Image: Los Carpinteros

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Exposiciones

Los Carpinteros

"Nuestra obra es una ficción como la del Señor de los Anillos, pero a lo tropical"

30 abril, 2010 02:00

Marco Castillo y Dagoberto Rodríguez. Fotografía de Sergio Enríquez-Nistal

Son considerados los artistas cubanos más innovadores y con más éxito internacional. Los Carpinteros llegan el próximo martes al madrileño espacio de Ivorypress para presentar Drama turquesa, una muestra donde rebaten la lógica cotidiana de los objetos.

Madrid es una ciudad especial para los cubanos Marco Castillo (1971) y Dagoberto Rodríguez (1969), miembros del colectivo artístico Los Carpinteros. Fue el destino de su primer viaje fuera de Cuba, en 1994, y donde se celebró su primera exposición internacional. Ahora, el círculo parece cerrarse con esta nueva exposición en Madrid, la mayor de la última década presentada en Europa, que suma cuarenta individuales en su currículum. Suficientes para que las mejores colecciones del mundo, desde la del Pompidou de París, la Tate de Londres, la del Guggenheim de Nueva York, la suiza Daros o la del Reina Sofía, los tengan entre sus fondos.

Dicen que siempre han vivido del arte aunque, cuando llegaron por primera vez a Barajas, estaban estupefactos ante las cosas más elementales, "como si hubiéramos llegado del medievo". Fue un año también decisivo en Cuba: "El país pasaba hambre y La Habana parecía un lugar del que todo el mundo huía. Ese año fue el top de la inmigración. España era todo lo contrario. Había una energía con Europa muy fuerte. Ese viaje fue como volver a descubrir el mundo".

Hasta entonces su mundo había sido la pintura; la autorrepresentación y la tradición artesanal cubana; el reciclaje de maderas y muebles; los libros de arquitectura o los de Borges que encontraban en el Instituto Superior de Arte, la escuela pública donde estudiaron, situada en la Habana Country Club, "el Beberly Hills de Cuba". También, el trabajo realizado a tres bandas con el también cubano Alexandre Arrechea, que se apeó del colectivo en 2003. Un mundo que, desde entonces, fue la exaltación de la inventiva como recurso de resistencia cotidiana.

Hazlo tú mismo
El nuevo modo de entender su universo creativo pasó por algunas decisiones radicales. Desapareció la pintura al óleo e hicieron de las acuarelas su modo de comunicación. Allí acaban dibujadas las ideas que se rebotan el uno al otro, en un juego de ping-pong dialéctico que, irónicamente, definen "como un gran malentendido eterno". La preferencia por alborotar las funciones de los objetos copó toda su atención: "Nos concentramos en los edificios, en los utensilios, y en casi todos los objetos que utiliza el ser humano".

-¿De ahí pues, el nombre artístico de Los Carpinteros?
-Nos empezaron a llamar así porque trabajábamos con herramientas y maderas, como las que usaba un carpintero. Nosotros buscábamos un nombre más frenético, tipo "DagobertoMarcoAlexandre", pero al final Los Carpinteros nos pareció un nombre perfecto, ya que lo que queríamos investigar era cómo se fabrica un objeto de arte, y hablar de un carpintero era hablar de cómo hacer algo.

Intercambio creativo
-¿Por qué esa necesidad de analizar el objeto cotidiano?
-Está muy relacionada con las clases que recibimos del artista René Francisco. Era nuestro Robin Hood y, de hecho, así le llamábamos. Sus ejercicios artísticos que llevábamos a cabo en La Habana Vieja tenían que ver con la idea de servicio. Eran como un intercambio, dábamos algo a cambio de algo. Por un lado, la sociedad cubana te inculcaba que podías vivir con cualquier cosa, que atender a las pertenencias materiales era el camino del infierno. Era una imposición, y el mundo real no es así. Estamos rodeados de un materialismo brutal. La resistencia impuesta ante todos esos objetos es, seguramente, el porqué de la fascinación que tenemos por ellos.

-En esta exposición vemos una sala de lectura inspirada en el espacio de una prisión cubana; 500 chaquetas agujereadas o veinte aletas gigantes formando una gran mancha turquesa. ¿Qué mensaje esconde la manipulación de estos objetos?
-Que cada cosa que uno usa, desde una chaqueta a un quinqué, tiene un sustrato ideológico. Y que nada es completamente inocente. Nuestra obra es una esponja de todas las situaciones políticas y sociales que se generan a través de la producción de un objeto, de un espacio e incluso, del modo en que la gente se viste.

-Ya que aluden a lo político, ¿qué hay de ello es su trabajo?
-El que ve arte cubano espera de nosotros una militancia política de no se qué partido que no nos interesa. Sabemos que, por nuestro contexto, no podemos evitar la política, pero no militamos en ningún partido. Si lo que quieres es hacer "arte" debes centrarte en tus metáforas, en tu propio lenguaje.

Activismo poético
-Pues usen una metáfora para definir su obra...
-Nuestro trabajo es una ficción evasiva. Es como el Señor de los Anillos, pero a lo tropical.

-También podría definirse como un choque visual, un ejercicio de humor o un juego de equívocos. ¿Cuál es su misión como artistas?
-El artista pone la mesa. Que te lo comas o no, es otra cosa. Lo mejor del arte es que puede entenderse de mil maneras.

-Y, ¿cúal es la suya?
-Para nosotros, el arte es como una reacción alérgica de la realidad. Así es nuestro trabajo.

-De nuevo otra definición de su producción. Háganla también del actual sistema artístico en Cuba.
-El mundo del arte es bastante apacible y son flexibles con la censura. Existen artistas oficiales que reciben un tratamiento diferente. Aunque en general, el Ministerio de Cultura tiene cierta protección con los artistas. Para ellos, somos como una bola llena de espinas, algo peligroso. Cuba es un país que está haciendo continuamente autostop, pero nadie sabe dónde está exactamente la siguiente parada. Ese desencanto está en la base de nuestra obra.