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El Cultural

Ana Penyas: “Es útil abordar temas sociales desde la perspectiva del cómic”

La autora, Premio Nacional del Cómic, publica ‘Todo bajo el sol’, que a partir de la historia de una familia recorre décadas de especulación inmobiliaria y turistificación de nuestras costas y ciudades

11 febrero, 2021 01:37

En 2017, Ana Penyas (Valencia, 1987) dio la campanada al ganar el Premio Fnac-Salamandra Graphic de Novela Gráfica con su primera obra, Estamos todas bien. Las campanas volvieron a sonar con el premio revelación del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y el gran repique llegó con el Premio Nacional del Cómic, un galardón que suele otorgarse a autores consagrados en mayor o menor medida. La ópera prima de Penyas era un homenaje a sus dos abuelas con un alto componente de compromiso con la memoria histórica, especialmente la de las mujeres durante el franquismo.

Cuatro años después, la autora presenta su segunda novela gráfica, Todo bajo el sol, que vuelve a editar Salamandra Graphic. La ilustración de su cubierta da pistas del asunto que trata la obra: un agricultor que recoge cebollas con un fondo de torres de apartamentos en primera línea de playa, y una valla publicitaria en la que se muestra el título, que fue de hecho el eslogan oficial del Instituto de Turismo de España en los años 80.

Como en la obra anterior de Penyas, la historia de una familia a lo largo de varias generaciones —esta vez no es la suya pero podría serlo, por el contexto territorial y social en el que se sitúa— sirve para ahondar en problemas que hoy nos atañen como sociedad y que hunden sus raíces en nuestra historia reciente. En este caso se trata del desaforado desarrollo urbanístico de Levante, desde las primeras oleadas de turistas extranjeros durante el franquismo hasta la gentrificación y la turistificación de las ciudades. En medio queda el ciudadano de a pie, el que se ve obligado a vender su huerta o a abandonar su barrio de toda la vida para dejar sitio al “progreso” y a la especulación inmobiliaria, ya sea en forma de hoteles y urbanizaciones en la costa o de tiendas, galerías de arte, cafeterías modernas y “hotelitos boutique” en el centro histórico de las ciudades.

Cubierta de 'Todo bajo el sol', de Ana Penyas

Pregunta. ¿Cómo se le ocurrió contar esta historia?

Respuesta. Soy de Valencia y cuando de pequeña íbamos al apartamento que teníamos en Alcocebre pasaba por Marina d’Or. Lo vi construirse, además tuve un novio en el pueblo que trabajó en su construcción. Cuando éramos pequeños, todo formaba parte del escenario de nuestras vidas y no le prestábamos atención, pero con el tiempo puedes hacer un análisis de lo que implicaba aquello. Por otro lado, cuando empecé el cómic, el turismo estaba en el centro de la opinión pública: la turismofobia, la gentrificación provocada por Airbnb… Ya no era cosa de tres movimientos sociales, sino que mucha gente estaba molesta con el tema. Partiendo de ese tema candente, como yo misma participo en movimientos en defensa del territorio y de los barrios, decidí abordar el asunto, pero no quería quedarme solo en el presente porque caduca rápido. Quería entender de dónde venía todo esto. Partiendo del turismo, se me cruzaron otros temas como la destrucción de L’Horta, la comarca agrícola que rodea a la ciudad de Valencia, y el boom inmobiliario que afectó no solo a esa zona sino también a otros territorios.

P. ¿Cree que hay un hilo conductor que va de la época del desarrollismo franquista y el primer boom del turismo con la explotación inmobiliaria de nuestras costas que tuvo lugar en los años anteriores a la crisis de 2008?

R. España fue un ensayo de este modelo que después se dio en otros lugares del mundo. Lo sé porque he leído muchos ensayos y tesis doctorales sobre el tema. Concretamente hay un autor, Iván Murray, que ha escrito mucho sobre el tema. De hecho, grandes compañías hoteleras a escala mundial son de familias españolas que empezaron durante el franquismo. Todo esto tiene que ver con el boom inmobiliario, con el hecho de que se pusiera casi todo el peso de la economía en el ladrillo y también con el rol que la Unión Europea le dio a España.

P. La memoria histórica es un punto central de sus cómics, que reflejan cómo la política y la economía arrolla a la gente corriente. ¿Se siente con el deber moral de contar este tipo de cosas?

R. Podría decirse que sí. Yo me relaciono mucho con historiadores, antropólogos y movimientos sociales, de hecho mi entorno es más de ciencias sociales que del mundo del arte. Sobre el turismo hay mucho conocimiento producido, pero no a todo el mundo le apetece leerse una tesis doctoral sobre el tema, por eso creo que es útil abordar estos temas desde una perspectiva diferente como es el cómic.

P. Una parte de Todo bajo el sol narra cómo el desarrollo urbanístico le ha ido comiendo terreno a la Huerta valenciana, con vecinos que al final claudicaban y vendían sus tierras al encontrarse cada vez más solos o aquellos que directamente eran expropiados. ¿Cómo ha sido ese proceso?

R. Esto tiene que ver con el modelo de ciudad. En Valencia ha pasado con L’Horta, pero en otras ciudades ha pasado con otras zonas. Muchas veces lo que se ha construido encima era innecesario. La ciudad de Valencia limita con los territorios de la Huerta, así que para crecer solo puede hacerlo comiéndoselos. Se han producido ilegalidades, chanchullos, se ha destruido un modo de vida para poner otra cosa sin ningún tipo de valor, puro cemento. Decían “es que hacen falta casas”, pero lo cierto es que hay un montón de pisos vacíos ya construidos. La controversia más reciente la ha provocado el PAI [Programa de Actuación Integrada] de Benimaclet, que ha generado muchas protestas.

P. También aparece en su cómic un proyecto de rehabilitación de edificios históricos prácticamente abandonados para convertirlos en hoteles, en la época en la que aún no habíamos oído hablar de la gentrificación. Los promotores privados lo venden como su “granito de arena” a la conservación del patrimonio y los vecinos lo ven con buenos ojos porque quizá así se limpie el barrio de prostitución y drogadictos, sin saber que los siguientes en ser expulsados serán ellos.

R. De todos los temas del libro, este es del que puedo hablar más en primera persona, porque he estado muy dentro de esas discusiones desde la época en que aún no sabíamos qué era la gentrificación. Viví un año en Barcelona y me di cuenta de que pasaba algo raro, pero no lo entendía ni tenía la palabra para nombrar lo que estaba pasando. Creo que leí por primera vez esa palabra en la Facultad de Bellas Artes y era algo muy minoritario. El debate fue creciendo hasta que se ha hecho tan evidente que poca gente puede defender ya ese modelo, a no ser que sea muy liberal. Tengo un amigo, Hernán Fioravanti, que presenta una tesis doctoral sobre el tema este jueves. Él me ha ayudado mucho a situar el discurso del libro.

P. En su cómic aparecen también unas chicas que abren una galería de arte donde antes probablemente habría una tienda de ultramarinos y parecen muy concienciadas con “hacer red” con el barrio. Para más inri organizan una exposición titulada Souvenir con las pelotas de Nivea y los platos decorados con los que la familia protagonista, obligada a marcharse del barrio, ha tirado a la basura. ¿Quizá no nos damos cuenta de que todos somos parte del problema de la gentrificación y de la hipsterización de las ciudades?

R. Esa parte del cómic es un poco un ejercicio de autocrítica, porque es una exposición a la que yo podría ir. He estado en exposiciones así, no es algo ajeno a mí. Hay un poco de crítica a la complicidad del mundo del arte con la gentrificación. Por supuesto, no han sido los causantes, pero sí cómplices sin darse cuenta. Debemos darnos cuenta del lugar que ocupamos en ese proceso. Pensamos que todo lo que sea cultura, solo por el hecho de serlo, es bueno y no es problemático, pero no es cierto. Este es el debate que más he vivido, como estudiante de bellas artes que participaba en festivales que se hacían en locales del centro histórico.

Página de 'Todo bajo el sol', de Ana Penyas

P. Hay también algo en este cómic que enlaza con su obra anterior y es el homenaje a esa generación de mujeres mayores que se han sacrificado tanto durante toda su vida que se sienten fuera de lugar en la playa, con sus vestidos negros y su sentimiento de culpabilidad por no estar haciendo algo útil como preparar la comida. No conciben la posibilidad del ocio y el disfrute. ¿No le parece asombroso lo mucho que ha cambiado la mentalidad de la gente en apenas unas décadas?

R. Hay un documental muy gracioso sobre la llegada del Imserso a las playas, que tuvo mucho que ver con un motivo económico: no cerrar los hoteles y demás establecimientos en temporada baja. Esto significó una avalancha de autobuses de abuelos de los pueblos del interior yendo a Benidorm, con sus pintas de otra época. Me resulta entrañable. Me recuerda a una fotografía de Colita en un fotolibro suyo en el que se veía a una mujer mayor sentada frente al mar y vestida de negro, incapaz de hacer frente a su desnudez. Era una reflexión muy interesante. Sí, nuestro país ha cambiado mucho.

P. Su manera de dibujar es muy reconocible. Combina un estilo naíf, con el que se libera de las reglas de la proporción y de la perspectiva cuando quiere, con otros dibujos más elaborados y con el uso de imágenes de archivo. ¿Cómo dio con ese estilo y qué le hizo decantarse por él?

R. La técnica con la que añado las imágenes de archivo se llama transferencia fotográfica, con la que paso al papel la parte de la fotografía que me interesa, mediante un disolvente, y después dibujo encima. En este cómic he empleado muchas imágenes de este tipo. Primero hago unos bocetos muy simples, transfiero las fotografías y después termino el dibujo. Y la elección del estilo más sencillo es por una cuestión de tiempo. Podría hacer dibujos superelaborados, pero me obligo a hacer una página por día, por eso algunos dibujos los soluciono con rapidez y en otras páginas puedo detenerme más.

Página de 'Todo bajo el sol', de Ana Penyas

P. ¿Cómo vivió la concesión del Premio Fnac-Salamandra Graphic y, sobre todo, el Nacional del Cómic, que suele otorgarse a autores con cierta trayectoria?

R. Los dos me sorprendieron mucho. Yo venía de la ilustración, había publicado ya un álbum ilustrado, pero Estamos todas bien era el primer cómic que publicaba. Fue algo brutal, sobre todo el Fnac-Salamandra Graphic, porque no me lo esperaba. Me hizo pensar que podía vivir de esto, o al menos intentarlo, que es algo que no tenía nada claro entonces. El Nacional, aunque sea más importante, no me sorprendió tanto porque vino a sumarse a un momento de mucho reconocimiento, ya que también me habían dado el premio revelación del Salón del Cómic de Barcelona, me invitaron a Colombia... Eran cosas muy nuevas para mí y estaba teniendo mucha exposición mediática.

P. Usted estudió diseño industrial y después bellas artes. ¿Cómo llegó al mundo del cómic?

R. Después de estudiar diseño industrial, viví un año en Barcelona y en esa época me apunté a un taller de ilustración y así fue como decidí hacer bellas artes. Entré en la carrera con el objetivo de ser ilustradora. Ni siquiera era una gran lectora de cómic, pero me gustaba. Un profesor nos pidió un ejercicio que consistía en hacer un cómic de cuatro páginas, y aquello fue el germen de mi primera obra, el homenaje a mis abuelas. No era algo que me hubiese imaginado para nada. Surgió de una manera tan peculiar que no habría podido repetir el mismo proceso para este segundo proyecto. De hecho, para hacer este me apunté a unas clases de guion con el autor de cómic Jorge Gónzález en Madrid, que es donde vivo ahora.

P. ¿Qué tiene Valencia para que haya tanta tradición de cómic y tan buenos autores allí? Incluso acaban de anunciar que se creará en la ciudad un centro de estudios y conservación del cómic.

R. En Valencia hay una base tanto de lectores y lectoras como de autores y autoras muy autogestivo. Está el festival Tenderete, un lugar de encuentro para esa comunidad, que es la rampa de salida para mucha gente que se edita su propio fanzine. Además la facultad de bellas artes está muy bien y también en los movimientos sociales hay mucha gente que se dedica a la gráfica. Es algo que está en el aire, más que en otros sitios.