo leves invasiones: tocar un anillo ajeno, rozar la pierna contigua en el metro, levantar la chaqueta de alguien... Un culto a la fugacidad que apenas se ve. "No hay nada que distinga a los recuerdos de los demás momentos. Sólo los reconocemos después por las cicatrices que dejan", solía decir Chris Marker. Otra cita.


Pep Vidal. Los límites del control

Galería L21. Dr. Fourquet, 1. Madrid. Hasta el 17 de enero. De 1.000 a 5.000 euros.

Homenaje a George Perec de Pep Vidal

Pendiente de esos cambios infinitesimales, los ínfimos y microscópicos, vive también Pep Vidal (Barcelona, 1980), indagando dónde están Los límites del control, como vemos en la Galería L21. En medio de la sala, una gran peana junto a una caja de metacrilato convierte su tesis doctoral en un objeto precioso. Es su investigación centrada en algoritmos para la mejora de la precisión de instrumentos utilizados en aceleradores de partículas. La terminó metido en una cabaña que el propio artista construyó en los alrededor del Centro de Producción Hangar buscando algunas instrucciones de uso. No es el único trabajo en el que resuena Perec. Me acuerdo aparece en las mejores obras de la exposición. Maravillosa gotera de desapariciones...