Image: Fabro torna Fabro

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Exposiciones

Fabro torna Fabro

Luciano Fabro

5 diciembre, 2014 01:00

Estas obras, llamadas Piesson unas de las más cotizadas de Luciano Fabro. Fotos: J. Corés/R. Lorés

Palacio de Velazquez. Parque del Retiro. Madrid. Hasta el 12 de abril.

En 1985 el Palacio de Velázquez y el Palacio de Cristal hospedaron una de esas exposiciones que dejan huella. Del Arte Povera a 1985, comisariada por Germano Celant, el "fabricador" de aquel grupo de artistas italianos. Después, casi todos los artistas "pobres" han merecido grandes retrospectivas en España: Anselmo, Penone, Pistoletto, Merz, Zorio... El propio Museo Reina Sofía montó una de Pino Pascali en 2001, también en el Palacio de Velázquez, y en su sede principal de Kounellis (1997) y de Alighiero Boetti (2011). Incluso Luciano Fabro (Turín, 1936- Milán, 2007) había ya expuesto en España: se pudo ver una parte de su producción en la Fundación Joan Miró de Barcelona, en 1991.

Algunos de estos artistas han restado importancia a su vinculación al Povera pero lo cierto es que en la trayectoria de todos son fundamentales esos años, entre 1967 y 1972, en que el "movimiento" estuvo oficialmente vivo. Esto es muy patente en Fabro, quien, como comprobamos en esta exposición, fija su "agenda creativa" en los 60 y 70. Aunque más tarde hizo obras valiosas, él mismo reconoció el carácter seminal de esos momentos en la organización personal de su última exposición, inaugurada póstumamente en el MADRE de Nápoles y reducida a su producción entre 1963 y 1968.

Vista de la exposición

Es difícil caracterizar su trabajo porque es dispar (Celant decía que sus individuales parecían colectivas), tanto en lo formal como en el interés plástico. En su teoría (escribió varios libros, siendo el más conocido Arte torna arte, y fue profesor desde 1983 en la Accademia di Brera) hay dos conceptos clave: el "hacer" y la relación fenomenológica del espectador con la obra. Este ha sido algo descuidado en la exposición, pues se ha prescindido de las piezas más performativas de Fabro, como Allestimento Teatrale, y sólo vemos uno de los Hábitats, que protagonizaron su exposición en el Pompidou (1996).

Quizá se podrían resumir sus propuestas como una batalla no resuelta entre la mesura y el barroquismo, en el campo de la historia del arte mediterráneo extendida hasta la contemporaneidad. Geométrico y biológico, bello y monstruoso, mitológico y terrenal, especulativo y teatral... Da la impresión de que esa reconsideración circular de su propia posición le impidió ampliar más su repertorio, que a lo largo de las décadas da síntomas de excesiva reelaboración, agravados por la costumbre de hacer variaciones de las obras, unas para el mercado y otras para su propia colección, en la que conservaba un ejemplar de casi todo lo que produjo; un deseo de autonomía respecto a los préstamos de los coleccionistas que tal vez le hizo perder posiciones en el mercado. Así, casi todo lo aquí expuesto procede del Archivio Luciano e Carla Fabro, propiedad de la hija de ambos, Silvia, colaboradora necesaria en esta muestra en la que apenas se ha recurrido a museos.

Una de las obras povera de la exposición

Extrañamente, esa información se omite en las cartelas, al igual que no se menciona que el Pie en la colección del Reina se compró en 2011 a Silvia Fabro por 700.000 euros, y que ella donó los grabados que recomponen la fachada de la Chiesa del Redentore en Venecia. ¿A qué tanto secreto? Por otra parte, me sorprende, respecto a la actividad del Archivio, que sea aún hoy tan difícil encontrar información y estudios sobre el artista: ni siquiera hay una página web con datos básicos.

En la exposición, la atención se concentra en varias agrupaciones de obras de especial relevancia, todas originadas en las décadas iniciales. El primero es el de las piezas anteriores al Povera, realizadas con cristales, espejos y varas de metal, sobre cuestiones perceptuales. El segundo es el de los Pies, su serie más valorada comercialmente (este año se pagó en Christie's 1,5 millones de dólares por uno de ellos), que conforman una impactante sala hipóstila de columnas de seda sobre patas grotescas, contrapuesta a la de Italias, otro de sus "patrones" reinterpretados en el tiempo, cuyo desarrollo más reciente es decepcionante, como lo son los Computer, de los años 80, con demasiado peso en la muestra. Encontramos también trabajos excelentes pero peor contextualizados, como Tres formas de tender las sábanas (1968, una de sus Tautologías), su autorretrato como escultura yacente (1973), Ovarios (1988), Sísifo (1994) o El día me pesa sobre la noche (1994).