Jorge Galindo entra en el debate de la crítica de arte con un trabajo realizado expresamente para El Cultural

Jorge Galindo entra en el debate de la crítica de arte con un trabajo realizado expresamente para El Cultural

Arte

Artistas versus críticos

Es el eterno debate jamás satisfecho: ¿por qué no se entiende el arte contemporáneo? ¿Es tan ininteligible como parece o los opacos discursos del crítico lo oscurecen? Los creadores se enfrentan al crítico

18 octubre, 2007 02:00

De nuevo, la crítica de la crítica se apodera de nuestras páginas. Es el eterno debate jamás satisfecho: ¿por qué no se entiende el arte contemporáneo? ¿Es tan ininteligible como parece, tan poco estético como parece, o los opacos discursos del crítico lo oscurecen? Como reclama Eulàlia Valldosera, "es hora de que los artistas tomen la palabra".

Así que El Cultural ha invitado a los creadores a enfrentarse al crítico, para que determinen cuál es su papel en el arte actual. Hablan ocho de ellos. Y Jorge Galindo lo expresa como mejor sabe, pintando: su interpretación de la crítica de arte es nuestra portada. El más veterano, Luis Gordillo, sienta las bases de lo que debería ser un buen crítico. Y el historiador James Elkins, reputado profesor del Art Institute de Chicago, analiza la situación de la crítica de arte. Hoy son los artistas. La semana que viene, los críticos darán su respuesta.

Escribir para el público

Por Luis Gordillo

El arte puede vivir sin críticos porque el arte lo hacen los artistas y de ellos es el trabajo, incluso los propios artistas podrían ser explicadores de su obra, pero la sociedad ha preferido una división del trabajo: por un lado el artista y por otro los explicadores. La sociedad piensa que el arte se entiende mejor así, separando al teórico del práctico. Habría que diferenciar, por otro lado, entre crítico y teórico: el teórico está en un nivel distinto, no necesariamente superior, es un profesor de universidad, un historiador que se plantea grandes temas, de la estética y de la filosofía. El crítico está más al día, viaja, ve exposiciones constantemente e informa de lo que ocurre, de lo que se está haciendo en este momento. Es un periodista especializado. Un teórico puede ser un buen crítico, pero muchas veces no es así. Podemos preguntarnos, ¿por qué un artista lo tiene difícil para ser crítico? Pues porque el crítico tiene una base teórica muy amplia: filosofía, estética, historia; hoy día hay que conocer sociología, política... Es un trabajo enciclopédico. Para estar al tanto del arte de una época hay que estar al tanto de muchísimas facetas de la realidad en la que este arte se desarrolla. Por eso el artista no puede hacerlo. Esto no quiere decir que no haya artistas que puedan asumir las dos funciones.

“Como pintor, me doy cuenta de que cada día los críticos entienden menos la pintura, se preocupan más por la funcionalidad del arte: lo que quieren es saber para qué sirve”

Y ¿qué se puede exigir al crítico de arte? La crítica actual, al menos la que yo conozco en España, es demasiado densa. ¿Para quién se escribe la crítica? Se escribe para un público medio, de cierto nivel cultural pero no especializado, y por lo tanto la crítica debe ir dirigida a estas personas, y no sólo a los expertos, que son una minoría. La crítica debería ser más llana, los críticos debería bajarse un poco de su peana. A veces, la crítica es poco clara, con vocablos poco claros. Por ejemplo cuando un crítico habla de gesto, de informa, los especializados sabemos a lo que se refiere, ¿pero lo sabe una persona media, inteligente? Yo creo que no. Éste es el problema: que escriben cosas que la mayoría no comprende. Yo mismo no entiendo siempre todo lo que leo en una crítica.

Después del arte conceptual, los conceptos se han hecho materia de arte. El crítico o teórico podía subir de nivel y convertirse en creador. También esto se da en los comisarios: se habla mucho de que los comisarios se acercan a un nivel superior, de que son realmente creadores. Después de Duchamp esto puede ser perfectamente admitido y defendido. Y todo esto hace que entre el mundo de la teoría y el de la creación la división no esté tan clara.

La realidad es que el mundo del arte hoy es muy conceptual y el artista debe mostrar no sólo su obra, sino también sus conceptos. A veces parece que el arte es sólo un ejemplo de la teoría o del pensamiento del artista. El arte se hace social, étnico, político, en fin, un arte que es una metáfora del concepto.

En cuanto al crítico español, ha habido una generación de críticos, algunos muy conocidos y con mucho poder, que en algún momento se pararon. Cuando el arte dejó de tener un objeto que mostrar, cuando empezó el arte no material, estos críticos empezaron a pisar blando y han insistido en su poder y en no querer ceder ante el peso de la historia, de la evolución. Y no sólo críticos, también ha ocurrido en comisarios, directores de museos, etc. Felizmente se impone la historia y ha aparecido una generación joven que está en otro plano. Estamos en un momento especialmente difícil para la crítica porque el arte se está haciendo no objetual, teórico y conceptual: creo que el arte está llegando a sus límites. Todo el siglo XX ha sido una lucha por traspasar los límites que el arte tiene: se llega al límite en el arte del cuerpo, al límite geográfico o espacial con el land art y sus derivados, la calle inunda la galería, la escultura está en las grandes instalaciones industriales, etc., etc., y sospecho que, una vez sobrepasados estos límites, el arte terminará. Es un momento muy difícil por tanto para el arte y para la crítica del mismo.

Como pintor, me doy cuenta de que cada día los críticos entienden menos la pintura, precisamente por todas estas circunstancias a las que me he referido, el crítico se preocupa más por la funcionalidad del arte: lo que quiere es tener conceptos claros, quiere saber para qué sirve la obra de arte. Y esto queda lejos de la materialidad de la pintura. Me doy cuenta de que críticos buenos no saben ver la pintura. Quizá se está arrinconando porque la visión de la pintura no interesa ya como lenguaje, quizá interesan lenguajes más explícitos, más didácticos.

Para terminar, diría que se debe revisar la crítica de periódico y que los críticos deberían hacer un examen de funcionalidad: preguntarse “¿para quién escribo yo?” y hacer un acto de humildad y hablar para los lectores del periódico. Mucha gente, inteligente, preparada, no expertos en la materia, pasa las páginas de arte sin mirarlas porque saben que allí no hay nada para ellos, y en cambio es el público esencial de nuestras exposiciones.

Dotar de lenguaje al arte

Por Eulàlia Valldosera

El crítico tiene una papel cada vez más difuso. Creo que ya no existe como tal. En todo caso existe la función crítica y el contexto crítico, pero el emisor suele ser un personaje que se despliega en multitud de facetas, entre ellas la de participar de la propia producción artística. Tradicionalmente ha usado la palabra escrita para analizar y emitir juicios sobre aquellos proyectos artísticos que se han puesto en circulación, trabaja bajo encargo de los diversos medios de información y se construye como voz ajena al proyecto. Sin embargo, bajo el signo de la crítica se amaga a menudo una función publicitaria de los contenidos que los mecanismos de poder quieren transmitir. Sus fuentes de información pasan filtros importantes que impiden un acercamiento realmente crítico, normalmente, los que la institución, pública o privada, emite. Son ya discursos escritos o hablados emitidos por los organizadores o bien encargados a los mismos críticos o comisarios de la exposición.

"Bajo el signo de la crítica se amaga a menudo una función publicitaria de los contenidos que los mecanismos de poder quieren transmitir"

Puede ocurrir que los comisarios organicen sus ruedas de prensa sin contar con la colaboración de los artistas implicados. Lo que interesa es dar a conocer su tesis, su catálogo. Otro lugar común es que el discurso del crítico se construye a menudo antes que el proyecto tenga lugar, lo que significa que sus fuentes son únicamente las que acabo de citar, y así la crítica pasa a cumplir un rol meramente publicitario. Tampoco la labor de un crítico debería sustituir el discurso propio del artista. A veces se alimenta perezosamente de éste, sin reconocerle al artista su autoría. Es hora de que los artistas tomen la palabra.

Por un lado, la crítica debería preocuparse de llevar a cabo una seria labor de traducción de los lenguajes artísticos contemporáneos al público no especializado, de modo que pudiera promover un debate ahora inexistente. Por otro, la crítica no debe olvidar su función de dotar de lenguaje al artista, y para ello debe estar en diálogo permanente con éste.

Crítico o corredor de bolsa

Por Ester Partegàs

Me gusta leer críticas de arte en las que el autor comparte su experiencia de contemplación y disfrute del arte, en las que la intención es el despliegue de sus aprendizajes, conocimientos y sobre todo de sus descubrimientos. Para mí, una crítica tiene que ser un trabajo de literatura paralelo y, en su radicalidad, independiente a la obra que se tome de partida; no debería concentrarse en juzgar, ilustrar, desmenuzar, explicar ni vender. Pienso en algunos autores que así trabajan y cuyas críticas disfruto incluso a pesar de la obra o autor que decidan reseñar.

"Es más común tropezarse con críticas que dedican un 80 % a la descripción física de la obra y un 20 % a su salvación o condena"

Desafortunadamente, ésta no es la práctica prevaleciente en los medios de comunicación. Es más común tropezarse con críticas que dedican un 80 % a la descripción física de la obra y un 20 % a su salvación o condena. Parece que su función se ha reducido a este tipo de exigencia. En Nueva York, que es el contexto con el cual estoy más familiarizada, he observado que a unos críticos -y publicaciones- muy específicos se les venera y obedece muy religiosamente. Las consecuencias se detectan rápidamente en el contexto comercial del arte, que es el más susceptible a la especulación efímera de los valores. A mí me cuesta llamar a estas prácticas ‘crítica de arte’ ya que se trata de algo más parecido a un termómetro, al oficio de corredor de bolsa o al de vendedor de valores.

Interlocutores necesarios

Por Dora García

El arte puede vivir sin críticos porque puede vivir incluso sin artistas. Yo creo que el error es concebir la figura del crítico como figura aislada, no hay críticos que sean sólo críticos, son profesores, artistas, escritores, comisarios de exposiciones, historiadores del arte, historiadores a secas. Y de esta especie de “extra” que tiene cada uno de ellos depende el tipo de crítico que sea, y su papel es muy diferente en un caso y otro. El tipo que más se acerca a lo que convencionalmente se ha llamado “crítico de arte”, es el tipo “crítico y periodista”. Después, hay diferencia si el crítico trabaja en periódicos diarios, semanarios o prensa especializada. Pero de nuevo, hay pocos críticos que sólo hagan eso, crítica y periodismo, porque rápidamente escriben un libro o dan una conferencia y entran en el campo de teoría del arte.

"Considero a los críticos como colegas, con una diferencia respecto a los artistas: su producto es diferente, pero las ideas similares"

Yo tiendo a considerar a los críticos (que me gustan, lo que normalmente coincide con que les guste yo) como colegas, con una mínima diferencia respecto a los colegas artistas: simplemente, su producto es diferente y se mueve en otro circuito, pero las ideas, la intención, la actitud, son similares. Pronunciándome sobre estos críticos que me gustan y a los que gusto, puedo decir: sí, cumplen un papel muy importante respecto a mi trabajo, son interlocutores muy necesarios para mi reflexión y para el progreso de mi trabajo. Sí, saben perfectamente y entienden de lo que hablan, faltaría más, mejor que yo en muchas ocasiones, hablando siempre con respecto a mi trabajo, claro está que es de lo que yo puedo opinar. De manera que sí, son buenos, necesarios, en ocasiones insustituibles, y de nuevo hablo exclusivamente de aquellos con los que tengo una afinidad ideológica. Pero sobre aquellos con los que no tengo ninguna, seguramente serán buenos y necesarios para otros.

Que haya crítica, aunque sea sectaria

Por Ángel Mateo Charris

Los artistas necesitamos una buena crítica como el comer. Y no me refiero a una crítica halagadora, que sacie nuestra vanidad y nos dé alas en la carrera del arte ante coleccionistas y expertos. Me refiero a un análisis serio y razonado, que nos ayude a acotar el incierto territorio en el que nos movemos, que nos dé pistas de si entre nuestras intenciones y resultados se abre un abismo o nuestros dardos van acercándose a la diana; si estamos comunicando parte de lo que queríamos o si nos enredamos en ejercicios autocomplacientes.

"Los artistas necesitamos un análisis serio y razonado, que nos ayude a acotar el incierto territorio en el que nos movemos"

Todos necesitamos críticas que nos den pistas y nuevas interpretaciones, que iluminen los diamantes ocultos en la basura y derriben ídolos de barro. Me da igual que sean sectarias mientras aporten a este confuso circo algo de sensatez y emoción. Lo que nadie necesita -ni creadores, ni espectadores, ni publicaciones, ni mercado- son las críticas malas: la verborrea ininteligible, la ensalada de citas mal digeridas o la inquisidora misión autoimpuesta por algunos como árbitros de modas y tendencias. Como tampoco nos sirve la adulación hueca ni la repetición innecesaria y permanente de lo que otros han dicho antes; la cuchillada trapera o el peloteo sospechoso.

Señores críticos: me da igual que sean tan malvados e implacables como su colega en Ratatouille siempre que compartan también su rigor, sabiduría y coherencia, casi lo mismo que deberían ustedes exigir a los que juzgan. Si además conservan aún alguna pizca de sentido del humor, me quito el sombrero.

Radical y cómplice

Por Bernardí Roig

El crítico de arte es un agente más del complicado, confuso y sofisticado sistema de relaciones que es el arte contemporáneo. Además tiene la rara habilidad para tramar significados imprevistos. No es imprescindible, como no lo es nadie; pero sí necesario como lo somos todos. Entiendo su labor como una actividad creadora radical en extrema complicidad con el artista con el que entra en contacto absorbiendo su conocimiento, reformulándolo, enriqueciéndolo o empobreciéndolo, ordenándolo o desordenándolo, pero sobre todo distribuyéndolo en otro formato: el texto. En esa estrategia de conexión e intercambio yuxtapone, desplaza y deja en suspensión las nociones de autor y autoridad.

"Entiendo la labor del crítico como una actividad creadora radical en extrema complicidad con el artista con el que entra en contacto absorbiendo su conocimiento"

Ya no es ese espectador privilegiado que acude el primero al estudio del artista para asistir a la revelación, ahora habita en su cabeza y por ello libera la relación crítico/artista de la opresiva cadena de maestros, genialidades, reconocimientos y consagraciones heredada de la modernidad. Pulverizadas las fronteras que acotaban los diferentes roles, y sometidos, como estamos, a la hibridación de las tareas, hoy todo ocurre en ese enorme territorio expandido que es la creación artística. El coleccionista es el curator, el crítico es el artista, el artista es el galerista, el galerista es el hombre del tiempo. Y así sucesivamente.

Una historia más

Por Carlos Garaicoa

Vivimos a la espera de un crítico que repare en nosotros, que note nuestra presencia. Creemos que con una mirada de ellos, y sus buenas palabras sobre lo que hacemos, nuestra suerte cambiará. Pensamos que no somos buenos por no haber sido tocados por la varita mágica del crítico de turno, del periódico más leído, o de la revista especializada más in. Los ves pavoneándose por inauguraciones, cocktails y demás eventos aburridos. Casi siempre adulados en exceso, confiadísimos, como si tuvieran la clave para redefinir el derrotero del arte o la próxima generación de artistas. Parece como si todos quisieran ser Baudelaire y muchas veces tienen un tufillo a Baudelaire. Pero los entiendo: casi todos nosotros quisiéramos ser Picasso.

"Parece como si todos los críticos quisieran ser Baudelaire. Pero los entiendo: casi todos nosotros quisiéramos ser Picasso"

En fin, un día te das cuenta que estabas ensayando cosas, y que no podías salirte de aquella obsesión con ciertas imágenes, y le hiciste mucho caso a cierto crítico que era tu ídolo, y además ya lograste que escribiera sobre ti; ya le ves todas las costuras, sus ensayos baratos, y te das cuenta que también estaba obsesionado y aprendiendo, y que confió demasiado en un artista que tal vez eras tú, y en algo que pensó sería el arte del momento. Notas que lo que al tipo le gustaba como a ti era ese trasiego de farándula y locura de estar descubriendo el mundo “excéntrico” que dicen que es el mundo de los artistas. Nada, toda una fiesta, una bacanal del pensamiento.

Descubres, entonces, que había algo muy serio en todo esto y que no lo habías notado. Y que vivías en un mundo elitista y engreído. Un mundillo con patrones equivocados y rígidos, lleno de entresijos políticos y económicos que lo alimentan. Que sueña que ya casi estamos llegando a tocar las fibras más sensibles del ser humano. Acercando el Arte a la Vida. De pronto descubres que críticos y artistas somos uno, alma y cuerpo indisoluble y que hemos alcanzado nuestro sueño, somos cuasi Dios, que somos Baudelaire y Picasso en una sola esencia. Todo reconciliación.

Tomar partido

Por Pedro G. Romero

Debemos reconocer que en el arte español fallan las instituciones, fallan los críticos pero lo que más estrepitosamente falla son los propios artistas. Muchas veces la función de la crítica de arte no se pone en relación con el campo artístico y sus relaciones de inteligibilidad en la esfera pública, sino en un tribunal de oposiciones permanente que somete a los artistas e historiadores de arte a exámenes de continuo, un sucedáneo banal a las carencias de la universidad española. Es clara costumbre de la crítica española presentarse como arte y parte... a la vez críticos y reseñistas, comisarios de miles de exposiciones, miembros de patronatos, directores de museo, en fin.

"Es clara costumbre de la crítica española presentarse como arte y parte... a la vez críticos y reseñistas, comisarios, patronos, directores de museo, en fin"

No se trata de que sigamos expirando por los modelos anglosajones de independencia crítica y separación de poderes. Tampoco de que el crítico se cure viajando, puesto que ir de bienal en bienal no parece cosa de provecho. Podemos y debemos construir nuestro propio modelo. Fortalecer nuestra situación requiere una crítica dotada de autonomía además de usuaria de los más diversos saberes. Para hacerle la pelota al poder no hace falta leer tanto ni hacerse habitual de enrevesadas jergas. La crítica debe tomar partido, claro. No debe renunciar a un necesario antagonismo por más que parezca que se trata solamente de estrategias para mover el sillón.

Rancière recuerda la dimensión “policial” que acompaña toda práctica política, y la de la crítica de arte lo es necesariamente. Eso no significa que el crítico, tomándose en serio su papel militar heredado de la época de las vanguardias, deba optar por armar su propia “Gestapo”. El símil policial de la crítica de arte española parece sacado de una novela de Chesterton: una misma identidad, cínica y perruna, para delincuentes y policías, retóricos y terroristas. En Sevilla, por ejemplo, las relaciones entre arte y críticas son tan confusas que los asesores de la BIACS o el CAAC son los mismos encargados de las reseñas críticas en periódicos como el ABC o El País. Es más, ante el fracaso crítico de la anterior BIACS2 se ha recurrido a Peter Weibel, experto en comunicación, pensando que este señor, jubilado intelectualmente, pueda ayudarlos en la nuevas redes mediáticas. Son pocos los casos en que podemos reconocer una voz que ayude a entender no el propio suceso artístico, lo cual sería mucho pedir, sino, cuáles son los criterios, qué es lo que piensa la propia crítica de arte en España.