Image: El don apacible de Nicholas Nixon

Image: El don apacible de Nicholas Nixon

Exposiciones

El don apacible de Nicholas Nixon

9 diciembre, 2004 01:00

Cambridge, 1980

Casa Díaz Cassou. Com.: Carlos Gollonet. Santa Teresa, 21. Murcia. Hasta el 20 de enero

He aquí un ritual que se repite desde hace veintisiete años: cuatro hermanas, las hermanas Brown, posan ante un fotógrafo una vez al año desde 1975. La sesión que dirige el marido-fotógrafo de una de ellas sigue unas reglas sencillas: las cuatro deben colocarse siempre en el mismo orden y el encuadre será frontal. De estas sesiones anuales sólo una imagen pasará a la serie que, a través del tiempo, está realizando Nicholas Nixon (Detroit, 1947), fotógrafo que podemos revisar con plenitud en la exposición que, organizada por la Comunidad de Murcia, se nos propone en la Casa Díaz Cassou.

Según su registro limpio de la realidad, Nixon le confiere al otro (aquel que pasa al papel emulsionado) lo que en él es absolutamente particular, esa parte íntima que con toda seguridad no podremos compartir nunca. Nada hay de grandilocuente y teatral desde sus primeras imágenes, nada que no sea la vida misma; vida que bulle tranquila en su serie Porches en la que advertimos que todas las ciudades se parecen al caer la tarde: ese Boston en el que los niños juegan con las caras manchadas de barro y chocolate, mientras los ancianos dialogan y los adolescentes otean el horizonte ensimismados. Tras deambular durante años a lo largo del Charles River con su pesada Deardorff de 8 x 10 (cámara cuyo negativo es tan grande como su positivado), visita de vez en cuando una residencia de ancianos, trabaja como voluntario y dialoga con ellos. De aquellas visitas queda una serie en la que da rostro a la decrepitud, la decadencia física y la proximidad de la muerte. El fotógrafo nos recuerda que el rito funerario ejemplifica la simbolización en su forma más pura: el muerto, o aquel que sabe pronto su final, se ve inscrito en un texto de la tradición cuando se le asegura que, a pesar de su muerte, seguirá vivo en la memoria. No debe extrañarnos que otra de las series que emprende en los ochenta persiga de nuevo un diálogo con el dolor al que se enfrentan los enfermos de sida. Una obra que publicará en People with AIDS y que también incluye transcripciones y cartas de su mujer. Resulta sorprendente en estas imágenes la dignidad de los rostros de enfermos y familiares anónimos en los que todos podemos identificarnos: asumimos la mirada letal del otro en una transferencia emotiva que nos lleva a cuestionarnos cómo debe representarse el dolor, incluso la muerte, en unos tiempos en los que el padecimiento se ha convertido en un objeto de mercado.

Desde luego, Nixon mira la realidad y al individuo con un respeto y conmiseración ejemplares. Para contar su historia concita un tiempo que es evocación y, por tanto, memoria. En cada trabajo que acomete parece seguir el célebre lema de Lacan "no cedas en tu deseo". Un deseo que también pasa por su entorno privado, un rastreo biográfico que se hace con las imágenes de su mujer y sus propios hijos. Ahora, desde hace unos años, trabaja sobre las parejas: el amor, las emociones que una epidermis transmite a otra con un beso, un abrazo, un leve rozamiento... son los protagonistas de un decálogo de los sentimientos humanos.