Joan Miró: 'Chevaux en fuite par le vol de l'oiseau-terreur', 1976. Es Baluard Museu d'Art Contemporani de Palma, depósito Col·lecció Serra. © Successió Miró, 2025. Foto: David Bonet

Joan Miró: 'Chevaux en fuite par le vol de l'oiseau-terreur', 1976. Es Baluard Museu d'Art Contemporani de Palma, depósito Col·lecció Serra. © Successió Miró, 2025. Foto: David Bonet

Arte

Joan Miró, luz y territorio: la gran exposición que rinde homenaje al artista en Palma

'Paysage Miró' reúne más de cien obras en la mayor muestra dedicada al artista en Mallorca. Cuatro sedes se han unido para dibujar la cartografía emocional que dio forma a sus sueños.

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En 1978 se celebró una exposición histórica en Palma de Mallorca por el 85 aniversario del nacimiento de Joan Miró (Barcelona, 1893 - Palma de Mallorca, 1983). La muestra celebrada en La Llotja y en el Palau Solleric tuvo una enorme repercusión con más de 60.000 visitantes en dos meses; una cifra récord para la isla de aquel entonces.

Joan Miró. Pintura fue su primera gran antológica en el paisaje que había habitado sus últimos 27 años de vida, y sentó un precedente de colaboración institucional e intergeneracional.

Al centenar de piezas de Miró se sumaron 365 creadores jóvenes como Luis Feito, Juana Francés, Josep Grau-Garriga, José Guerrero, Joan Hernández Pijuan y Manolo Millares, que cedieron una obra de pequeño o medio formato a la incipiente colección municipal, reconociendo abiertamente la influencia del barcelonés en el arte de posguerra. La exposición supuso, además, un termómetro de la escena española de finales de los setenta.

Casi medio siglo después, cuando el artista hubiera cumplido los 132 años, se celebra, de nuevo, una macroexposición –el proyecto mironiano más ambicioso en las Baleares– con más de un centenar de pinturas, esculturas, cerámicas, dibujos y documentos que se despliegan en cuatro sedes de la ciudad, como homenaje a aquella exposición del 78.

Miró se convierte en paisaje balear llenando sus calles de estrellas, lunas y sueños de formas orgánicas de colores primarios.

Joan Miró: 'Paysage de Mont-roig', 1916. © Successió Miró, 2025. Foto: Joan Ramon Bonet

Joan Miró: 'Paysage de Mont-roig', 1916. © Successió Miró, 2025. Foto: Joan Ramon Bonet

Su vínculo con el territorio y con su luz (“una luz que hace cantar los colores”, como él afirmó) es el punto de partida de este proyecto fruto de un excelente trabajo interinstitucional entre los directores y comisarios de la muestra (a partir de este miércoles, 30 de julio): David Barro (director de Es Baluard Museu), Carmen Fernández (conservadora de escultura e instalaciones del Museo Reina Sofía), Antònia Maria Perelló (directora de la Fundació Miró Mallorca) y Fernando Gómez de la Cuesta (director del Casal Solleric), además de convertirse en sustrato para la candidatura de Palma de Mallorca como Capital Europea de la Cultura 2031.

Paysage Miró, como así han titulado el proyecto, se desarrolla en cuatro puntos. En La Llotja, La força inicial está dedicada a su escultura en bronce y conecta su trabajo tridimensional con la escultura moderna de Jean Arp, Giacometti o Picasso en piezas negras y sinuosas.

'Paysage Miró' supone un ejercicio curatorial exhaustivo que sitúa al artista en un marco
de lectura actualizado

La Fundación Miró de Mallorca presenta La guspira màgica, un retrato más íntimo y biográfico a través del cual podemos profundizar en sus relaciones personales y artísticas mediante cartas, material documental y obra plástica de Picasso, Calder, Klee, Giacometti, Braque o Léger, quienes fueron interlocutores creativos del artista.

Es Baluard centra el foco en lo pictórico. Pintar entre les coses incide en su personal modo de articular la “antipintura”, una investigación que deconstruía los códigos artísticos de la época para explorar nuevas técnicas y modos de hacer que implicaban el trabajo gestual, el signo y la materia, abriendo el camino para los expresionistas abstractos, el arte conceptual y, en definitiva, para un arte más libre.

Después de vivir en París y militar en el surrealismo, comienza a pegar papeles, lijas, cuerda, cartón, a rasgar la tela, quemarla, y a trabajar sobre materias “pobres”: masonita, arpillera, cartón piedra. A veces pinta el reverso y cuelga el lienzo al revés; otras, recorta fragmentos y los enmarca como “pinturas-objeto”. Trabaja la intuición de que el soporte vale tanto como la imagen, subvirtiendo el lienzo en blanco de la tradición academicista.

Por último, Miró vuelve al Casal Solleric 46 años después, con El color i la seva ombra, un relato que incide en su fascinación por ciertos objetos totémicos, por el arte popular y primitivo.

Joan Miró: 'Oiseau solaire', 1966. © Successió Miró, 2025. Foto: Arxiu Fundació Miró Mallorca

Joan Miró: 'Oiseau solaire', 1966. © Successió Miró, 2025. Foto: Arxiu Fundació Miró Mallorca

El artista siempre ha manifestado una exacerbada sensibilidad por la naturaleza, tomándola como inspiración: “El espectáculo del cielo me sobrecoge. Me sobrecoge ver, en un cielo inmenso, la media luna o el sol. Ahí, en mis cuadros, formas diminutas en enormes espacios vacíos. Espacios vacíos, horizontes vacíos, llanuras vacías: todo lo que está desnudo siempre me ha impresionado mucho”, afirmó el pintor.

Su imaginario nace de los ídolos talayóticos baleares, de la artesanía campesina, también en la tierra roja de la masía de Mont-roig, madurando en las vanguardias parisinas.

Para Miró, el arte es una continuación de los rituales primigenios, de lo atávico y lo mágico junto a lo surreal y lo onírico. Su trabajo enuncia una personal síntesis entre lo local y lo universal e intenta devolver la mirada del espectador a un estadio infantil.

Paysage Miró constituye un ejercicio curatorial exhaustivo que sitúa su producción en un marco de lectura actualizado. Y su obra, cultivada como un jardín, resplandece como los agrestes paisajes baleares al caer el sol.

Edificio de Josep Lluís Sert, sede de la Fundación Joan Miró de Barcelona. Foto: Fundación Joan Miró

Edificio de Josep Lluís Sert, sede de la Fundación Joan Miró de Barcelona. Foto: Fundación Joan Miró

50 años de la Fundación Miró de Barcelona

Medio siglo después de su inauguración, la otra gran institución mironiana sigue demostrando la lucidez de aquel gesto que, en 1975, unió la ambición museística de Miró con la arquitectura luminosa de Josep Lluís Sert.

Concebido como un “centro de arte” –término que tomó de referentes europeos como la Tate o el Moderna Museet–, el edificio reivindicaba un nuevo modelo: un lugar abierto, al estudio y a la pedagogía, más laboratorio que pinacoteca.

Un espacio donde el arte pudiera respirar sin jerarquías, como respiraban sus constelaciones sobre un azul infinito.