Image: La tensión fotográfica de Rineke Dijkstra, en el Guggenheim

Image: La tensión fotográfica de Rineke Dijkstra, en el Guggenheim

Arte

La tensión fotográfica de Rineke Dijkstra, en el Guggenheim

70 fotografías componen las exposición más grande realizada sobre la fotógrafa holandesa hasta la fecha.

12 julio, 2012 02:00

Rineke Dijkstra: Kolobrzeg, Poland, July 26, 1992.


Rineke Dijkstra nació en Sittard, una localidad holandesa limítrofe con Alemania y Bélgica, en 1959. Desde principios de los años noventa ha destacado por un tipo de fotografía que muchos sitúan próxima a la tradición de la pintura holandesa del siglo XVII, una que se adhiere al realismo y al examen minucioso de las cosas, pero a la que Dijkstra aporta un toque muy personal pues sus imágenes pueden ser inmensamente conmovedoras. El suyo es un trabajo de claro aliento conceptual en el sentido que explora factores inherentes al propio medio fotográfico, fundamentalmente la posible distancia entre la cámara y el motivo, la cuestión del posado en el ámbito de la iconografía a representar, la perspectiva...

Dijkstra es conocida en España a partir de la individual que se le dedicó en el marco de PHotoEspaña en 2005 y la que organizó CaixaForum al año siguiente. En ellas se vieron algunas de las series de fotografías que hoy pueden verse colgadas en las complejas salas del emblemático edificio de Frank Lloyd Wright. Una de las paradigmáticas de esta primera época, realizadas en la primera mitad de los noventa, es la que reúne los aclamados Beach Portraits, retratos realizados en playas en los que Dijkstra refleja esa dicotomía antes apuntada. Tomados en playas de muy diferentes latitudes, todas tienen un mismo patrón: tienen un leve contrapicado, sitúan la línea del horizonte a la altura de la cintura del modelo y muestran una clara economía ornamental pues apenas reflejan algo de agua, las piedras o arena de la playa y una buena porción de cielo. Es esa sobriedad del fondo la que nos permite acercarnos al modelo sin ambages, con la mirada clara. Las poses, que son, en realidad, la cuestión a explorar aquí por la holandesa, parecen reflejar cierta quietud pero tras una mirada atenta comprobamos que las tensiones son mayúsculas.

Dijkstra siempre prefiere modelos juveniles, pues es en esa transición hacia la madurez, en una vulnerabilidad que escucha su eco en el desnudo oleaje marino, donde encuentra una zona de conflicto. Muchos han asociado estos retratos de playa a la Venus de La Primavera, de Boticelli, a través del estudio que de la figura hacen Dijkstra y el maestro italiano pero si en éste se buscaba un idea de belleza, en la holandesa la ambición es distinta, pues pretende, más bien, explorar las posibles grietas de un personalidad aún en ciernes.

La exposición del Guggenheim, que lleva por título un somero Rineke Dijkstra: A Retrospective, procede del MoMA de San Francisco, está comisariada por Jennifer Blessing, conservadora de la casa, y, con 70 fotografías y 5 trabajos en vídeo, es la más amplia exposición que sobre la fotógrafa holandesa se ha organizado hasta la fecha. En su trabajo, Dijkstra se acerca a la estela que dejan tras de sí artistas históricos de la fotografía. Se han visto analogías con Diane Arbus, la gran fotógrafa americana de lo marginal, analogías que son más que justificables en la dignificación de cierta abyección. Esto es claramente visible en las imágenes de madres en los instantes posteriores al parto. No hay duda de que Dijkstra ve en August Sander otro de sus grandes referentes, en su voluntad de acumular material con fines sociales. El fotógrafo alemán quiso realizar un gran inventario de clase de la sociedad alemana en el que cupiera todo, pues incluía lo moralmente aceptable para el Reich pero también lo que no lo era. A esta tradición, que entronca con la del siglo XIX, se adhirió también el matrimonio Becher, del que Dijkstra también es deudora.

En la exposición puede verse también otro tipo de trabajo que tiene que ver con una mayor dimensión temporal. Se trata de los retratos a un mismo modelo a lo largo del tiempo. En la serie Almerisa, una niña bosnia alojada en un campo de refugiados holandés, crece ante las sucesivas fotografías de Dijkstra a medida que se va viendo como su personalidad inicial, marcada por su lugar de procedencia, va transformándose para adaptarse a la imagen mainstream holandesa en la adolescencia y después a la maternidad.

Dijkstra, que pertenece a la gran generación de fotógrafos europeos nacidos en la posguerra, explora el retrato tomando como referencia la realidad y el género pictórico. Es aquí, claro, donde se encuentra la brecha, ese pequeño resquicio por el que se cuela la ficción y lo narrativo entrando en conflicto con una realidad que, por lo demás, como en Sander, se busca concienzudamente, sin rubor alguno.