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Cuatro maneras de retratar La Movida

Alberto García-Alix, Ouka Leele, Pablo Pérez-Mínguez y Miguel Trillo formaron parte de ella y la fotografiaron desde polos diferentes

18 octubre, 2019 07:23

Alberto García-Alix, Ouka Leele, Pablo Pérez-Mínguez y Miguel Trillo formaron parte de La Movida, convivieron y se encontraron en diferentes ambientes. Cada uno la vivió y fotografió con su propia energía y aproximándose desde polos diferentes. Estas visiones tan dispares se recogen en La Movida. Crónica de una agitación. 1978-1988, una exposición en Foto Colectania que ha pasado por el festival Les Rencontres d’ Arles.

La muestra presenta una multifacética mirada sobre este movimiento, en la que se pueden contemplar fotografías de estos autores e incluye una selección de materiales como vinilos, fanzines, carteles y una proyección de actuaciones musicales que complementan los universos de los fotógrafos con otros ámbitos como la música o el cine.

La Movida está considerada una de las épocas más singulares y espontáneas de la cultura contemporánea española, que tuvo lugar fundamentalmente en Madrid en los primeros años ochenta, coincidiendo con la alcaldía de Enrique Tierno Galván. Tras varias décadas de dictadura y ostracismo, la transición española vio aparecer una nueva generación fascinada por la modernidad y la idea de lo nuevo, que cristalizaría en creadores procedentes de diferentes campos como la música, la moda, el diseño, el cine, la pintura o la fotografía. Este apogeo cultural se distinguió de otras ciudades europeas por ser un fenómeno que conectaba directamente con la vida cotidiana del momento. El arte era la vida, y La Movida, según uno de sus protagonistas, Pablo Pérez-Mínguez, “tenía la magia de la sorpresa”.  

Madrid cambia y en las calles empieza a haber más gente por la noche que durante el día. Salas de concierto como El Pentagrama o la mítica Rock-ola se convierten en espacios neurálgicos del ambiente underground; multitud de fanzines y revistas, ahora consideradas de culto, como La Luna de Madrid y Madrid me mata, vehiculan ideas y posicionamientos; miles de jóvenes de todo el país siguen semanalmente programas de televisión que estaban a la vanguardia de Europa, como La edad de oro, por la que desfilaron en directo artistas y grupos musicales tanto nacionales como internacionales, o La bola de cristal, un programa dirigido al público infantil que protagonizó la polifacética Alaska y que incorporaba actuaciones musicales de líderes del momento como Santiago Auserón de Radio Futura. Es también la época donde salen a la luz las primeras películas de Pedro Almodóvar como Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, rodadas en cualquier sitio, con diálogos desenfadados y llenas de situaciones disparatadas.

Más allá de ser un movimiento generacional o de compartir una sola ideología, La Movida fue un momento histórico optimista y con un eclecticismo acusado en muchas ocasiones de un exceso de narcisismo y frivolidad. Quizás por eso algunos han renegado de este movimiento, al que sería interesante aproximarse desde una óptica distinta: la de la búsqueda de la libertad y la reivindicación de ser uno mismo tras un largo periodo de estancamiento. Tal vez, como afirman muchos de sus protagonistas, el secreto de La Movida se reduce a que ha habido épocas en las que la gente, simplemente, se ha ‘encontrado’. O como dijo Pérez-Mínguez, “donde haya tres personas con ganas de hacer algo juntos, hay una movida”.