Arte

La realidad aplastante de Hans Haacke

El artista alemán, afincado en Nueva York, presenta en el Museo Reina Sofía sus 'Castillos en el aire'

14 febrero, 2012 01:00

Obra realizada para la exposición Castillos en el aire

En su texto del catálogo, Marta Buskirk plantea una de las claves que siempre han sobrevolado la obra de Hans Haacke: ¿dónde empieza y dónde acaba? El trabajo del artista nacido en Colonia en 1936 pero residente en Nueva York desde hace cuatro décadas, se desliza por un número tan amplio de ámbitos artísticos, sociales, económicos y políticos que es difícil acotarlo con precisión, aunque tal vez no haga ninguna falta. Haacke no se inventa nada. El enorme dislate en que se ha convertido nuestro mundo es tan demoledoramente epatante que no hay ficción que pueda hacerle sombra. El Museo Reina Sofía presenta ahora una exposición sobre el artista alemán con muchos de sus trabajos más aclamados y un proyecto específico bastante logrado por la propia singularidad del asunto que trata. En Castillos en el aire, un proyecto que encuentra su origen en el Ensanche de Vallecas, Haacke no ha tenido que hacer gran cosa más allá de asistir atónito al desmadre inmobiliario que ha caracterizado nuestro país en las últimas décadas.

Es tal su apego a la realidad, que la obra de Haacke bien puede adscribirse en el entorno del readymade. También recurre al arte conceptual, al Pop y a las estrategias de comunicación y publicidad contemporáneas. En la década de los sesenta, Haacke experimentó con obras que reaccionaban físicamente a su entorno, trabajos que mutaban sin la intervención del artista, que parecía quedar desvinculado del proceso de trabajo y de sus resultados. La exposición recupera uno de sus trabajos esenciales de primera época, Grass Grows, un montón de tierra sobre el que crece el césped, ajeno a la creación del artista y ajeno, también, al tiempo en el que habitualmente ocurre el arte, un tiempo que el artista denominó "mítico", y que parece correr al margen de la vida, de lo real. De esta época es también su conocida Bowery Seeds, documentada con una fotografía, un trabajo en el que Haacke deja una porción de tierra sin cultivar para que germine cualquier semilla que azarosamente caiga por allí... También están otros trabajos de la época que exploran esa misma práctica como Live airborn system, o Cycle. No está, sin embargo, la estupenda Condensation Cube, una de las piezas que mejor definen este periodo de Haacke que pertenece al MACBA pero que puede verse, sin embargo, en La persistencia de la geometría de CaixaForum.

Vista de la exposición

Desde el principio de su trayectoria, el artista de Colonia ha enhebrado un trabajo de una extraordinaria solidez basado en un decidido rigor en la investigación. No hay cabos sueltos en su obra, pues ésta se ciñe a los parámetros más certeros de lo real. A Haacke le gusta llegar al fondo mismo de la cuestión y destripar la verdad sin reservas. No conviene incomodarle. Sus trabajos en el ámbito de la crítica institucional, por el que es más conocido aun a riesgo de caer en simplificaciones, tuvo uno de sus primeros momentos en el conocido episodio del Museo Guggenheim de Nueva York. A tres semanas de la apertura de su exposición en el edificio de Frank Ghery su director, Thomas M. Messer, decidió suspenderla por tratarse, dijo, de trabajos que reflejaban cuestiones de naturaleza social y no artística. Haacke había presentado trabajos que revelaban una verdad algo embarazosa sobre propiedades inmobiliarias asociadas a determinadas personalidades neoyorquinas vinculadas a la institución. También presentó una encuesta que, como los trabajos de los sesenta que dependían de su propio proceso autónomo, habían de rellenar los visitantes al museo. La encuesta no iba en modo alguno dirigida a ninguna ideología en especial. Tan sólo quería ceñirse a la opinión personal de los visitantes. Haacke pronto dijo que lo que realmente le ofendía era que se pensara que sus obras defendían alguna causa política. En el Reina puede verse una encuesta similar que explora la realidad política de nuestro país. Es una propuesta neutra, a la que se puede responder o no, y que se instala en el clima autorreferencial que caracterizó esa primera época.

Como sabemos, los comienzos de los años setenta fueron momentos en los que los artistas en Estados Unidos eran muy sensibles a toda cuestión social. Haacke cuenta cómo la relación con las instituciones era delicada y tensa, lo que propició la creación de colectivos de carácter activista que quisieron forjar un contexto razonable para los artistas. Surgió así el Art Workers Coalition, del que pronto saldrían interesantes frutos, como un modelo de contrato (que Haacke sigue utilizando hoy) que suscitaría no pocas trabas en las sucesivas relaciones comerciales pero que situaría al artista en un clima parecido a lo razonable. Muchas de estas nuevas proclamas nacieron a partir del monumental enfado de Robert Rauschenberg cuando vio cómo un coleccionista había obtenido un superávit obsceno de la venta de uno de sus cuadros y no había compartido nada de ello con el pintor.

Hans Haacke junto a la obra Helmsboro Country

El título de esta exposición del Reina, Castillos en el aire está tomado de la obra homónima que el artista ha realizado específicamente para la muestra. Haacke quiso explorar de cerca el Ensanche de Vallecas, cautivado por su singular urbanización en los sucesivos traslados en taxi desde el aeropuerto hasta el centro de Madrid. Cuenta el artista el shock que le produjo ver cómo la zona estaba perfectamente habilitada para la vida (con bancos, farolas, árboles...) y sin embargo, ¡carecía de edificios!! Un acercamiento más atento le llevó a descubrir que en las señales de nomenclatura de las calles rezaban nombres del tipo "Arte Conceptual", "Escuela de Vallecas", "Arte Expresionista". Debió quedarse totalmente paralizado ante el modo en que se hermanaban la burbuja artística, algo que ha venido tratando con profundidad sangrante durante décadas, y la burbuja inmobiliaria española, la que ha producido una de las mayores crisis económicas que se recuerda. Haacke ha creado un proyecto específico en el que plantea un recorrido visual por esos lugares desiertos en la que la vida es sencillamente inexistente a partir de metraje de vídeo y mediante fotografías que cuelga irónicamente de cuerdas como si fueran ropa tendida que, en la realidad, no tiene de donde ser colgada... En una segunda sala, dialoga el material documental del proyecto con obras de la colección del museo de los periodos que pretenden enaltecer los nombres de las calles. Al parecer, Haacke supo que la zona pretendía ser un lugar activo para artistas, con estudios baratos y condiciones idóneas para la creación... Las caras de los presentes en la rueda de prensa no era ningún poema. Era la cara de siempre, porque a nadie sorprende ya la miserable gestión política de nuestras ciudades.

Próximos, de algún modo, a esa crítica incisiva de las estructuras del arte, pueden verse trabajos importantes como Der Pralinenmeister, de 1981, en la que ahonda en la turbia historia del coleccionista y empresario chocolatero alemán Peter Ludwig, un personaje de peso en las políticas culturales alemanas durante décadas. También se ha traído Helmsboro Country, de 1990, una pieza de fuerte raíz Pop que desvela verdades incómodas sobre la tabaquera Philip Morris, o Global Marketing, de 1986, de claro aliento minimalista desde el que se profundiza en las tramas empresariales de reminiscencias colonialistas de la empresa Saatchi & Saatchi.