Vista de la exposición

Galería Travesía Cuatro. San Mateo, 16. Madrid. Hasta el 31 de octubre. De 5.000 a 8.000 euros.

El uso de la cerámica desde el arte tan antiguo como Picasso y Miró, o tan nuevo como ellos, según se mire. Enmarca uno de los dilemas clásicos del ámbito creativo: si es o no es arte, o si, en todo caso, ese arte otro no es más bien artesanía, idea más que resbaladiza en el terreno de lo contemporáneo. Aunque la fascinación por el mundo del objeto está llevando a muchos artistas a trabajar sobre las capacidades e incapacidades del Art & Craft, sobre sus límites y horizontes. Más que una vuelta, lo que constatamos hoy es una apuesta: de los jarrones de Antonio Ballester Moreno a las esculturas de Miki Leal, pasando por el rescate de la cerámica romana de David Bestué. Sólo varios ejemplos más, que pueden verse en Madrid: las de Claudia Wieser en CasadoSantapau y las que instalado Teresa Solar Abboud en Formato Cómodo, torno incluído.



También cerámica es lo que vemos en la exposición de la mexicana Milena Muzquiz (Tijuana, 1972) en la galería Travesía Cuatro. Muchos jarrones y plantas, inmersas en una tropicalia muy latinoamericana. De allí, de la sede que esta galería tiene en Guadalajara, viene esta exposición titulada Ladies & Gentleman, que anuncia una función a punto de empezar. Y algo de eso hay. Algo de performance, aunque la artista no esté presente. Hay aquí algo de esa felicidad improductiva que tiene su propio ritmo, como las plantas. Sus esculturas, dice, se apoyan en la poética de las cosas vivas, partiendo de la artesanía.



De ahí viene Muzquiz, de la California College of Arts and Crafts, donde llegó tras estudiar filosofía con Kurt Vonnegut. De la escuela de artes y oficios viene, también, su amistad con Martiniano López Crozet, con quien empezó a crear decorados y escenarios para las clases de dibujo. Ese fue el comienzo de Los Super Elegantes, el proyecto que hizo conocida a Milena Muzquiz: una performance que duraría 17 años y que los llevaría al éxito musical y a algunas citas de la misma gran escala: el Whitney de Nueva York, el Museo Tamayo de México o a la Bienal de São Paulo de Ivo Mesquida. Su cercanía con el artista cubano Jorge Pardo no pasa inadvertida. Ni viceversa. Tampoco el interés de ambos por esa escultura relacional que dicen que está oculta en sus lámparas y jarrones. O ambas cosas a la vez, como vemos en las últimas obras de Jorge Pardo.