Image: De Chirico, elogio al kitsch

Image: De Chirico, elogio al kitsch

Exposiciones

De Chirico, elogio al kitsch

14 julio, 2017 02:00

La tristeza de la primavera (detalle), 1970. Giorgio De Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017

Inquietante, misterioso, padre de la pintura metafísica si bien pronto renegó de ella. CaixaForum Barcelona inaugura el 19 de julio la exposición El mundo de Giorgio de Chirico. Sueño o realidad con cerca de 150 obras. Le pedimos a las comisarias que nos recomienden las mejores de la muestra.

¿Qué es el arte metafísico? Éste se identifica con Giorgio de Chirico (1888-1978), sus obras, sus textos, su itinerario, sus polémicas... Puede que haya otros artistas deslumbrados momentáneamente por el maestro. Tampoco hay que olvidar el magnetismo que ha ejercido en la pintura contemporánea. Efectivamente, aquella pintura del presente que se reivindica como un arte del pensamiento, tiene como referencia a De Chirico. Y sin embargo, De Chirico es una manera de mirar, una forma de entender el mundo tan personal y original que no puede desarrollarse en seguidores o imitadores. Lo vemos en las cerca de 150 obras, muchas de ellas de la Fundación Giorgio e Isa de Chirico, que componen la retrospectiva El mundo de Giorgio de Chirico. Sueño o realidad de CaixaForum Barcelona. La exposición está comisariada por Mariastella Margozzi y Katherine Robinson.

En una conocida anécdota recogida en su autobiografía, De Chirico explica cómo llegó al arte metafísico en una suerte de revelación. Estaba convaleciente de una operación y el primer día que salía del hospital se sentó en una plaza que le era familiar y que conocía muy bien y que tuvo la rara sensación de ver aquel espacio por primera vez. Ese entorno tan familiar se le presentó como algo extraño, extranjero, desconocido... Vió lo insólito en lo cotidiano, una realidad invisible tras la realidad visible, y lo trasladó a la pintura.

La pintura metafísica no viene de una escuela filosófica. Más bien se ha de entender en su sentido literal: más allá de las cosas físicas, de las apariencias, de la estricta materialidad... Formado también en filosofía, en su trayectoria fue muy importante el encuentro con los textos de Nietzsche. El pintor -siguiendo al filósofo alemán- sostiene que bajo la realidad cotidiana existe otra realidad. Una realidad que se podría percibir si los objetos estuvieran liberados de la lógica convencional. Habla de una "atmósfera", que es el universo del arte metafísico.

Vista de sala

Iconográficamente, la pintura metafísica se define por una ausencia de la figura humana, y cuando esta aparece excepcionalmente lo hace en la lejanía o estando dormida. Es sustituida por maniquís asociados a objetos imprevistos y disonantes en una geografía o escenario onírico. Independientemente de las fechas de ejecución, en la muestra tenemos buenos ejemplos tópicos de este arte metáfisico como la obra Plaza de Italia con fuente (1968) o Las musas inquietantes (1947). Todo está pintado minuciosamente, pero hay una sensación de absoluta irrealidad. A menudo estas imágenes se han calificado como una pintura del sueño. Desde un punto de vista técnico, se trata de una pintura simple, anticlásica, plana... Se trata del mundo de los sueños pero plasmados con una particular simplicidad técnica. Apollinaire, entusiasta en los años diez del siglo XX del artista, lo calificó de "inepto de gran talento" aludiendo de esta manera a su simplicidad técnica y al mismo tiempo a su gran sutileza psicológica.

El misterio sobrevuela su obra. Más aún, en él hay una dimensión perversa. Su pintura rompe con la lógica de la percepción cotidiana porque ha introducido elementos perturbadores y disonantes. Por esta razón, tuvo en su momento tanta influencia en aquellos que practicaban el collage y el fotomontaje. Como en estos casos, De Chirico sustituye o manipula unos elementos por otros. Su planteamiento es el mismo que el de aquellos: transgredir la disposición cotidiana y habitual de las cosas a la búsqueda de lo oculto. El resultado desconcierta, es inquietante. La condición de arte metafísico no es otra que lo misterioso.

Este ver las cosas por primera vez de De Chirico no es especialmente diferente a Duchamp. En ambos casos se trata de una operación similar porque consiste en una descontextualización. Si Duchamp traslada un urinario del entorno cotidiano a una sala de exposiciones y de esta manera rompe con los hábitos de la percepción y nos hace ver aquel objeto de una manera diferente, también De Chirico, cortocircuita los espacios comunes y las convenciones -libera los objetos de la lógica convencional- , para descubrir un nuevo estado de las cosas. La idea clave es provocar una distancia -romper con los hábitos y fórmulas hechas- para descubrir nuevas perspectivas y sentidos.

De Chirico formuló su arte metafísico en la segunda década del siglo XX pero cambió de planteamiento, para desconcierto de todos, desde los primerísimos años veinte. Se le suplicó entonces que retornara a su primera época y él respondió con agresividad. Repintó obras, cambió fechas. Creó un absoluto desorden en torno a su obra. Y más, empezó a despotricar contra el arte moderno: después de Cézanne -a excepción de Picasso- no tenía, según él, el mínimo interés.

Vista de sala

Esta segunda etapa se define por un retorno a la pintura clásica, por sus procedimientos y su temática. Parece que descubrió de repente la pintura de los museos y se sitúa bajo la fascinación y la inspiración de los grandes maestros de la pintura, adoptando sus motivos y su mitología. Después siguieron nuevas etapas con extrañas pinturas, a cada cual más desconcertante, con ejemplos aquí como Baños misteriosos, llegando del paseo (1971) que se resisten al análisis. A menudo su obra realizada a partir de los años veinte se califica de kitsch. ¿Tienen estas obras alguna relación con el arte metafísico de los años diez? La pintura metafísica introduce elementos extraños y desconcertantes. Y en este sentido se podría considerar que De Chirico todavía es más metafísico en sus etapas posteriores que en su pintura calificada propiamente de metafísica.

Hay en esta exposición obras como Autorretrato con traje negro (1948) o Bañista en la fuente o Náyades bañándose (1948), que es necesario reivindicar como portadoras de un mensaje metafísico a pesar de que en un primer momento pueda pasar desapercibido. Sin duda hay una ironía y una intención provocadora por parte de De Chirico: son piezas que se afirman en el kitsch. Pero estas obras, inspiradas en la tradición de la gran pintura, no pueden calificarse de una copia que podría pasar por el mismo autor o por uno de sus discípulos aventajados. Son obras autónomas hechas desde el presente y realizadas, además, por un artista con mucha personalidad. El elemento perturbador es el juego entre lo moderno y lo antiguo. Él se dirige a la historia de la pintura con absoluta libertad y la entiende como una posibilidad de creación, siempre desde la modernidad. La dimensión inquietante de estas obras viene de la singular síntesis entre la historia, el kitsch y elementos contemporáneos. Repensar a De Chirico tendría que ser una de las aportaciones de esta amplia retrospectiva.