Edvard Munch: Detalle de 'Autorretrato', 1895. © Museo Munch

Edvard Munch: Detalle de 'Autorretrato', 1895. © Museo Munch

Arte

Edvard Munch, el artista que gritó desde la angustia: "¿Por qué no soy como los demás?"

Este 23 de enero se cumplen 80 años de la muerte de uno de los pintores más singulares del modernismo. Recorremos una vida convulsa y una obra atravesada por el dolor.

23 enero, 2024 01:55

“Mi arte se basa en una única reflexión: ¿por qué no soy como los demás?”. Esta frase de Edvard Munch resume los fundamentos de una trayectoria artística de más de cuatro décadas.

Su alma atormentada y su mente angustiada se reflejan en una obra en la que el artista no hace sino tratar de entenderse a sí mismo, de abrir una ventana a lo más profundo de su propia psique y, a su vez, de llegar a lo más hondo del ser humano.

Este 23 de enero se cumplen 80 años de la muerte de uno de los pintores más singulares del modernismo, motivo por el recorremos una vida convulsa y una obra atravesada por el dolor.

En su trabajo, Munch aborda temas como la angustia, el amor, la melancolía y la muerte, sentimientos profundamente humanos que llegan a impactar y a ruborizar tanto a la crítica como al público.

Alejándose del naturalismo y aburrido del impresionismo, las figuras y escenas que crea el artista noruego, junto con el uso simbólico que hace de los colores, le llevan a transitar por caminos inexplorados en el arte, razón por la que es considerado como uno de los precursores del expresionismo alemán.

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Antes de su muerte en 1944, el artista decide donar a la ciudad de Oslo todo su archivo, compuesto por cerca de 1.100 pinturas, 4.500 dibujos y 18.000 grabados que se guardan con mimo en el nuevo Museo Munch de Oslo, un edificio de 10.000 m2 dedicados a la exposición permanente y otros 1.700 a las salas temporales.

En este edificio del arquitecto español Juan Herreros, actualmente se puede ver Goya and Munch. Modern Prophecies, exposición de grabados que descubre algunos paralelismos entre ambos creadores, y al mismo tiempo permite conocer la trayectoria del artista con muestras permanentes como Edvard Munch Infinite o Edvard Munch Monumental.

Edvard Munch: 'La danza de la vida', 1925. © Museo Munch

Edvard Munch: 'La danza de la vida', 1925. © Museo Munch

Una infancia atravesada por el sufrimiento

Edvard Munch nació en Løten (Noruega) en 1863 en el seno de una familia encabezada por su padre, el médico militar Christian Munch, y su madre, Laura Munch. La situación económica de la familia es delicada y a duras penas sobreviven con el sueldo raquítico de su padre.

La enfermedad pronto se apodera de la familia y en 1868, cuando tan solo tiene 5 años, llega el primer golpe de su vida: su madre muere de tuberculosis. Ante esta dramática situación, la familia encuentra consuelo en su tía Karen, que se traslada a la casa familiar.

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La inestabilidad psicológica de su padre y su consecuente tendencia a la depresión, su rigor religioso y sus estallidos coléricos, afectan a Munch hasta el punto de asegurar que de su padre ha heredado las semillas de la locura: “Los ángeles del miedo, el dolor y la muerte estuvieron a mi lado desde el día en que nací”, aseguraba el artista.

Con una delicada salud, el joven Munch está al borde de la muerte en varias ocasiones y pasa varios inviernos en casa sin acudir a la escuela. Estos largos periodos no hacen sino alentar el talento de un joven que pasa los días dibujando todo aquello que ve a su alrededor, desde habitaciones y retratos a bodegones y motivos de ficción.

Edvard Munch con su perro Boy. © Museo Munch

Edvard Munch con su perro Boy. © Museo Munch

En 1881 su tía Karen le impulsa a matricularse en la Real Escuela de Arte y Diseño de Christiania (actual Oslo) y fruto de las lecciones que recibe puede pintar al aire libre los escenarios que se encuentra a su paso: lugares industriales, gente paseando y campesinos que regresan a casa.

También retrata a su hermana pequeña, Inger, en una pintura de pose académica pero cuyo rostro transmite la personalidad de la joven y avanza algunos de los logros que Munch conseguirá más adelante.

El círculo bohemio de Christiania

En este contexto artístico, Munch no tarda en conocer el mundo bohemio de Christiania y al nihilista Hans Jæger, un escritor de ideas anarquistas que lidera Kristianiabohemen, un grupo que profesa el amor libre y la autoexpresión radical.

Por supuesto, estas ideas chocan frontalmente con las rígidas ideas religiosas de Christian Munch, lo que desemboca en grandes discrepancias con un padre que no ve con buenos ojos estas nuevas amistades.

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Inmerso en este círculo, en 1886 Munch participa en el Artists' Autumn Exhibition con La niña enferma, una pintura en la que recupera la muerte de su hermana Sophie, también por tuberculosis, cuando tan solo suma 15 años. El pelo anaranjado de la protagonista contrasta con un rostro pálido y una mirada que transmite una tristeza profunda y avanza su final.

La pintura recibe una crítica demoledora no por el tema que aborda sino por la forma en que lo hace pero Munch, confiando en sí mismo, considera que tiene que continuar explorando con diferentes técnicas y corrientes pictóricas para llegar a un estilo personal en el que las sensaciones y los sentimientos son lo más importante.

Edvard Munch: Detalle de 'El artista y su modelo', 1919-21. © Museo Munch

Edvard Munch: Detalle de 'El artista y su modelo', 1919-21. © Museo Munch

Tomando las riendas de su propia carrera, en 1889 Munch decide alquilar un espacio y exponer su obra en la que se convierte en su primera exposición en solitario. Ese mismo año, consigue una beca para estudiar en París.

Influenciado en sus primeros pasos en el mundo del arte por el impresionista Manet y los postimpresionistas Van Gogh y Gauguin, pronto se da cuenta de que estos códigos no le permiten transmitir los sentimientos que le invaden. Durante los tres años que reside en la ciudad acude a clases de dibujo, visita galerías y conoce a otros artistas pero pronto se queda sin dinero.

En noviembre de ese mismo año su padre muere tras sufrir una apoplejía, Munch se regodea en la pérdida y llega a tener pensamientos suicidas. No obstante, la fuerza que la pintura tiene en su existencia es mucho más fuerte y consigue salir de esta crisis con nuevas ideas para su arte. “La angustia es la musa de mi arte, el combustible que alimenta mi creatividad”, llega a decir.

Alemania: arte y desenfreno alcohólico

Su trabajo, que abarca temáticas como la muerte, el sexo, las mujeres y las crisis mentales, comienza a adquirir unos rasgos muy personales. En 1892, año en el que pinta Anochecer en la Calle Karl Johan, una pintura desasosegante de rostros inciertos que transmiten pesar y aturdimiento, Munch expone en la Asociación de Artistas de Berlín, donde sus obras generan un revuelo de tal magnitud que tan solo una semana después de su apertura la muestra tiene que cerrar sus puertas. Lejos de atormentarse, el artista lo considera una magnífica campaña de publicidad para su trabajo. 

Edvard Munch pintó esta versión de 'El grito', su cuadro más famoso, en 1910. © Museo Munch

Edvard Munch pintó esta versión de 'El grito', su cuadro más famoso, en 1910. © Museo Munch

Munch se establece durante unos años en Berlín, donde se relaciona con el artista August Strindberg, el escritor Stanisław Przybyszewski y la estudiante de música Dagny Juel. Los cuatro amigos se reúnen de manera frecuente en una taberna que se convierte en un vehículo que le lleva por un camino de excesos e intensas borracheras. Pero también es un periodo en el que pinta algunos de sus cuadros más conocidos.

Es el caso de El grito (1892), una de las más famosas pinturas de la Historia del arte y en la que el artista consigue transmitir una profunda angustia, una gran desesperación y, en cierta medida, miedo. Sobre esta pieza inspirada en una momia peruana que actualmente forma parte del Musée de l'Homm de París, Munch escribió: “Iba por la calle con dos amigos cuando se puso el sol. De repente, el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una barandilla muerto de cansancio. Sangre y lenguas de fuego cubrían el azul oscuro del fiordo y de la ciudad. Mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de miedo. Oí un grito infinito que atravesaba la naturaleza”.

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La etapa alemana es fecunda y Munch nos regala algunas de sus mejores pinturas: Ansiedad (1894) retrata a una multitud de rostros cadavéricos que avanzan sin prestar atención bajo un cielo de sangre; Pubertad (1894) nos muestra a una niña que pide ayuda ante una gran sombra que se proyecta tras ella; Vampiro (1895) confunde con una escena en la que no sabemos si una mujer de melena pelirroja besa o muerde el cuello de un caballero; y Madonna (1895) representa una imagen atípica de la Virgen María desnuda y en actitud sensual.

París, Tulla Larsen y la pistola

En 1896 decide dar por finalizada su estancia alemana para volver a París con el ánimo de conquistar al público francés. Sin embargo, su obra sigue sin cosechar el mismo reconocimiento que ha adquirido en Alemania. Dos años más tarde, Munch conoce a una mujer de clase alta llamada Tulla Larsen con la que inicia una relación hasta 1902.

Munch siempre había considerado que las mujeres entorpecían su carrera y su relación con el sexo femenino es siempre turbulenta e incluso violenta. El ejemplo más radical lo encontramos en el final de su relación con Tulla: un balazo procedente de una pistola que posee el artista acaba con su mano herida.

Aunque se desconoce quién efectúa el disparo, sí se sabe que este incidente genera angustia y malestar en el pintor aunque aprovecha el suceso para vengarse de su amante en La muerte de Marat, una pintura protagonizada por un hombre ensangrentado que yace sobre una cama y una mujer desnuda, con los rasgos de Tulla Larsen, que mira de frente y desafiante al espectador.

Edvard Munch: 'Vampiro', 1895. © Museo Munch

Edvard Munch: 'Vampiro', 1895. © Museo Munch

Ese mismo año Munch presenta El friso de la vida, una compilación de obras donde retrata diferentes aspectos de la existencia humana y que él mismo califica como "poesía sobre la vida, el amor y la muerte".

Son años agitados, su trabajo comienza a tener un considerable reconocimiento y presenta sus obras en la Secesión de Berlín, lo que le proporciona cierto éxito y dinero de cara a mejorar su situación económica, hasta entonces siempre precaria. Pero las adicciones siempre ganan terreno y el alcohol siempre hace estragos.

Copenhague: depresión y sanatorio

En 1903 Munch presenta Autorretrato en el infierno, una pintura en la que se representa desnudo y con un aspecto consumido y poco saludable. Durante su trayectoria, Munch llega a retratarse hasta en 80 ocasiones. “Mis autorretratos son una forma de enfrentarme a mí mismo, de mirar dentro de mi propia oscuridad”, afirma. En ocasiones, las sombras, que representan el lado oscuro de las personas y el pasado que llevan consigo, pueblan estas piezas.

Cumplidos los 40 años, Munch es considerado como el mejor pintor noruego pero en su propio país todavía no tiene ese reconocimiento. Comienza así una etapa en la que su obra se presenta en diferentes ciudades europeas como Berlín, Hamburgo, Dresde o Copenhague. Sin embargo, en paralelo a su ascenso artístico, su salud tanto física como mental vuelve a flaquear y emprende un viaje autodestructivo y errático que acaba con el artista refugiándose en el alcohol.

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Dejándose llevar por el lado más oscuro de su propia mente y en un estado de nerviosismo constante, en 1908, al borde del colapso, pide ser internado voluntariamente en la clínica privada del doctor Daniel Jacobson en la capital danesa, donde vive durante unos meses alejado del alcohol. 

Regreso a Noruega: miedo al nazismo

Tras su salida del sanatorio, Munch decide regresar a Noruega, donde consigue hacerse con una pequeña cabaña en Kragerø. Entre 1909 y 1916, trabaja en la decoración del salón de actos de la Universidad de Oslo y en ella se observa un cambio: las pinturas están llenas de vida y energía.

Convertido ya en un artista reconocido, Munch decide comprar un vivero a las afueras de Oslo, donde reside retirado del bullicio y de las adicciones de las ciudades. En ocasiones, recibe visitas de jóvenes que posan como modelos y con quienes, se cree, mantiene relaciones sexuales esporádicas.

En la segunda planta de su vivienda guarda una gran cantidad de piezas pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial le hace perder muchos de sus coleccionistas alemanes y Munch comienza a temer que los nazis retiren sus obras. Por supuesto, estos califican su trabajo como “arte degenerado” y confiscan cerca de 80 pinturas que son retiradas de los museos alemanes.

Edvard Munch en su casa de Ekely, en 1943. © Museo Munch

Edvard Munch en su casa de Ekely, en 1943. © Museo Munch

Algunos de sus coleccionistas consiguen trasladar sus obras a Noruega pero cuando en 1940 las tropas alemanas invaden el país y toman su control, Munch se inquieta y decide donar toda su obra a la ciudad de Oslo.

En 1944, con una Europa en llamas, Munch muere en soledad con gran parte de su legado intacto. El artista de la angustia, la ansiedad y el miedo experimentó con la pintura, con el dibujo, coqueteó con la escultura y el cine convirtiéndose en el artista noruego más aclamado de la historia.

A los 80 años de su muerte, no hay nadie mejor que él mismo para explicar su propia obra: "En mi arte he intentado explicarme la vida y su sentido, también he pretendido ayudar a los demás a entender su propia vida".