Image: Un campo eléctrico

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Exposiciones

Un campo eléctrico

Meret Oppenheim y Man Ray.

19 abril, 2000 02:00

Man Ray: "Pin up", 1970. Collage con objetos

Galería Levy. López de Hoyos, 38. Madrid. Hasta el 31 de mayo. De 50.000 a 1.400.000 pesetas

Una especie de electricidad corre de obra en obra, y entre obra y espectador, por las salas de la galería Levy. Se trata, de nuevo, del hecho de hacerse presente, en directo, ese agente avivador, tan poderoso, que es la modernidad radical, manifiesta en atracciones y repulsiones, en ruptura y afirmación. Y no es que estemos aquí ante una gran exposición. A la eficacia de la modernidad le basta una muestra modesta, como la que nos ocupa, integrada por una conjunto variopinto de obras de género diverso y de cronología dispersa, pero en las que late, mantenido, el pulso de Man Ray (Filadelfia, 1890 - París, 1976) y de Meret Oppenheim (Berlín, 1913 - Basilea, 1985). Este conjunto de obras formó parte de la exposición que organizó en la primavera de 1997 la Kunsthalle de Darmstadt, y que luego se exhibió en Rotterdam y Wilhelmshaven.

El recordatorio compartido que se dedica a ambos artistas se justifica en la gran amistad que tuvieron y, sobre todo, en su complicidad dentro de la práctica del arte, con aportaciones tan interesantes como la de Meret sirviendo de modelo fotográfico a Man Ray, en especial entre 1933 y 1937, y con influjos tan benéficos como el que la joven pintora de la segunda generación surrealista recibió de la concepción entre dadaísta y surrealista que caracterizaba al gran fotógrafo y pintor.

De aquellas fotografías que Man Ray hizo de Meret (retratos de fidelidad escalofriante, desnudos de erótico y extraño neoclasicismo y composiciones inquietantes, de tan mágica ambigöedad como las de la serie M.O. en el estudio de Marcoussis) tenemos aquí algunas pruebas extraordinarias. No siempre se recuerda que la actividad fotográfica de Man Ray estuvo estimulada, desde su juventud en Nueva York, por el galerista Alfred Stieglitz, que fundó la Little Gallery de la Photo-Secession en el 291 de la Quinta Avenida y publicó luego la revista Camera Work. Aquel espíritu de búsqueda de la excelencia, que tuvieron los pioneros de la fotografía concebida como bella arte, esta vigente en cada foto de Ray. En contraste fuerte con aquel espíritu tan exigente, produjo, de otra parte, su obra pictórica y objetual, dadaísta -bajo la influencia directa de sus amigos Duchamp y Picabia en el Nueva York de entre 1915 y 1920- ámbito en que la creación ya no se justifica si no es por la libertad absoluta, ejercitada hasta la negación de "el hecho artístico", negando la obra de arte en sí misma. Aquí tenemos pruebas tan libertarias como la de su offset El padre de Mona Lisa -sometiendo el autorretrato de Leonardo a la acción de fumar un puro-, o tan objetuales como la del collage Pin-Up, un punto pop. A todo ello hay que sumar algunos de sus grabados de última época, de intención surrealista.

Las obras de Meret Oppenheim que se nos muestran son suficientes para fijar su doble línea de influjos. Primeramente, el que recibió de Giacometti, al que conoció en París, en 1932: un Giacometti seducido entonces por lo imaginario, que realizaba pequeñas piezas lúdicas, oníricas y eróticas, denominadas "afectivas". En esa línea tenemos aquí los tres pequeños bronces orgánico-objetuales de Meret, así como su admirable relieve-paisaje en aluminio Kleine Juralandschafte. Seguidamente, el influjo dadá-surrealista determinante de Ray, ejemplificado en dibujos y grabados tan espontáneos como Idea para bandera y Hombre en la niebla y en objetos tan directos e imaginarios como esa obra postrera, realizada el año de su muerte, Handschuhe, pareja de guantes grises recorridos poéticamente por la vida de unas venas bordadas en rosa, configuradas como las dendritas de un fósil. Efectivamente, un precioso y último objeto-fósil de la modernidad.