Image: Frans Hals, un pintor barroco muy impresionista

Image: Frans Hals, un pintor barroco muy impresionista

Arte

Frans Hals, un pintor barroco muy impresionista

El Frans Hals Museum de Haarlem inaugura Frans Hals and the Moderns. Hals meets Manet, Singer Sargent, Van Gogh, una muestra que se adentra en la influencia que el retratista de Amberes ejerció en los pintores de épocas posteriores

12 octubre, 2018 02:00

Frans Hals: Regentesses of the Old Men's Alms House, 1664

Se desconocen los datos de juventud y formación del retratista Frans Hals. Su nacimiento si sitúa, casi con toda seguridad, en Amberes aunque la fecha no se perfila concreta: 1580 o 1581. Lo que sí se sabe es que su familia, como muchas otras, se trasladó a Haarlem en 1585 (o 1586) cuando las tropas españolas tomaron su ciudad natal. En la localidad neerlandesa, se dice, estudió en la escuela de Karel van Mander, artista que también había recalado allí huyendo del avance español, aunque sus primeras obras presentan una escasa similitud con las de su supuesto maestro. Su capacidad para el retrato lo convirtió en uno de los pintores más codiciados de la zona pero el cambio en el gusto de las clases adineradas hizo que pronto cayera en el olvido.

Pero el ocaso no duró para siempre. Su talento no se le escapó al influyente crítico de arte francés Théophile Thoré-Burgër, que a través de varios escritos de 1868 en los que alaba su virtuosismo contribuyó a su recuperación y revalorización. El crítico, que también fue una figura clave en el redescubrimiento de Vermeer, destacó la valiente pincelada de un retratista que, en muchas ocasiones, pintaba directamente sobre el lienzo. Tampoco Van Gogh fue ajeno al virtuosismo de Hals y en una carta que escribió a su hermano Theo dice lo siguiente: "Es un deleite ver una obra así de Frans Hals, ya que es totalmente distinta a las obras -y hay muchísimas- en las que todo está pulido de la misma manera". Se cumplen ahora exactamente 150 años la nueva puesta en valor de su pintura y para celebrar la efeméride el museo de la localidad de Haarlem que lleva su nombre inaugura Frans Hals and the Moderns. Hals meets Manet, Singer Sargent, Van Gogh.

Frans Hals: The Fisher Boy (1632-33) y, a la derecha, Robert Henri: Laughing boy (1910)

La muestra reúne obras de artistas como Liebermann, Courbet, Merritt-Chase o Fantin-Latour dispuestas junto a las de Hals para que el visitante pueda entender la influencia del maestro neerlandés en los pintores del siglo XX. Algunos vieron en su pincelada suelta y su manera cruda de retratar una referencia impresionista. Es cierto que Hals cultivó un brochazo grueso y rápido, con grandes manchas de pintura en el lienzo que llamó la atención de las clases altas de su época. Su primer retrato, Jacobus Zaffius, está fechado en 1611, cuando ya estaba documentado como maestro en Haarlem. Cinco años más tarde firmó su primer lienzo colectivo y lo tituló El banquete de los oficiales de la Guardia Cívica de San Jorge, grupo en el que sirvió como mosquetero. Para entonces su maestría y fama estaba ya acreditada.

No obstante, mucho se ha hablado de su afición al alcohol y otras actividades de dudosa reputación aunque su pertenencia a grupos con rígidas normas de conducta cuestionan algunas de estas historias. También se ha escrito que en 1616 tuvo que testificar ante el juzgado por el supuesto maltrato a su mujer, Anneke Hermansz, con quien se casó en 1610 y tuvo dos hijos. Pero fue precisamente 1616 el año en que su esposa murió, antes de los supuestos sucesos. Al parecer, era otro hombre con el mismo nombre y apellido. La oscuridad persigue a este maestro del retrato que en 1617 volvió a Amberes, probablemente a conocer a Rubens, cuando Lysbeth Reyniers apareció en su vida. Con ella tuvo otros ocho hijos. En torno a 1620 y 1630 llegó el gran esplendor de un Hals que retrataba a las altas esferas del mismo modo en que dignificaba a los más desfavorecidos. Los encargos no le faltaban y, sin embargo, las dificultades económicas se sumaban.

Frans Hals: Portrait of Pieter Jacobsz Olycan (1629-30) y, a la derecha, Van Gogh: Postman Joseph Roulin, (1888)

Tan solo una década después Hals vivió el gran ocaso. Las altas esferas empezaron a buscar obras más refinadas, cuidadas y minuciosas. A pesar de compaginar su trabajo como pintor con las facetas de marchante y restaurador las deudas se concatenaron hasta tal punto que incluso el panadero lo llevó a los tribunales. Para saldar sus cuentas pendientes tuvo que vender algunas de sus pertenencias pero ni con esas logró reponerse y durante los últimos años de su vida recibió una pensión municipal. Hals murió en Haarlem en 1666 en bancarrota y durante los dos siglos siguientes sus obras fueron rechazadas por los coleccionistas y críticos de arte. Algunas de ellas fueron subastadas, otras vendidas por unos pocos chelines. Tuvo que esperar a que Thoré-Burgër pusiera la vista en él para volver florecer como el gran retratista que fue.

@scamarzana