El New Museum neoyorquino presenta una muestra individual de José Antonio Hernández-Díez, uno de los artistas latinoamericanos más relevantes.

La obra del venezolano Hernández-Díez es bien conocida en España, no en vano Barcelona es su lugar de residencia, a partir de exposiciones diversas como las realizadas en las galerías de Elba Benítez y Javier López o las institucionales del CGAC y del Centro Cultural "La Caixa" de Lérida. Además, participó en la colectiva "Eztétyka del Sueño" que tuvo lugar en el Palacio de Velázquez a principios de 2001. Una obra suya ("Casi Oruga", ya vista en Elba Benítez) puede verse este verano en la muestra "Structures of Survival", integrada en la Bienal de Venecia, comisariada por Carlos Basualdo. Su muestra en el New Museum de Nueva York se compone de catorce instalaciones realizadas todas en la década de los noventa y adquiere, por tanto, la categoría de retrospectiva de mitad de carrera.

Hernández-Díez realiza una obra de raíz neoconceptual que aúna perspectivas sociopolíticas y dialécticas cotidianas. A principios de los noventa su obra se caracterizaba por un discurso crítico relacionado con la desigualdad social de Venezuela enfrentando alusiones de carácter metafórico contra los sistemas de poder a alegorías de su entorno más próximo, a veces de corte autobiográfico, con un alto contenido simbólico. Practica el artista con frecuencia el ejercicio de la descontextualización, otorgando significados diversos a elementos y objetos desde el prisma de la ironía. De esta forma son aún cercanas las grandes cucharas que presentó en el GCAC o la cuna de madera que expuso como obra única en Javier López, alusiva al nacimiento de su hijo con alegorías diversas del tiempo y la existencia. Del mismo modo, la exposición muestra sus conocidas imágenes fotográficas de zapatillas de deporte cuyas letras conforman nombres de filósofos en un claro ejemplo de su predilección por el entorno cotidiano y la cultura urbana

Hernández-Díez se encuentra cómodo en la videoinstalación, medio que le permite crear estructuras de marcado corte narrativo. Mientras en ocasiones su obra se debe observar desde una óptica de cariz poético, en otras el artista se revela irreverente y tremendamente punzante. Mientras se introduce en territorios de carácter lúdico, siempre encuentra lugar para la paradoja. Situando el objeto en un plano principal, rematerializa y subvierte sus particularidades para resituarlo en otra esfera de significado. El New Museum propone un recorrido laberíntico en el que el espectador entra en una desconcertante sucesión de sorpresas. Un constante caminar por la senda de lo imprevisible.