Stand de la galería Florence de Voldère. Foto: Fabrice Debatty

En mayo de 1967 los Beatles lanzaban al mercado el que fue, quizá, uno de sus grandes álbumes, Sergeant Pepper's Lonely Hearts Club Band. En él, Paul McCartney cantaba "¿me necesitarás, me darás de comer cuando tenga 64 años?". Hay cierta ansiedad por el futuro en la letra de When I Am Sixty Four pero, en fin, el artista sigue con una buena vitalidad. Esa misma frescura a los 64 parece tener Brafa, la feria de arte de Bruselas que se celebra del 26 de enero al 3 de febrero. En esta edición, que sigue ocupando el pabellón de Tour and Taxis, son 133 galerías (16 que acuden por primera vez y dos que regresan tras unos años de ausencia), entre las cuales tan solo podemos contar dos españolas. Su presidente, Harold t'Kint de Roodenbeke, asegura que buscan "refinar la feria haciéndola más completa y especializada proporcionando un cierto nivel de continuidad al tiempo que ofrecemos nuevos descubrimientos".



Algunos años más suman los artistas británicos Gilbert & George, los invitados de honor de esta edición, que han seleccionado cinco obras de gran tamaño para exponer en los diferentes pasillos de la feria. "Hemos tenido que luchar todos los días para ser nosotros mismos pero nunca hemos cambiado la idea de querer contar cosas con nuestras obras", afirman frente a uno de los fotomontajes de gran tamaño. Este curioso dúo, que se conoció en la Saint Martin's School of Art de Londres, ha roto todos los esquemas de la organización. No se esperaban el interés que ha suscitado la presencia de estos dos gentlemen en Brafa. "Solemos huir de las ferias de arte porque nos gusta hablar con la gente corriente, la que está fuera del circuito artístico", dicen. Y, sin embargo, ahí están, esparciendo su humor en pequeñas píldoras.



Foto de la galería Didier Claes. Foto: Fabrice Debatty

Quien no huye de las ferias es Didier Claes, un anticuario belga que presenta una colección de peines datados en el siglo XIX (aunque hay alguno del siglo XX) procedentes del Congo. Con una horquilla de precios que oscila entre los 6.000 y los 30.000 euros, estos utensilios que usaban sobre todos los hombres nobles se venden de manera invidual. "Esta colección proviene de mi hermano, tiene una calidad suprema, que es lo más importante en este tipo de piezas", asegura Claes. Como sucede en muchas ocasiones, el galerista afirma que este tipo de objetos es más fácil venderlos a un coleccionista privado. Además de ser más rápido, "viene, le gusta, lo compra", Claes cree que es "mejor porque venderlo a una institución supone no verlos más en el mercado".



Muy cerca del sofisticado stand de Claes se encuentra el expositor de Montagut, uno de los españoles presentes en esta edición de Brafa. Su apuesta es diferente ya que pone a dialogar, por primera vez, el arte tribal con piezas del siglo XX. La obra estrella de la galería barcelonesa es "una escultura del siglo XIV que se muestra por primera vez en Europa", afirma Guilhem Montagut. Se trata de una "pieza tallada en madera", una dama de la lluvia que eleva los brazos hacia el cielo con una mano abierta y la otra cerrada. Ya en la primera jornada de la feria, en la que los periodistas hacían sus preguntas y los coleccionistas iban haciendo su aparición, esta reliquia de Montagut ya tenía "varios pretendientes privados, aunque esta pieza es de museo", asegura. Frente a esta hermafrodita cuelga un Tápies de la última época, cuando "víctima de la edad se centra en figuras y cuerpos".



Casi todos los coleccionistas coinciden en la gran especialización de una feria como esta. Y es que, después de recibir las propuestas, un grupo de más de 100 expertos examina escrupulosamente los objetos presentados. En los pasillos, perfectamente diseñados para que la experiencia sea total, se suceden los expositores distribuidos no por tipo de arte o épocas sino mezclados. No es trivial, Harold t'Kint de Roodenbeke asegura que responde a la manera en la que actualmente se colecciona. Brafa ofrece una veintena de disciplinas artísticas y su reto es, dice, "satisfacer las expectativas de varias audiencias. Coleccionistas experimentados y amantes del arte buscan piezas específicas para su colección pero hay otro público que espera que la feria le despierte el interés de alguna obra por su belleza o apariencia", arguye.



El corpiño de Frida Kahlo que expone Sofie Van de Velde

Por esta razón, ocho cubículos más allá se encuentra la galería que regenta Roodenbeke. Cuando la cita llevaba tan solo dos horas abierta él ya había vendido cinco obras. Su pieza clave es una pintura del artista abstracto Pierre Soulages que se presenta rodeada de dos dibujos de Miró. "Es lo mejor de Soulages en una solo pieza", asegura el galerista. Pero entre una galería y la otra espera una grata sorpresa: Sofie Van de Velde lleva a Bruselas uno de los corpiños ortopédicos de Frida Kahlo que fue expuesto, hasta hace unos meses, en el Victoria and Albert Museum de Londres. En él, la artista, además de expresar "su feminidad", pinta "un martillo y una hoz que representa su carácter combativo y un niño que nunca pudo traer al mundo por sus varias enfermedades", sostiene Van de Velde.



Queda claro que Brafa es una feria ecléctica en la que se puede ver tanto arte tribal como el arte más moderno. La cita empezó siendo una feria de antigüedades pero se fue abriendo a diferentes épocas. "El cambio no solo refleja la naturaleza del mercado actual, también nuestro deseo de expandirnos. Aunque seguimos apoyando el arte clásico, recibimos menos proyectos de alta calidad de marchantes de arte clásico que de arte moderno y contemporáneo", declara el presidente. No obstante, la galería Theatrum Mundi exhibe la que quizá sea la pieza más antigua de toda la feria. Se trata de piedra geométrica que se ha ido erosionando con el tiempo. ¿Su edad? Aseguran que tiene, por lo menos, 30 millones de años.



Vista de los pasillos de esta edición de Brafa. Foto: Fabrice Debatty

Por eso, sorprende ver a su lado piezas de artistas como Leger, Calder o Niki de Saint Phalle. En este sentido destaca la Galerie Maeght que reúne valiosas piezas de artistas españoles como Miró, Picasso o Manolo Valdés (su Mujer con abanico cuesta 15.000 euros), y otras obras de Karel Apel, Chagall o Adami. "Cada una de ellas es especial", asegura Isabelle Maeght, dueña del espacio (y cuarta generación de una familia de marchantes). Históricamente han sido, más allá de galeristas, amigos de los artistas que representaban, entre los que se pueden encontrar Matisse, Calder, Picasso o Chagall. También expone un pequeño conjunto de dibujos de Jean Cartot, artista que murió hace menos de un mes, por 350 euros la pieza.



A su lado está el stand de Galería Bernat, la segunda y última galería española, con un claro protagonista: Juan de Sevilla. Aunque en su espacio reúne obras de artistas como Martín Gómez, Tomás de Sierra o Joan Reixac, el Calvario de Juan de Sevilla es la más valiosa (y también la que mayor precio presenta aunque dejan la cifra en secreto). "Hay una buena representación del artista en el Museo del Prado. Esta pieza llevaba tiempo desaparecida y tenemos el certificado de una galería de Londres. Es atípica porque los dos ladrones aparecen al lado de Jesús y la cruz tiene forma de T", precisa José Alavedra. Tras la retirada del barniz que afeaba los colores originales ha salido a luz todo el esplendor que guardaba esta pieza realizada en 1425. "Es la primera vez que sale a la venta y aunque sería ideal que la comprara un museo español [sobre todo el Museo de Bellas Artes de Sevilla] lo cierto es que se dejan ver poco en Brafa", precisa. Cuestiones de presupuesto, claro.



Por cierto, Gilbert&George, tras haberse arrancado a cantar en un par de ocasiones, piden volver a Madrid. "Nosotros estamos preparados para ir cuando la ciudad también lo esté".



@scamarzana