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Arte

Dora Maar: pintura y misa para superar el abandono

La historiadora del arte Victoria Combalía reúne en un libro sus 20 años de investigación sobre la artista

5 agosto, 2019 09:31
Dora Maar

La pasión de Victoria Combalía (Barcelona, 1953) por la figura de Dora Maar se remonta a 1993, cuando conoció a Marcel Fleiss, marchante de arte francés especializado en surrealismo y fundador de la Galerie 1900-2000. Él le habló de la artista, que entonces vivía en París a seis o siete calles de la residencia de Combalía. "Le dije que quería entrevistarla y me dio su teléfono no sin advertirme de que no solía responder a nadie. Se había aislado del mundo pero quería probar porque me interesaba su figura como fotógrafa", recuerda la historiadora. Fleiss también le proporcionó la dirección postal así que decidió enviarle una carta en la que detallaba el día y la hora en que llamaría. "Ella me contestó, no me colgó el teléfono y así empezó una serie de cuatro conversaciones de más de hora y media de duración cada una. Lo grabé todo y de allí salió una entrevista y una exposición que monté en Bancaja, en Valencia, en 1995".

Desde entonces Combalía ha dedicado miles de horas a estudiar la figura y la obra de Maar. Ha tenido la oportunidad de entrevistar a algunos de sus amigos más cercanos (aunque son pocos los que permanecen vivos) y ha podido acceder a los Archivos del Museo Picasso en París. Entre todo el material hay notas entre Maar y Picasso que se reproducen por primera vez en Dora Maar, la femme invisible, una edición ampliada de Dora Maar, más allá de Picasso que publicó en 2013 en España con el sello Circe. Con esta nueva edición (escrita en francés) Combalía opta al Prix Daix, un premio francés que se otorga a historiadores del arte. De entre unas 150 propuestas iniciales el jurado, compuesto por profesionales del arte como el director del Pompidou Bernard Blistène, ha preseleccionado a cinco finalistas entre los que se encuentra Combalía. El fallo se dará a conocer el próximo mes de diciembre.

Además, en 2010 los herederos de Maar le dieron acceso a los más de 2.500 documentos que forman el archivo personal de la artista. Así, el volumen que ahora publica supone un acercamiento personal a la niña que fue, a su compromiso político, a su transformación al catolicismo, a su obsesión por Picasso y su consiguiente crisis mental. ¿Loca? Combalía asegura que era una persona muy culta que tuvo un ataque de locura temporal y que superó el abandono del pintor malagueño gracias a la terapia con Lacan y a su refugio en la religión.

Si colgaba el teléfono era porque "tenía altibajos de humor desde joven, antes incluso de conocer a Picasso. Tuvo amantes como el guionista Chavence o el filósofo Bataille, que en una carta ya dejaba entrever sus cambios de humor", asegura Combalía. Durante aquellas conversaciones le preguntaba sobre su carrera, sus maestros y su relación con otros fotógrafos de la época como Man Ray, Brassaï o Cartier Bresson. Sin embargo, hacia 1937 abandonó la cámara de fotos por la pintura. En varias cartas enviadas a su padre, que era arquitecto y viajaba mucho, se puede leer que "estaba un poco cansada de la fotografía", y que le apetecía probar otra cosa. No en vano había estudiado en una academia de pintura. Aunque existe otra motivación más humana que pudo haber propiciado ese viaje: el querer sentirse más cerca de Picasso, con quien mantuvo una relación desde 1936 a 1946. 

Un ataque de locura temporal

Aunque es cierto que sufrió un ataque de locura, este fue temporal y reversible. Otra de las advertencias que le hicieron a Combalía fue la de no mencionar a Picasso ya que "este la abandonó y le tuvieron que dar electroshocks". La historiadora del arte iba con cautela, intentando no decir nada que hiciera que Maar colgara el teléfono. Sin embargo, un día tuvieron que hablar de la importancia de las fotografías que hizo del Guernica. Así que, para empezar, le preguntó si fue un proyecto difícil: "me dijo que le prestó unos focos para iluminar mejor el mural y que Picasso se los quedó para pintar de noche durante la guerra". Ya había sacado a relucir su nombre y con mucha mano izquierda aprovechó su incursión en la pintura a partir de 1937 para preguntarle "qué le decía él como pintor". 

Victoria Combalía

"Es muy difícil que en una pareja de artistas no haya rivalidad y en muchas ocasiones los hombres no suelen dar importancia a la carrera de sus parejas, mucho menos en aquellos años", arguye la historiadora del arte. Aprovechó la tesitura para lanzar un dardo que no sabía como lo encajaría la artista y si esta daría por finalizadas las conversaciones: "Picasso tenía la fama de ser muy machista", dijo en voz bajita y Maar, "que era muy lista y tenía mucho sentido del humor", tomó el testigo y dijo, de manera muy elegante, que "era muy hombre y muy detentador de sus derechos".

En 1943 el pintor empezó una relación con Françoise Gilot, madre de Claude y Paloma Picasso. En un principio Maar creyó que se trataba de una aventura pasajera pero dos años más tarde el idilio seguía su curso. A partir de ese momento Maar "empezó a tener comportamientos extraños". Un día salió por la tangente diciendo que le habían robado el perro cuando no era cierto, otro pidió a Picasso y Paul Éluard que se arrodillasen delante de todo el mundo y, el detonante final, fue cuando encontraron a la fotógrafa desnuda en las escaleras de su casa. Poco después, mientras comían, Maar dijo que se marchaba, Picasso la siguió y tras un ataque de locura decidieron ingresarla en la clínica de Saint Mandé. Estuvo en manos del doctor Lacan, con quien hizo varias terapias de psicoanálisis, durante 15 días. "He visto las agendas de Dora y en la de 1951 explica sus estados de ánimo y añade comentarios sobre la terapia". 

Durante los años cincuenta Maar continuó con su actividad social acudiendo al salón semanal de sus amigas Marie-Laurie de Noailles y Lisa Deharme junto a Valentine Hugo. Allí se reunían entonces escritores, artistas y personalidades del mundo de la moda. "En 1954 vio bastante a James Lord, un escritor norteamericano admirador de Picasso que se enamoró de Maar. Él le hizo de acompañante a cenas e inauguraciones y ella lo invitó a Ménerbes, su casa en el sur de Francia", asegura Combalía.

Tan solo un par de años antes, en 1952, conoció a Dom Jean de Monléon, prior de la Abadía de Sainte-Marie de París, con quien mantuvo una intensa correspondencia postal. A pesar de que en 1957 quiso "reconvertir" a Picasso a la religión católica, este nunca lo hizo. "En sus ultimos años, Dora Maar se encerró en su casa de la Rue de Savoie y en la de Ménerbes. Iba a misa cada día y pintaba. Cuando murió en 1997 solo unas pocas personas fueron a su entierro: la portera, dos personas del Centre Pompidou y uno o dos amigos", asegura la historiadora de arte.

Dora Maar, más allá de Picasso

Para Victoria Combalía, Dora Maar era mejor fotógrafa que pintora y de haber continuado la senda en la que se había aventurado inicialmente hubiera "podido ser como Man Ray o Brassaï porque tenía una mirada muy personal. Se fijaba mucho en lo que los historiadores del arte llamamos ‘la inquietante extrañeza’, que se trata de encontrar el misterio en la realidad cotidiana". Su legado es un archivo de más de 3.000 fotografías y tres estilos diferentes: la fotografía de calle, en la que se fijaba mucho en los desvalidos y en las madres e hijos, el fotocollage surrealista y la fotografía de moda. "A nivel formal —asegura Combalía— sus fotografías contienen humanidad y el misterio de la vida cotidiana". 

@scamarzana