Image: Sensacional Sonic Youth

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Exposiciones

Sensacional Sonic Youth

Sonic Youth, etc.: Sensational Fix

19 marzo, 2010 01:00

Comisario: Roland Groenenboom. CA2M. Avenida de la Constitución, 23. Móstoles (Madrid). Hasta el 2 de mayo.

Entre 1982 y 1984 el artista conceptual Dan Graham realizó el ensayo fílmico Rock my Religion, fascinante tesis sobre la relación entre la religión y el rock vividos como un todo, como la forma de existir y entender el mundo. El rock como energía cultural sobre todo juvenil y suburbial emerge de sus imágenes y textos, en un collage caótico al mismo tiempo que cadencioso y armónico. Parte del sonido eléctrico y ruidoso, primitivo, ritual y plenamente contemporáneo que se oye en la película lo hacen Sonic Youth, la banda de cuatro incipientes músicos emergidos del barro del arte underground del Lower East Side neoyorquino, a quienes desde hace meses Graham viene siguiendo con una grabadora por lofts y galerías de arte como White Columns. Lo hace junto a otros amigos medio músicos medio artistas plásticos como Tony Oursler, Richard Prince, Glenn Branca, Vitto Acconci o Robert Longo. El punk rock, la música atonal y la no wave hacen lucha de barro con el arte conceptual, las performances y el Pop Art, así como con el detritus marginal de la historia del arte y la música del siglo XX resumido por Fluxus y escritores Beat como William Burroughs.

Desde entonces, Thurston Moore, Lee Ranaldo, Kim Gordon, Steve Shelley, los cuatro componentes de Sonic Youth, han mantenido una actividad frenética y constante como banda de rock de culto y solos o con colaboraciones diversas. Los art work de sus discos y muchos videoclips han sido tratados como obras de arte, firmadas por ellos mismos o por otros como Gerhard Richter, Raymond Pettibon, Richard Kern, Mike Kelley, Richard Prince o Marnie Weber. En paralelo a esa trayectoria musical de casi treinta años, de influencia inagotable aunque siempre fuera del sistema, cada uno ha mantenido una actividad paralela como artista, escritor, comisario, descubridor de otros músicos y coleccionistas de obras plásticas y musicales.

Lo que propone esta apabullante, casi inabarcable y deliciosamente intrincada exposición itinerante comisariada por Roland Groenenboom es una zambullida sin bombona en todo ese océano creativo, musical y plástico, esos intercambios, colaboraciones y conexiones. En ella, Sonic Youth, más aún que el tema, es una nave espacial que ocupa el centro de arte. Sonic Youth es campo de batalla, club de intercambios sensuales, amorosos y eróticos, centro de arte y comisario, mercadillo y escaparate, vehículo, autopista y red de transportes. Un mundo donde el grupo y otro centenar largo de artistas muy o poco ilustres, articulan un discurso en casi 400 obras que amplía aquella hipótesis de Graham. El ruido, la mancha tribal, cierta mística colectiva del rock desde finales de los setenta como la esencia y sustrato del underground cultural de los últimos 30 años y su energía. El caos, el encuentro con la disonancia y el flujo como retrato del zeitgueist a partir de los 80.

Con un montaje notable en el que sólo cabe cuestionar la no muy cuidada iluminación de ciertas áreas y un catálogo excelente (lástima que no haya versión en castellano), esta magnífica exposición pone un jalón importante en la trayectoria del CA2M de la Comunidad de Madrid, a la vez que señala una posibilidad que ya no debería ser arriesgada en España: tratar la revolución cultural emergida en la segunda mitad de siglo y, más concretamente la música popular, como vehículo de comprensión y profundización en contextos culturales y artísticos.