Arte

Realidad sin mediación

por Andrés Sánchez Robayna

20 octubre, 2005 02:00

Antoni Tàpies. Foto: Santi Cogolludo

25 años del Premio Príncipe de Asturias

Quien mejor mira al arte es el poeta. Luis García Montero y Andrés Sánchez Robayna nos acercan a dos de los doce artistas galardonados con el Príncipe de Asturias de las Artes, los dos grandes representantes de la pintura hoy: Antonio López (en 1985) y Antoni Tàpies (en 1990) que sintetizan bien la trayectoria de los galardonados, nombres indiscutibles de nuestro arte. De Pablo Serrano (1982) a Miquel Barceló (2003),los premios han homenaje a los desaparecidos Sempere, Chillida, Oteiza, Roberto Matta y Sáenz de Oiza. Recordamos brevemente a Oscar Niemeyer, Sebastião Salgado, Santiago Calatrava y Barceló.

¿Qué es lo que vemos, antes que nada, en una pintura de Tàpies? La materia en su estricta mostración, el mundo aparencial. Una mesa, unos cordeles, tierra, cruces, signos. Sin embargo, sabemos que eso no es todo, que esos objetos nos remiten a lo no visible, a lo que escapa a la retina y se sitúa más allá, en un dónde que se resuelve en una interrogación. De pronto, sin más mediación o transición -a menudo incluso ya en nuestra primera mirada a la pintura-, no lo sabemos, sino que lo vemos: los objetos, los signos, remiten a otra cosa sin dejar de ser ellos mismos. Vuelven a ser -mejor dicho, nunca han dejado de ser- una mesa, tierra, cordeles, signos. Como en la más alta poesía, la pintura hace de la realidad una interrogación.

No es la primera vez que se dice ni la primera vez que yo mismo he explorado esta evidencia: Tàpies es un pintor realista. Claro está que es preciso no ver el realismo como durante años ha sido visto mayoritariamente entre nosotros, y aun hoy, lo mismo en la literatura que en las artes plásticas. De manera coherente, Tàpies es un pintor experimental, precisamente porque, como afirma Merleau-Ponty, "lo real nos exige creación constante a fin de que podamos experimentarlo". Por eso el arte es para Tàpies, ante todo, una gnosis y una forma de emoción religiosa, porque el artista accede así a una forma de "intuición de lo eterno". El mismo pintor lo ha dicho con palabras inequívocas: "Se habló mucho durante un tiempo de que hay que desacralizarlo todo, y en mi opinión es al revés". Sacralización del ser y de los objetos que lo rodean y lo acompañan hasta la muerte. De ahí, en esta pintura, la extrema conciencia del mundo cotidiano y de la dimensión social y política de la existencia humana. No más maniqueísmos estúpidos, no más secuestros interesados y mediocres de la noción de realismo artístico. Tàpies o la realidad sin mediación. Tàpies o el descubrimiento de la realidad.


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